Entrevista | Rafa Dávila Educador social y orientador educativo

“Es el sistema el que tiene que adaptarse al alumno, no el alumno al sistema”

“Para mí, la auténtica revolución educativa está en bajar las ratios y en que haya un equipo de orientación multidisciplinar en cada centro”, afirma

Rafa Dávila.

Rafa Dávila. / Ana Cruz

M. González

M. González

El educador social y orientador educativo Rafa Dávila, premio Madresfera 2023 en Adolescencia y con una comunidad de más de 26.000 seguidores en TikTok, imparte mañana una charla en la Escuela de Magisterio CEU de Vigo, organizada por la asociación Inventiva, en la que hablará sobre “Altas capacidades y fracaso escolar”.

–¿Es común un bajo rendimiento cuando hablamos de alumnos con altas capacidades (AACC)?

–No siempre van unidos, pero es una cuestión que suele aparecer. Hay un 70% de personas con alta capacidad que puede tener bajo rendimiento y cerca de un 50% corre el riesgo de sufrir fracaso escolar. El gran problema de todo esto, como muchas otras cosas dentro de la alta capacidad, es el desconocimiento y los mitos que la rodean. Antiguamente se hablaba de la alta capacidad como superdotación simplemente y se pensaba que los superdotados no podían suspender ni tener problemas en la escuela.

–¿Qué sucede para llegar a esta situación de fracaso escolar?

–La base de todo esto es el enriquecimiento, que va mucho más allá de lo puramente didáctico o académico. El enriquecimiento es encontrar aquello que te hace fluir, feliz; que todo lo que tienes alrededor desaparezca para que tú puedas centrarte en lo que te hace feliz. En un sistema educativo en el que los contenidos están tan marcados todo se queda muy encajonado. Se trata de entender, y ya no hablo solo de alumnos con alta capacidad, que cada alumno tiene una capacidad diferente. La verdad es que el sistema está dando pasos en la buena línea al empezar a hablar de diversidad, entendiéndola como que cada alumno aprende a un ritmo distinto, tiene unos intereses y una manera de aprender diferentes, y es el sistema el que tiene que adaptarse al alumno y no el alumno al sistema.

–Como se venía haciendo hasta ahora.

–Hay un ejemplo que pone Javier Tourón, uno de los referentes en España de la alta capacidad: Si vas a una zapatería y pides unos zapatos para un niño de 8 años y el zapatero te da un número sin haber visto al niño nunca, sin habérselos probado, te va a dar un 33, pero igual tu hijo tiene un 37 o un 30. O le quedan grandes o pequeños. Esto es igual. El sistema está pensado por edades. A esta edad tu hijo tiene que saber hacer esto. Si no sabe hacerlo está por debajo. Y si sabe o aprende muy rápido, que se espere. Que se dedique a otra cosa hasta que sus compañeros lleguen a ese nivel. Esto está cambiando, quiero pensar que en la buena línea, pero hay un gran camino hasta llegar a ese punto de que el sistema tenga la capacidad de adaptarse al alumno.

–¿Sería bueno entonces que el alumno avanzase, por ejemplo, algún curso?

–Existe esa opción en ese sistema, que es la flexibilización, que puede ser completa (el alumno pasa a un curso superior), o parcial (el alumno cursa asignaturas concretas de un curso superior). Pero aquí hay factores que analizar como la madurez, que el alumno esté dispuesto, la colaboración de la familia. También hay una parte social importante y hay que analizar muchas cosas antes de esa decisión. La base de todo es la felicidad del alumno: académica, social y familiar.

–¿Qué otras opciones habría?

–La opción ideal es conseguir ese nivel de enriquecimiento que sea suficiente. Cuando ves que a un alumno lo que le estás enseñando se le queda corto, ver de qué manera lo puedes enriquecer; buscar qué le gusta, qué le llena, qué le motiva. Qué es lo que él te está pidiendo. Si quiere información sobre el Universo, o sobre física, ahí está el esfuerzo del profesor también para que, cuando acabe sus tareas, darle nociones de algo que a él le llene, le guste y le motive.

–Suena a una educación casi personalizada.

–Una de las grandes luchas, si lo que pensamos es en personalizar el aprendizaje, es el tema de las ratios. Un sistema con menos alumnos por clase, o con un sistema de codocencia (dos o varios proferores por aula), proporcionaría opciones de adaptarnos mucho más a la diversidad. También habría que reforzar los equipos de orientación educativa para que se dedicasen ellos a esta parte social, psicológica y de salud mental de los alumnos.

–Habla de una revolución educativa. Explíquese.

–Para mí, la auténtica revolución educativa estaría basada en estos dos puntos: bajar las ratios y equipos de orientación multidisciplinares en todos los centros educativos. Si ponemos un equipo de orientación en cada centro, formado por psicólogos, educadores sociales, pedagogos..., se podrían hacer, por ejemplo, las evaluaciones tanto de alta capacidad como de otras cosas en el propio centro, los seguimientos, las adaptaciones curriculares...

–Habla de que hay unos 760.000 casos de AACC sin detectar.

–Hay ahora una teoría, que me pone muy nervioso, de que se habla demasiado de altas capacidades, como que se está sobreevaluando la alta capacidad, pero la cuestión es que se estaba infravalorando. Ahora es cuando se empieza a hablar de esto. Estamos en un proceso que se tiene que asentar y llegar a un punto intermedio, lo más cercano posible a la realidad.

Me parece más necesario educar en el buen uso que la prohibición

–¿Estamos muy obsesionados con las notas?

–Yo soy antinotas. Como orientador educativo sí que uso las notas y les hablo de ellas, pero como unidad de medida de cómo está funcionando o no lo que estás haciendo. Hay que darles la importancia que tienen, pero no nos deben obsesionar.

–Como experto en adolescencia, ¿cuál es el secreto para entenderles?

–El secreto es sencillísimo: entender que son personas al mismo nivel que nosotros. Si empezamos a ver a los adolescentes como personas que todavía no han cerrado algunas puertas quizá podríamos nosotros aprender de ellos en algunos temas. Otra cosa esencial es la comunicación, pero una comunicación no invasiva. Tienes que comunicarte con ellos, pero si invadir. Hay que estar en su vida, pero sin meterte en ella. Que tengan la sensación de que estás ahí para el momento que ten necesiten.

–A veces optamos más por prohibirles cosas...

–A día de hoy está pasando una cosa tan curiosa como que el móvil está prohibido en clase, pero de repente un profesor un día les pide que lo lleven para una actividad determinada. ¿En qué quedamos? Me parece más necesario educar en el buen uso que la prohibición. Prohibir me parece el camino fácil. Yo les digo a mis alumnos que sus nietos se partirán de risa cuando les cuenten que en su época los móviles estaban prohibidos.

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