Vela

El último romántico

Gonzalo Araújo se embarcará como jefe de guardia en la última etapa de la Ocean Race entre La Haya y Génova - “Las regatas se han ido mercantilizando”, lamenta el vigués, al que ha reclutado el herculino Chuny Bermúdez

Gonzalo Araújo, al timón del Telefónica Negro, durante la Volvo Ocean Race 2008-2009. // Mikel Pasabant

Gonzalo Araújo, al timón del Telefónica Negro, durante la Volvo Ocean Race 2008-2009. // Mikel Pasabant

Armando Álvarez

Armando Álvarez

Recién licenciado en Biología, Gonzalo Araújo preparó oposiciones. Se presentó en Extremadura y pasó dos filtros. Se recuerda camino de Badajoz, hacia la lectura que debía asegurar su seguridad profesional. Frenó, tal vez agobiado por aquellas llanuras que lo cercaban.

–Esto no es para mí –se dijo.

Ya entonces había despuntado Araújo como regatista talentoso y polivalente. Pasión y conveniencia colisionaban en su encrucijada. El mar le había ido susurrando su embeleso durante todo el viaje. Lo convocaba a su vientre. Nacido en Madrid, de infancia lucense antes de la mudanza a Vigo, el enamoramiento le llegó con diez años, en la dársena del Náutico. En aquella carretera extremeña se rindió finalmente a su destino. Giro el volante. Jamás se ha arrepentido. Ni siquiera por la mercantilización del oficio. Su amigo Chuny Bermúdez de Castro lo ha convocado a la última etapa de la Ocean Race, la antigua Volvo. Comandará una de las guardias en el Mirpuri/Trifork entre La Haya y Génova. El último romántico vuelve al timón en una travesía oceánica.

Más de 35 años de carrera han trascurrido desde aquella epifanía pacense. Su interminable currículo incluye todo tipo de roles –patrón, tripulante, entrenador, juez, jurado– y pruebas, de las más próximas a los principales circuitos, con victorias en Copa del Rey, TP52, J70 o Swan. Araújo disfruta con la variedad. “Es muy chulo cambiar en la vela”, agradece. Sigue saliendo a navegar por la ría de Vigo con igual entusiasmo que en aquellos primeros cursillos. Admite, no obstante, la seducción especial de las grandes aventuras: “Navegas día y noche. Estás muchas horas a la caña. Y ahora casi no navegas a la caña. Vamos con armadores y suelen llevar ellos el barco. Todo ha cambiado mucho”.

No es nostalgia engañosa de lo que en realidad nunca sucedió sino fidelidad a lo que fehacientemente se logró y se ha perdido. A Araújo, tan joven entonces, le encandiló como aficionado aquel proyecto de Galicia 93, barco construido en los astilleros Armada, con la colaboración de la Xunta y el patrocinio de Pescanova, que participó en la Vuelta al Mundo. “Había proyecto, una idea de estar presente con regatistas de aquí, de promocionar Galicia, con un sponsor relacionado con el mar...”.

Araújo ya pudo disfrutar como participante en el Telefónica Negro que compitió en la Volvo Ocean Race 2008-2009, que salió desde Vigo. Otro modelo, más global, pero igualmente atractivo. “Lo disfruté mucho por el equipo humano. La regata era muy fuerte en ese momento, con los mejores patrones”. La competición comenzaba en los planos del barco: “Era como la Fórmula Uno. Había cuatro parámetros pero podías desarrollar los barcos libremente. Trabajábamos con los ingenieros y con los diseñadores de mástiles y de velas. Era una pasada”.

La crisis económica a finales de esa década obligó a replantearse una competición que exigía una inversión mínima de 15 millones de euros por proyecto. Había que abaratar costes. Volvo desarrolló monotipos, los VO65, para después alquilárselos a los diferentes equipos. “Son barcos más pequeños y media tonelada más pesados. Y media tonelada de carbono hace que sean más robustos.”, explica Araújo. “No es un barco tan radical. Los anteriores iban al límite en todo y muchos no acababan las etapas a causa de las averías. Con el VO65 evitaron que se llegase al final de la vuelta con tres o cuatro bajas. Se fue a otro concepto”.

