Un viaje a la dura realidad

El Celta, con mucha tarea por hacer aún en el campo y en los despachos, pierde con justicia ante un Osasuna que explotó la debilidad de los vigueses en la banda izquierda y en el juego aéreo defensivo

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

El Celta salió de su primer partido de la temporada con una lista de tareas más grande que la que tenía cuando empezó la tarde. Muchas dudas inquietantes con las que llegaba a este punto del verano se convirtieron en certezas aterradoras tras el primer partido serio del ejercicio.

La diferencia aplastante que existe entre un equipo hecho y otro con casi todo por hacer quedó plasmado en Balaídos donde el Osasuna se encargó de retratar muchas de las deficiencias célticas para ganar con justicia y bajar varios puntos el grado de entusiasmo que los de Benítez habían despertado en una pretemporada en la que tampoco habían pasado tantas cosas, pero donde la ilusión por creer era más grande que la propia realidad.

Arrasate y sus chicos, uno de los conjuntos mejor trabajados de la Liga y más conscientes de sus límites y virtudes, se encargaron de poner las cosas en su sitio y devolver a la tierra con violencia a quienes habían dejado volar la imaginación con demasiada alegría y seguramente sin excesivas razones para ello.

Benítez, la principal razón por la que la fe del celtismo ha crecido en los últimos meses, apóstol del orden y del equilibrio que tanto se reclama tras años de desmadre táctico, se presentó ante su nueva afición con dos cambios llamativos en la alineación que se daba por segura en la víspera: Cervi y el joven Sotelo fueron titulares. La presencia del canterano es la prueba de que tiene cosas que Benítez no ve en el resto del vestuario y el chico respondió siendo uno de los pocos que se salvó del naufragio general. Por contra, la decisión de alinear al argentino en el lateral acabó siendo poco menos que catastrófica porque Osasuna encontró un filón en ese costado. Casi todo el juego lo inclinaron por ese lado. Puede que fuese una decisión tomada en caliente sobre el césped de Balaídos o que durante la semana intuyesen que ésa sería la principal vía de agua de los vigueses.

El lío del Celta

El resto del partido para el Osasuna resultó sencillo: tener el control del balón (algo que el Celta poco menos que ofreció gustosamente) gracias al mayor número de centrocampistas en el sector central y luego atacar con todo el área para hacer valer su contundencia física. Ahí hay pocos equipos como ellos. En Pamplona creen que los futbolistas también valen en función de su peso y explotan su tallaje ante rivales más esmirriados. Ayer en Vigo remataron absolutamente todos los centros que llovieron sobre todo desde el lateral de Cervi. La flojera de Unai Núñez –sobre quien ya sobrevuela la sombra de Starfelt, el sueco que acaba de llegar procedente del Celtic– resultó evidente.

No tardó en comprender el Celta en el lío en el que estaba cuando pasado el minuto veinte Budimir, que ya había avisado en el cinco con un imponente remate al palo, incrustó un cabezazo en el larguero. El rechace lo recogió Rubén García para batir a Iván Villar. Hasta ese momento solo Iago Aspas había tenido una ocasión en el área rival tras encontrarse un pase de Mingueza en el que le faltó frescura para encontrar una solución.

El gol en contra reactivó ligeramente a un Celta que sufrió para hilvanar juego. Solo la hiperactividad de Bamba, que trabajó a destajo y fue una de las cosas positivas que el Celta pudo anotar en el saldo del partido, pareció agitar un poco a los vigueses que se encontraron con algunas situaciones en el área rival siempre mal resueltas. De Carles Pérez no hubo noticias, tampoco de Larsen (bien defendido por el inmenso Catena), ni de Iago Aspas...el Osasuna estaba completamente convencido de que allí no había peligro a la vista.

En el segundo tiempo pareció cambiar algo la tendencia porque el Celta salió con la intención de hacerse respetar y porque emergió la figura, aunque no durase demasiado, del joven Hugo Sotelo que, pasando por encima de Fran Beltrán, tomó las riendas del partido con una personalidad que parece destinada a convertirle en una pieza clave en el futuro del equipo. A su orden creció el Celta que pisó el área y se acercó al gol en un remate de Bamba y en otro de Aspas que salió desviado. Pero fue una reacción tan tímida como efímera porque la capacidad de producir del Celta son aún escasas y tampoco tienen ahora mismo futbolistas en un estado de forma o con la capacidad para reventar por sí solos a un rival. No hay de eso en la plantilla ni tampoco el ansia por encerrar al rival y dejarle sin respiración.

Gabri Veiga

La preocupación por ahora es ir adquiriendo conceptos poco a poco y Osasuna no es la clase de equipo que concede tiempo para hacer prácticas. Pronto encontraron los navarros una nueva situación favorable en un balón mal medido por Cervi que se fue de cabeza hacia la trampa de Rubén Peña. El lateral rojillo le dejó tirado en tierra de nadie y vía libre hacia la portería. Su remate golpeó el palo y Moi Gómez remachó a la red. Con veinte minutos por delante todo parecía resuelto porque Osasuna es como una piedra a la que cuesta mover del camino y al Celta le faltan demasiadas horas de trabajo para estar en condiciones de inquietar a un equipo tan trabajado y en el banquillo, para cambiar el rumbo de las cosas, tampoco había gran cosa.

Entró Miguel Rodríguez por el ausente Pérez y el redondelano le puso algo de interés y desborde. También Gabri pisó el terreno en el que quizá sea su último partido en Balaídos. Fueron las últimas noticias de una tarde que más que secar el depósito de la ilusión empezó a llenar el de la inquietud. Queda mucho por hacer, demasiadas tareas pendientes en el campo y en las oficinas de la calle Príncipe. Y dos semanas por delante para solucionarlas.