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Una joya histórica y ambiental

La ensenada de Arnosa, que la Xunta busca poner en valor, es uno de los espacios más singulares y maltratados

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La ensenada de Arnosa, una joya histórica y ambiental Gustavo Santos

Pulmón económico, fabril, extractivo… y también pulmón de vida. La ensenada de Arnosa, en la costa de Sanxenxo, ha cobrado un renovado protagonismo tras el anuncio de la Xunta de que realizará en este espacio una intervención paisajística, pero en realidad ese papel lo ha renovado desde hace cientos de años, para las generaciones de vecinos y también para el medio ambiente.

Es una de las zonas más singulares, delicadas y también maltratadas históricamente de Galicia, con suelos y un microclima propio, como repiten vecinos y cosecheros para explicar la enorme productividad marisquera y en general extractiva de la ensenada.

Es desde hace siglos el epicentro de la vida en la comarca. Tanto, que le dio nombre, vinculado a las salinas que se extendían a lo largo de esta costa entre las parroquias de Vilalonga y Noalla.

En este tramo funcionaban 7 salinas pertenecientes a otros tantos monasterios gallegos, entre ellos Samos y San Martín Pinario. Estuvieron plenamente activas hasta que la navegación permitió un comercio regular con Aveiro, que proveía de sal más blanca y depurada.

Con todo, la labor extractiva seguiría, ahora con el precioso barro. Se sacaba de las canteras, de las fincas de costa; incluso del lecho de la ensenada aprovechando las mareas. Una vez retirado el caolín del mar, lo almacenaban en galpones en la ribera, limpiaban de arena y se enviaba por el puerto de Sanxenxo a Valencia.

Es una zona intermareal y de marisma de gran belleza paisajística/ Gustavo Santos

A principios del siglo XX se abre “la fábrica más importante de la Galicia de su época”, recuerda Victoriano Andrés Otero, cronista y testigo de excepción de la vida en Sanxenxo con su más de medio siglo como funcionario. Era la industria de Guisalosa y Cía, donde se hizo “el primer ladrillo refractario de España”, señala, un material pionero que recomendaban los ingenieros para todo tipo de chimeneas fabriles.

La presión sobre un ecosistema tan delicado fue brutal. A la intensidad de la ocupación humana (solo la fábrica del industrial de la cerámica empleaba a más de un centenar de jornaleros) y agrícola de siglos se sumaron las nuevas industrias.

Restos de embarcaderos, accesos y canteras inundadas jalonan la costa/ Gustavo Santos

Éstas promovieron excavaciones, lagunas, caminos de acceso… en un ecosistema de confluencia de aguas dulces y marinas, un estuario con pequeños arroyos e islas, profundamente transformado en apenas 30 años.

Se hicieron ensanches, caminos y espigones. Se mantenían canteras en activo, varias de ellas hoy inundadas, en un paisaje único que se propone poner en valor mediante una intervención paisajística.

El impacto sobre la vida social no fue menor y destacados periodistas de la época retratan como pueden la labor de jornaleros que trabajaban 12 horas diarias por un sueldo mísero. Los restantes de la familia que no pudiesen soportar las condiciones de la fábrica, posiblemente buscaban futuro en el marisqueo.

Y es que antes del turismo, en aquel 25 de febrero de 1940, la vida de los vecinos de Vilalonga giraba en gran medida alrededor del marisqueo. La producción de berberecho, por ejemplo, era sencillamente inmensa y motivó que cogiesen un barco que se hundiría en la ensenada, a unos metros de orilla, perdiendo la vida 23 personas, entre ellos niños de 4 y 11 años que mariscaban con sus padres.

Se hicieron ensanches, caminos, espigones, se mantuvieron canteras en activo y el paisaje fue profundamente transformado en pocos años

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En esa década “se decía que donde la gente tenía más dinero era en esa zona, que era donde la Caja de Ahorros tenía cartillas con más fondos; tenían fama de ser ahorradores, de casarse y enterrarse con el mismo traje, y de trabajar mucho”, recuerda Victoriano Andrés Otero.

Cuando entró en el Concello, eran 12 funcionarios, sepulturero incluido. Hoy la administración local supera con creces los 400 en los meses de verano, a mayores de más de 50 agentes auxiliares, personal del puerto deportivo y las empresas de servicios, lo que da una idea de la increíble transformación que experimentó Sanxenxo en el final del siglo XX.

De ahí vendría el último gran maltrato que tuvo que soportar la ensenada. Primero se edificó Sanxenxo. Y como un cáncer se fueron extendiendo los chalés (lo del dudoso gusto huelga) y el turismo de sol y playa, que se multiplica alrededor de las carreteras.

Suponen una nueva presión sobre un espacio de tal relevancia ecológica que fue incluido en el convenio Ramsar de humedales de importancia internacional. Es uno de los mejores sitios de España para avistar aves, una rareza tan hermosa e increíble como que continúe resistiendo.

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