Carlos Mouriño deja el club en manos de su hija Marián

Al margen de las calamidades que llegaban desde el terreno de juego, la gran noticia del año en el Celta ha sido la despedida de Carlos Mouriño después de diecisiete años al frente del club. La presidencia más larga de la historia, la que comenzó en 2006. A los ochenta años, con el club estabilizado en lo institucional y fortalecido desde el punto de vista económico, Mouriño decidió que era el momento de poner el punto final a su etapa. El Centenario invitaba también a ello, un momento simbólico para cerrar una etapa.

En estos diecisieta años Mouriño impuso un particular estilo de presidencia que gobernó en los complicados inicios –condicionados por las penurias económicas y el proceso concursal– hasta disfrutar de un florecimiento financiero y deportivo (una semifinal de Europa League y dos semifinales de Copa del Rey) que en las últimas temporadas se ha visto empañada por las malas decisiones en el plano deportivo y las guerras institucionales en las que se enfrascó a cuenta de Balaídos y la nueva ciudad deportiva.

Carlos Mouriño: “Confiad en Marián”

Carlos Mouriño entrega el club a su hija Marián que desde hace meses ha tomado las riendas de la sociedad aunque oficialmente su presidencia no comenzó hasta el 13 de diciembre. Marián llega con un equipo nuevo (ha cambiado todo el consejo, ha elegido a José Gaizarain como director general y ha liquidado a Luis Campos, el director deportivo “en la distancia” para colocar en su sitio al mexicano Marco Garcés). La nueva presidenta, la primera mujer que manda en el Celta en sus cien años de historia, llega con la promesa de recuperar un clima estable en torno al celtismo, pacificar la relación con las instituciones, en potenciar su política deportiva y seguir adelante con sus proyectos estratégicos.