La evolución del evento ha proseguido. La multinacional sueca traspasó la vuelta al mundo a Atlant Ocean Racing en 2018. Jamás han regresado las épocas de mayor bonanza. En esta edición de 2023, cinco barcos de la clase Imoca partieron desde Alicante el pasado 8 de enero con el objetivo de completar sus siete etapas alrededor del orbe. Son monocascos de 18,3 metros, habitualmente de navegación en solitario o a dos, pero de tripulación ampliada para la ocasión. Seis VO65 los acompañaron en el primer tramo, hasta Cabo Verde, y se les han vuelto a unir en el puerto danés de Aarhus, donde hoy comienza la última etapa.

El Mirpuri/Triford Racing Team es uno de esos VO65. Lo apadrina Paulo Mirpuri, un empresario portugués, que contó con compatriotas para la travesía entre Alicante y Cabo Verde; regatistas de calidad, varios de ellos olímpicos, pero sin experiencia oceánica. En el estrecho de Gibraltar, en sus zigzagueos contra el viento, violaron el dispositivo de separación del tráfico marítimo y quedaron descalificados. Los responsables del Mirpuri/Triford han contratado marineros más curtidos en esta segunda ocasión, liderados por Chuny.

El Mirpuri/Triford.

El Mirpuri/Triford. / Fundación Mirpuri

El coruñés, con cinco vueltas al mundo a sus espaldas, adhiriéndose a las cuotas de sexo y edad del reglamento, ha añadido otros elementos veteranos a su dotación, como el sudafricano Mike Pammenter y el holandés Bouwe Bekking, que se bajará cuando recalen en La Haya. Será Gonzalo Araújo el que tome su puesto. También subirá a bordo Carlos, hijo de Chuny, que compite en las ligas universitarias estadounidenses y realizó alguna etapa de la Ocean Race de 2022 con el Viva México.

Desde pequeños hemos navegado juntos, nos llevamos muy bien y disfrutamos”, comenta Araújo sobre su relación con Chuny. “Si necesito alguien de su perfil, lo llamo a él igual que él a mí. Además de por la calidad, te gusta que sean amigos. A veces estás harto de navegar con tipos que van con galones y no tienen ni idea. En una regata de un día entre boyas te aguantas y no pasa nada. Si vas a estar diez días en el mar...”.

El regatista vigués Gonzalo Araújo.

El regatista vigués Gonzalo Araújo.

Es aproximadamente lo que durará el viaje entre La Haya, con sálida el 15 de junio, y Génova, donde acaba la Ocean Race. “Es como una pequeña vuelta a Europa”, define Araújo. Chuny, como patrón, supervisará una de las dos guardias en las que se divide cada singladura. Araújo se encargará de la otra. Su conocimiento del VO65 le ayudará a incorporarse en marcha pese a que el escenario deseable incluye seis meses de entrenamiento colectivo.

Cambio climático

Dos gallegos, por tanto, al frente de un Mirpuri/Triford que en su cabalgada –“intentaremos ganar la etapa”– pasará a pocas millas de Fisterra. Araújo pronostica: “Yo espero que acabemos antes del 25 de junio. Depende mucho de la meteorología. Lo normal es que bajemos con nortadas. Deberíamos llegar bastante rápido a Gibraltar. Luego el Mediterráneo puede ser más complicado. Por las noches a veces no hay viento. Y con este tiempo, que no se sabe si es verano o invierno...”.

El vigués, embarcado alrededor de 100 días al año, ha podido comprobar los efectos del cambio climático y la contaminación; cómo el desplazamiento hacia el norte del anticiclón de las Azores desvía y reduce el número de borrascas que visitan Galicia. En la Transpacífico, entre Los Ángeles y Hawái, debían detenerse en ocasiones a desenredar los plásticos. “Este problema podría solucionarse. Pero el del aumento de la temperatura, que ahora se nota a nivel atmosférico, será irreversible cuando se traslade a la hidrosfera”. Cita estudios que prevén que la Corriente del Golfo acabará parándose, lo que provocaría en Galicia un clima similar al de Nueva York. “Corriendo por el planeta”, reza el lema escrito sobre el casco del Mirpuri/Trifork.

La vida se originó en el agua y sigue sujeta a lo que el agua determine. Sigue navegando Gonzalo Araújo por ese líquido amniótico que lo protege contra la angustia de un futuro incierto o la tristeza por la navegación que se ha ido. “Sí se ha perdido romanticismo. Todas las regatas se han ido mercantilizando. Son negocios para el organizador”, lamenta. Y sin embargo, camino de Badajoz, volvería a girar el volante.

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