Tras dos horas de meditación "in situ", el lama Gueshe Tenzing Tamding decidió que aquel lugar, y todo cuanto lo rodeaba, era el ideal para levantar sobre las ruinas de unas viejas casas abandonadas el primer monasterio tibetano de Galicia y de España. Eso sucedía durante el verano de 2008 en un apacible paraje llamado Ventoselo de Beariz, perteneciente al municipio de San Amaro, provincia de Ourense (a solo 25 kilómetros de la capital). En busca de una ubicación adecuada, Gueshe Tenzing había sido llevado hasta allí allí por su amigo Constantino Barreiro Carreira, "Tito", un vigués que inició en el budismo y que, en cuanto conversó por primera vez con el maestro tibetano, "tuve la impresión de que a aquel hombre lo conocía de toda la vida".

Una vez terminada su meditación, y conocidas las condiciones económicas de venta de los antiguos propietarios del terreno y las viviendas, el lama tuvo muy claro que el de Ventoselo iba a sumarse a los alrededor de 20 centros budistas que funcionan bajo su dirección espiritual, y no solo en España, sino también en países como Japón, Estados Unidos, Singapur y Taiwan. Todos ellos siguen la, por decirlo de alguna manera, línea oficial que traza, desde el corazón del Tibet, el mismísimo Dalai Lama. "Sí, el nuestro es el budismo tibetano, que es la tendencia espiritualmente más importante de esta religión", nos aclara Constantino Barreiro, quien confiesa que "no sé qué tipo de meditación haría el maestro, esas cosas solo las sabe él, aunque intuyo que tendría que ver con la exploración de las energías que fluyen en el lugar". Es de suponer que, además del de la energía, el monje oriental hubiese llegado a la conclusión de que Ventoselo contaba a su favor con otros factores como el hecho de que reunía las condiciones perfectas que él mismo se autoexige para sus escuelas: su aislamiento es relativo, pues el centro del pueblo está a 2 kilómetros (que se pueden recorrer caminando por un sendero) y, por otra parte, además de la cercanía de Ourense, Vigo está a 90 kms., Santiago a 95 y Madrid a 524. La casa principal, en torno a la cual girará todo el templo cuando esté completamente construido, está circundada por un inmenso bosque, cuyos árboles fundamentalmente son robles y pinos; y, en menor medida, castaños eucaliptos y acacias.

Cinco años después de aquella meditación inmobiliaria, y aunque todavía hay bastantes cosas por hacer, entre ellas construir una gompa (iglesia tibetana) con capacidad para 400 personas y una gran biblioteca que incluirá toda la escritura budista que existe en los cinco grandes monasterios de la India, el Centro-Monasterio de Estudios Tibetanos de Galicia no solo es ya una realidad, sino que lleva meses acogiendo tanto a personas deseosas de iniciarse en el budismo, como a venerables maestros que han impartido allí sus enseñanzas o lo han elegido como área de retiro para sus meditaciones: "Periódicamente -informa Constantino- acuden monjes procedentes del Tíbet y otros de países occidentales. Para este verano se espera la presencia de seis maestros provenientes de la India, de los cuales dos seguramente acabarán quedándose aquí como residentes". Y es que este discípulo de Gueshe Tenzing Tamding lo tiene tan claro como su guía espiritual: "Cho Sup Tsang está destinado a ser uno de los centros de referencia del budismo en Europa, una especie de Universidad del budismo".

Constantino Barreiro advierte a quienes por primera vez se acerquen a Cho Sup Tsang, que significa Fuente Inagotable de Sabiduría, que no esperen encontrarse con un edificio del tipo de Oseira, Nuestra Señora de la Merced o cualquier otro monasterio cristiano. "Los budistas -dice- tenemos otro concepto de monasterio,un concepto cercano al de centro de meditación y estudio, sí, pero en él lo normal es que no tenga nada que ver con una exhibición arquitectónica. Para nosotros, monasterio es un sitio en el que viven los monjes, y puede ser desde una pequeña casa hasta un grandioso templo".

En sus dependencias pueden alojarse todas cuantas personas lo deseen, también las que no sean budistas, lo que ocurre es que hay varios niveles de enseñanza: se imparten cursillos para no iniciados pero, también, una serie de clases en las que se manejan unos conceptos que resultarían incomprensibles para quienes, antes, no hubiesen pasado por unas enseñanzas previas. Barreiro, que conoció el budismo hace casi diez años, confiesa que desde entonces esta doctrina no solo cambió radicalmente su vida, sino también su visión de la vida: "He aprendido a vivir más en sintonía conmigo mismo, y eso no solo es bonito, es que es importante, básico para el ser humano". Constantino es uno de los alrededor de quinientos gallegos que habría que definir, pues distintos son sus grados, como "seguidores del budismo".

Decenas de voluntarios

Cho Sup Tsang no hubiese sido posible sin la ayuda de decenas de voluntarios que, al tiempo que se introducían en las enseñanzas emanadas del Dalai Lama, colaboraron también en las obras. La llegada de estudiantes (no les gusta que les denominen discípulos), e incluso de maestros procedentes de otros países ha tenido algún que otro problema derivado del endurecimiento de la ley de inmigración, pero Barreiro Carreira dice que, poco a poco, se van solventando estas dificultades porque una de las consecuencias de haber construido este centro ha sido el incremento de turistas en la zona, con la lógica repercusión en el municipio de San Amaro: "Es que en realidad Cho Sup Tsang ya se ha integrado en una ruta de peregrinación". Y ante ello, claro, las autoridades locales y autonómicas no pueden sino sentirse de lo más satisfechas de la emergencia de este culto a Buda entre carballos y corredoiras de Galicia en este sitio distinto llamado Ventoselo, donde la totalidad de los vecinos ya ha dejado de sorprenderse de ver, cada día, a "unos hombres que se parecen muchísimo al Dalai Lama".