Entrevista | José Martínez Costas Líder de equipo que desarrolla la vacuna gallega contra el COVID-19

“Cuantas más herramientas tengamos para combatir este y otros virus futuros, mejor”

“Las vacunas que tenemos son útiles porque nos protegen, pero no son perfectas”

José Martínez Costas

José Martínez Costas / Xaime Cortizo

El equipo que lidera José Martínez Costas (Vigo, 1963), investigador principal en el Centro Singular de Investigación en Química Biológica y Materiales Moleculares (CiQUS), continúa trabajando en una vacuna contra el COVID-19 que emplea una tecnología propia. En estos momentos, se están realizando los ensayos preclínicos in vivo en un laboratorio de Madrid, los segundos, ya que anteriormente se ensayó la fórmula en Braunschweig (Alemania), aunque sin los resultados esperados.

Con esta tecnología, cualquier tipo de célula puede fabricar microesferas e introducir dentro de ellas los antígenos, por lo que permite producir vacunas contra cualquier patógeno, no solo el SARS-CoV-2. Como principales ventajas tiene que permite generar antígenos vacunales con rapidez y a bajo coste, y es fácil de modificar para adaptarla a posibles nuevas variantes.

–Los primeros ensayos preclínicos con animales de laboratorio, realizados en Alemania, no arrojaron los resultados esperados. ¿Saben ya qué falló?

–Estamos intentando identificar los motivos por los que no salieron bien. Hemos rectificado lo que creemos que hicimos mal y ahora se está realizando un nuevo estudio con animales en Madrid. En un par de meses sabremos si nuestras sospechas son ciertas. Al mismo tiempo, estamos desarrollando otras dos versiones diferentes, con la misma tecnología, aunque con una presentación bastante diferente. No la utilizamos al principio porque estábamos en la carrera de intentar sacar una vacuna lo antes posible, pero en este tiempo hemos ido desarrollándola y por eso creemos que ahora podemos intentarlo con esta versión también. La tercera que se nos ocurrió es totalmente nueva e incluso puede dar lugar a una patente nueva si funcionase.

–Esta tecnología, basada en la utilización de microesferas, ya ha sido empleada con éxito contra virus de interés veterinario, como los de la lengua azul y la peste equina africana. ¿Qué les diferencia del coronavirus?

–Efectivamente, habíamos hecho vacunas antes con esta misma metodología, aunque frente a virus diferentes a los coronavirus, que son virus envueltos. Sin embargo, el desarrollo de estas vacunas nos está permitiendo desarrollar nuestra tecnología para hacer otras contra este tipo de virus también.

–Si los ensayos preclínicos son positivos, ¿cuál será el siguiente paso?

–Nosotros no estamos ya en ninguna carrera para alcanzar la vacuna. Estamos más en la posibilidad de desarrollar nuestra tecnología para poder hacerlo. Ahora vamos a ver qué respuesta inmune produce la versión que estamos ensayando y cuando tengamos las otras dos, haremos lo mismo, y después compararemos entre ellas. Lo último será ver si hacemos un ensayo de vacuna o no.

–¿Sería esterilizante?

–Por ahora, la vacuna que mejor pronóstico tiene de serlo es la del equipo de Enjuanes, porque sería una vacuna viva atenuada, que se podría administrar por vía internasal y crear una respuesta muy buena. Nuestra idea era probar también por vía intranasal con algún adyuvante de mucosas, pero hasta que no lo ensayemos no lo sabremos. Nuestra vacuna es muy sencilla de modificar, por lo que podría adaptarse a futuras variantes e incluso podría ser polivalente, es decir, frente a varios tipos de variantes.

–¿Sigue siendo necesario desarrollar nuevos preparados vacunales ahora que disponemos de varias fórmulas eficaces contra el COVID-19?

–Por supuesto que sí. Primero, porque esto todavía no se ha acabado. Segundo, porque todo el desarrollo que se haga en este campo es positivo. De hecho, las vacunas que tenemos, aunque fueron muy útiles porque nos protegieron bien frente a la enfermedad grave, no son perfectas. De hecho, no evitan el contagio. Por eso, cuantas más herramientas desarrollemos, ya no solo contra el SARS-CoV-2, sino para poder combatir otros futuros virus, mejor.

–Prácticamente desde el inicio de la crisis sanitaria, España ha tenido varias vacunas candidatas bastante prometedoras. ¿Por qué no se ha logrado desarrollar ninguna aún?

–Por varias razones. Las primeras vacunas que salieron fueron posibles porque su metodología es muy fácil y rápida de hacer; hubo un virus anterior muy parecido a este, el SARS-CoV-1, y ya había muchísima investigación de base hecha con ese virus, y tuvieron la suerte de que funcionaron bien, pero podría haber sucedido lo contrario. Se podría decir también que por el nivel de inversión. Invirtiendo mucho más dinero tienes muchas más posibilidades de que te salga bien. Tampoco es cien por cien seguro porque Sanofi, una de las compañías más grandes en el campo de las vacunas, todavía no ha sacado una vacuna. Está a punto de sacarla ahora. De hecho, tenía una candidata, pero le pasó como a nosotros: tuvo que recular y en su caso, empezar desde el principio.

–Llama la atención que los científicos que dirigen los grupos de investigación para dar con diversas vacunas contra el SARS-CoV-2, Mariano Esteban, Vicente Larraga y Luis Enjuanes, estén ya jubilados. ¿Es un problema de relevo generacional?

–No hay una única razón que explique esto. Una es que hay mucho talento fuera. Otra, que este campo de la virología hace años estuvo muy en boga, sobre todo después del sida, pero últimamente parece que había otros campos que atraían más a investigadores punteros más jóvenes.

–Nunca antes se había hablado tanto de ciencia ni se había sido tan consciente de la precariedad de la investigación. ¿Cree que la pandemia servirá para mejorar esta situación?

–Aquí estamos muy infrafinanciados. Si nos comparamos con Europa, aquí la ciencia es una ruina. Llevamos más de una década en precario y ahora parece que quieren empezar a subir un poco la financiación, pero de una manera muy rácana. Ojalá que ayude a concienciar un poco de la necesidad de financiar la ciencia, que es la que nos va a sacar de esta pandemia, pero también puede provocar el efecto contrario: que la gente se aburra de nosotros.

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