¿Es democrático que se ponga España en manos del 6,5 % de los votos emitidos?

José Manuel Otero Lastres

José Manuel Otero Lastres

Hay quien dice que el pueblo español es el responsable de la situación de bloqueo en la que nos encontramos tras las últimas elecciones generales. Si se dice porque es la ciudadanía quien ha elegido por sufragio universal a sus representantes en las Cortes Generales, es cierto. Pero solo es responsable de eso. Los verdaderamente responsables de todo lo que está sucediendo desde las elecciones son los partidos políticos porque es a ellos a los que les corresponde lograr la investidura de un candidato como presidente del Gobierno.

Que los responsables de la actual situación de bloqueo no son los ciudadanos, sino los partidos, lo demuestra el hecho de que ningún ciudadano ha dado instrucción alguna a los partidos que contendieron electoralmente para que en caso de que no hubiera mayoría absoluta pactaran con unos y no con otros. Más aún: hubo estudios demoscópicos que, tras los resultados, preguntaron qué coalición preferían los encuestados, y la mayoría respondió que la del PP y el PSOE. Sin embargo, hay tal enconamiento entre ambos partidos que su posible coalición fue lo primero que descartó uno de ellos.

Los pactos poselectorales los deciden, pues, las diferentes formaciones políticas y en contra de lo que pudiera parecer no lo hacen en función de lo sea mejor para España, sino de lo que convenga en mayor medida a sus intereses particulares.

"Los verdaderamente responsables de todo lo que está sucediendo desde las elecciones son los partidos políticos porque es a ellos a los que les corresponde lograr la investidura de un candidato como presidente del Gobierno"

Están compitiendo entre sí dos propuestas. La del candidato del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, que ha ganado las elecciones por un amplio margen (16 escaños más que el PSOE), el cual ha declarado que va a trabajar por formar una amplia mayoría constitucional y conseguir la confianza de la Cámara para defender los intereses generales de España. La otra, es la Pedro Sánchez, que busca lo que él llama “una mayoría de amplia base social y de progreso”, que la conformará negociando la contraprestación que deba dar a cada partido que aporte sus escaños para la investidura.

Hay, en principio, tres opciones posibles: la investidura del candidato del Partido Popular, que ganó las elecciones; unas nuevas elecciones; y un nuevo gobierno Frankenstein formado por el PSOE y apoyado por Sumar, ERC, Junts y PNV,.

Personalmente considero que la mejor opción es la investidura del candidato del Partido Popular, que ganó las elecciones, y la del gobierno Frankenstein es la peor de todas por cuatro razones:

1) Porque como no se respeta que gobierne la lista más votada, sino quien obtenga la mayoría aritmética, se deja que decida el destino de España un 4,2% del censo o un 6,5% de los votos emitidos.

2) Porque para formar esa mayoría es imprescindible seguir alimentando al insaciable parásito del independentismo.

3) Porque entre los “alimentos” que exigen esta vez los independentistas hay algunos que no están en el comercio político por ser inconstitucionales.

4).Y porque las cesiones del candidato Sánchez se harán, como hasta ahora, a espaldas de la ciudadanía.

Sobre el punto uno conviene tener presente que, de 36,8 millones del censo electoral y más concretamente de los 24.743.612 votos contabilizados, los partidos independentistas obtuvieron 462.883 votos y 7 escaños de ERC; 392.634 votos y 7 escaños de Junts; 333.362 votos y 6 escaños de Bildu; 275.782 votos y 5 escaños del PNV y 152.327 votos y un escaño del BNG, suman 1.616.988 votos. Los cuales representan el 4,2 % del censo electoral total y el 6,5% de los 24.743.612 votos emitidos. Al PSOE no lo contabilizo porque no llevaba esas peticiones en su programa y si se ve obligado ahora a aceptarlas es a cambio de los escaños para obtener la investidura.

Sobre el punto dos escribí el 5 de junio de 2012 en un periódico nacional que en los años cincuenta, cuando alguien seguía muy delgado a pesar de comer mucho solían decirle “parece que tienes la solitaria”. Lo cual se debía a que la solitaria era un parásito que se enquistaba en nuestro aparato digestivo para alimentarse absorbiendo nuestros nutrientes. Añadía que la solitaria secesionista no había dejado de aprovecharse de la imperiosa necesidad de formar gobierno que tuvieron las distintas mayorías insuficientes habidas tras las elecciones generales. Y concluía señalando que siempre que una minoría nacionalista, radicada casi siempre en las comunidades autónomas más ricas de España, obtuvo prebendas a cambio de facilitar la formación de Gobierno, se resquebrajaron, al menos, dos mandatos constitucionales. El principio de solidaridad interterritorial basado en un equilibrio económico adecuado y justo entre las diversas partes del territorio español (arts. 2 y 138 CE); y la declaración de que toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general (art.128 CE).

"Hay, en principio, tres opciones posibles: la investidura del candidato del Partido Popular, que ganó las elecciones; unas nuevas elecciones; y un nuevo gobierno Frankenstein"

Sobre el punto tres hay que tener presente que pasados 11 años desde que calificaba a los independentistas con el nombre del mencionado parásito, las cosas van a peor: la solitaria tiene más voracidad que nunca y ya pide incluso lo que puede ser inconstitucional, como la concesión de una amnistía a los más de 400 implicados en la vertiente judicial del “procés” que sigue instruyéndose; un referéndum decisivo, no consultivo de autodeterminación, entre los catalanes y sin la participación del resto de los españoles y que se ponga sobre la mesa el modelo del Estado confederal Andoni Ortuzar.

Y sobre el punto cuatro, Gracián escribió que hay que actuar siempre como si nos vieran. Y afirmó: “El prudente sabe que lo miran o lo mirarán. Sabe que las paredes oyen y que lo mal hecho acaba saliendo a la luz”. Lo malo es que cuando nos enteremos quizás ya sea muy tarde.

Pues bien, hay alguien que pueda defender seriamente que es democrático que el 4,2 % del censo electoral o el 6,5% de los votos emitidos decidan el destino la España de la Constitución de 1978, sobre todo si lo que pretenden es dinamitarla sin tener que reformarla.