A vueltas con la Segunda República

Francisco Hernández Vallejo

Como preámbulo, que no lleve a nadie a confusión, considero, que el Golpe de Estado promovido por los generales Sanjurjo, Mola y Franco el 1936, fue una de las mayores barbaridades que han sucedido en toda la Historia de España, con unas consecuencias funestas, que han marcado y marcan varias generaciones y, traído una odiosa dictadura, que practicó la crueldad y el asesinato de los vencidos.

Añadiré, que la Monarquía española, salvo contadas excepciones, donde incluyo al rey actual, ha parido reyes y reinas, que desaconsejarían, ese sistema para la Jefatura del Estado. Sería prolijo su análisis, que nada tiene que ver con el fondo del artículo.

Dicho todo lo anterior, hace unos días, se conmemoraba la llegada de la Segunda República, como si su desempeño, hubiera sido para España, una recuperación de las libertades y un ejercicio pleno de Democracia.

No cuestionaré, la legitimidad de la victoria del Frente Popular en las elecciones de 1936; si por el contrario, el desempeño político de la República desde su proclamación, hasta el infausto golpe de Estado, que dio al traste con ella.

Desde el primer presidente, Alcalá Zamora, en 1931, hasta Manuel Azaña, pasando por Martínez Barrio, los sucesivos gobiernos, enfrentaron, sin control esperado, disturbios promovidos desde la extrema izquierda y la derecha, que convirtieron la calle en un escenario de violencia. La Revolución de Asturias en 1934, la quema de conventos sistemática, sin respuesta gubernamental firme, el descontrol sobre los pistoleros de ambos bandos, la proclamación del Estado catalán por Luis Companys, que trajo consigo la declaración del Estado de Guerra, por el Gobierno de Lerroux, y, por su especial trascendencia como pretexto de los golpistas, el asesinato de Calvo Sotelo, por los guardias de asalto al servicio del Gobierno, todo ello, da forma, a un Estado casi fallido, donde ni hay seguridad, ni hay Democracia.

La Segunda República, bendice y alienta un frentismo demoledor, en vez de una política de reconciliación de esas dos Españas que tan bien describe Antonio Machado. Divide más si cabe a la sociedad, gestiona de manera sectaria el país, deambulando de Gobierno en Gobierno. Esa responsabilidad, de aplicar un modelo, que bien llevado hubiera llevado a España a la modernidad, fracasa con estrépito y alienta la mayor desgracia que ha sufrido España en su Historia.

Está claro, que el tiempo sobre las nuevas generaciones, lleva al olvido de aquella inepcia colectiva. El ser humano, tiende a ser indulgente con las figuras, que hoy intentan blanquearse, como si hubieran sido luchadores heroicos por la libertad. No hubo tal; sectarios y anti demócratas como Largo Caballero, Negrín, Casares Quiroga y Pasionaria, se contraponen con un Ejército golpista y pródigo en asonadas y un fascismo emergente en las figuras de Onésimo Redondo, Ramiro Ledesma y, de forma más académica Primo de Rivera, hijo del antiguo dictador.

Homenajear, aquel desastre colectivo e incluso pretender convencernos de las bondades de aquel régimen fallido, es no tener memoria histórica o no haberse ilustrado lo suficiente en el antes y sobre todo en el durante.

De ahí, el gigantesco logro de la reconciliación en España y de la Constitución, que hoy, algunos-as irresponsables, tratan de cargarse, con las mismas maneras que hundieron la República.

Pasemos página sobre aquella desdicha, dejemos descansar las figuras de los responsables, restituyamos el honor de las víctimas; de todas. Miremos hacia adelante y, si de verdad queremos saber, ilustrémonos en los historiadores mas asépticos. Será todo un ejercicio de salud democrática y de convivencia.