La ensenada de Arnosa, ese reducto aún "virgen" de Sanxenxo

Es uno de los espacios más singulares de la joya turística de las Rías Baixas

R.V. / S. R.

Sanxenxo, joya turística de las Rías Baixas y el municipio gallego que más turistas recibe, todavía salvaguarda reductos a los que los visitantes no llegan. Ello le ha permitido mantener su singular carácter, pero también ha padecido el olvido. Durante siglos fue el pulmón económico de la comarca por su actividad extractiva: de sal, marisco, barro...

Se trata de la Ensenada de Arnosa, un ecosistema tan único como delicado. Sus salinas proveían a distintos monasterios gallegos, y cuando su importación clausuró sus depósitos, el barro se convirtió en nueva fuente de prosperidad. Se extraía de la misma ensenada, aprovechando el vaivén de las mareas. Pero sin duda fue el marisqueo el que dio de comer a las familias de la zona, especialmente el del berberecho.

La industria también apostó por este espacio intermareal. A principios del siglo XX en él se inauguró la fábrica más importante de la Galicia de su época, Guisalosa y Cía, donde se hizo el primer ladrillo refractario de España.

La actividad económica cambió la morfología del estuario con excavaciones, ensanches, caminos, espigones... y en las últimas décadas fue el sector de la construcción quién dejó su huella en forma de chalés.

Sin embargo, esta transformación del paisaje no ha impedido que la ensenada conserve parte de su esencia.

Tragedia en el mar

El 25 de febrero de 1940, la vida de los vecinos de Vilalonga giraba en gran medida alrededor del marisqueo. Por ello, familias enteras cogían un velero hasta Arnosa para hacer con almeja y berberecho, pero aquel día el vendaval dirigió el barco contra unas rocas y volcó. Su naufragio se llevó la vida de 23 personas, entre ellas niños de 4 y 11 años que faenaban con sus padres.