Berta Ojea | Actriz, y coeditora de la traducción al gallego de la biografía de María Casares

“María Casares tenía dos amores en la dramaturgia española, y uno era Valle”

Cambados acoge la presentación de la biografía de la mítica actriz gallega

Berta Ojea, ayer en la biblioteca Luís Rei, de Cambados.

Berta Ojea, ayer en la biblioteca Luís Rei, de Cambados. / Noé Parga

A Coruña acoge esta noche la trigésimo octava edición de los premios María Casares. Es el certamen más importante del teatro gallego, y lleva el nombre de una mujer nacida en A Coruña, pero que tuvo que huir a Francia por la Guerra Civil. Fue en ese país donde labró su impresionante carrera. La biblioteca Luís Rei, de Cambados, fue escenario anoche de la presentación de “A única, María Casarés”, traducción al gallego de la biografía de Anne Plantagenet que han preparado la editorial Kalandraka y la también actriz Berta Ojea.

–Trató mucho a María Casares. ¿Cómo fue el primer encuentro?

–Fue en 1989, en el teatro Hébertot, en París. Ella representaba “La vida que te di”, de Pirandello, y como yo estaba haciendo un curso en París fui a verla. Aquello supuso un impacto muy fuerte para mí. Cuando salió al escenario vi una figura inmensa, con una fuerza tremenda, desprendía tanta energía que me echó hacia atrás. Al terminar la función, pedí permiso para hablar con ella unos minutos y me dejaron pasar a los camerinos. Me atendió muy correcta, pero prestándome poca atención, hasta que le dije que era de A Coruña. En ese momento, me vio de verdad, y me preguntó, con mucho acento gallego, ¿y qué haces tú aquí? Charlamos un rato y al despedirnos me dijo que si quería llamarla otro día que podía encontrar su teléfono en la guía. Me costó mucho llamarla, pero al final me armé de valentía y lo hice, y a partir de ese momento quedamos muchas veces. Siempre me preguntaba como estaba A Coruña, pero enseguida me interrumpía, porque no quería que lo que yo le decía alterase sus recuerdos.

Un momento de la presentación.

Un momento de la presentación. / Noé Parga

–¿Por qué se implicó tanto en la edición gallega de la biografía de Anne Plantagenet?

–Leí muchas cosas sobre María Casares, pero en la biografía de Plantagenet es donde encontré el latido de María, el ritmo que tenía María al caminar, en su manera de expresarse... Pensé que publicar la biografía en gallego era una manera de hacerla volver. Y, ahora, con esta gira que estamos haciendo por Galicia para presentar el libro queremos decir que cuando se hable de talento gallego, hay que hablar de María Casares, porque ella nació aquí y nunca olvidó A Coruña.

–Sin embargo, nunca regresó.

–Cuando se exilió, dijo que nunca volvería mientras viviese Franco. Más adelante no lo hizo porque sabía que al regresar no encontraría la ciudad que había conocido de niña. Ella sí quería volver, pero trabajando, alojarse en un hotel y que la gente fuese a verla al teatro, no para recibir un homenaje en su casa natal.

–Apunta que hay que reconocer las cualidades artísticas de María Casares. ¿Hay que reivindicar también a la persona, a la mujer?

–La actriz y la mujer van unidas. La María Casares mujer tuvo una vida apasionante, de una libertad enorme. Fue una mujer ejemplar, una mujer imprescindible en la historia por su manera de ejercer la libertad y de tomar sus propias decisiones. María Casares fue una mujer libre. Siempre decía que su verdadero exilio fue cuando de niña su familia dejó A Coruña y se instaló en Madrid. Fue ahí donde sintió que le quitaban sus raíces.

Público asistente al encuentro literario.

Público asistente al encuentro literario. / Noé Parga

–En Madrid conoció a Ramón María del Valle Inclán.

–Valle Inclán iba a su casa a ver a su padre. Era una figura que infundía mucho respeto a María. Ella tuvo dos amores fundamentales en la dramaturgia española, que fueron Valle Inclán y Federico García Lorca. En los años 60 participó en una producción de “Divinas Palabras” del Teatro Coliseo de Buenos Aires con Jorge Lavelli.

–Se dice de ella que tenía una personalidad arrebatadora.

–Era una persona cultísima y de una enorme vitalidad. Una de las facetas más sorprendentes de ella era la velocidad a la que vivía. Era una persona a la que le gustaba poco hablar del pasado. Hablábamos de teatro, de política, de pensamiento... pero casi siempre del tiempo presente.

–Y fue en todo momento fiel al teatro, pese a que en el cine habría encontrado fama y dinero.

–Era de esa corriente de actores de principios del siglo XX para los cuales lo primero era el teatro. Ella consideraba que el actor de teatro era más dueño de lo que hacía sobre el escenario que uno de cine en un rodaje. Aún así, trabajó con históricos cineastas franceses.

–Galicia cuenta hoy con actores reconocidos a nivel estatal como Luis Tosar o Luis Zahera, y ha exportado producciones de éxito como “Todo arde”, “O corno”, “Rapa”... ¿Vive el audiovisual gallego su edad de oro?

–No me gusta decir eso, porque seguro que aún vamos a llegar más allá, pero sí que podría definirse de ese modo. Recuerdo que la primera vez que rodé en Galicia fue para una producción de la TVG y me sorprendió mucho ver lo preparados que estaban los equipos técnicos. Considero que la salud del audiovisual de cualquier país empieza por tener buenos técnicos.

Suscríbete para seguir leyendo