Incitación a inmolarse

José Manuel Otero Lastres

José Manuel Otero Lastres

Con la edad parece que va disminuyendo nuestra capacidad de asombro. Es tan rica la experiencia vital que se acumula que pocas cosas pueden ya causar extrañeza o espanto. Pues bien, con la veteranía que dan los años, que no es poca, nunca creí que llegaría a ver un anuncio que incitase a la gente mayor a inmolarse en beneficio de sus hijos.

En efecto, hace unos días un compañero de la universidad me envió muy amablemente un vídeo de TikTok en el que se van intercalando imágenes de personas longevas y de un niño, subtituladas con las siguientes palabras: “La Tierra ya no puede soportar el desorbitado número de seres humanos que la habitan. Algo debe hacerse y creo que nos corresponde a nosotros que hemos disfrutado ya de la vida asegurar que nuestros hijos tengan la oportunidad de disfrutar de la vida”. Y concluye: “Yo ya he disfrutado de la vida” (dice la mujer que abre el anuncio). “Yo ya he disfrutado de la vida (dice ahora un hombre)”.

Pues bien, si “incitar” significa “inducir con fuerza a alguien” a una acción, e “inmolarse” quiere decir “dar la vida en provecho de alguien”, el contenido del indicado vídeo está incitando a las personas mayores a que den la vida en provecho de sus hijos.

Para que el anuncio se haga realidad es necesario que los que ya han disfrutado de la vida y desean que sus hijos tengan la oportunidad de hacerlo con las suyas deben poner fin voluntariamente a sus vidas. Pero ¿cómo deben hacerlo? ¿Se suicidan? ¿Solicitan la eutanasia? De esto nada se dice. La cuestión como se ve no es nada fácil.

"Con la veteranía que dan los años, que no es poca, nunca creí que llegaría a ver un anuncio que incitase a la gente mayor a inmolarse en beneficio de sus hijos"

Voy a dar a los promotores del anuncio el beneficio de la duda y voy a admitir que no están induciendo al suicidio. No lo hago por benevolencia, sino porque si para ser delito la inducción al suicidio ha de ser directa, dolosa y eficaz, debo admitir que el anuncio no reúne esos requisitos. Con todo, convendría que no perdieran de vista que está tipificado un delito de inducción al suicidio y que se corre el riesgo de cometerlo.

La otra opción es la eutanasia. Como es sabido, la eutanasia significa etimológicamente “buena muerte” y puede definirse como el acto deliberado de dar fin a la vida de una persona, producido por voluntad expresa de la propia persona y con el objeto de evitar un sufrimiento. Pero también esta figura presenta serios problemas. La Ley Orgánica 3/2021, de 24 de marzo, de regulación de la eutanasia no permite practicarla “a gusto del usuario”, sino solo solicitarla en determinados supuestos, como los dos siguientes: padecimiento “grave, crónico e imposibilitante” y “enfermedad grave e incurable”.

El padecimiento grave, crónico e imposibilitante hace referencia a la existencia de limitaciones que inciden directamente sobre la autonomía física y las actividades de la vida diaria, como por ejemplo que el individuo no pueda valerse por sí mismo, así como sobre la capacidad de expresión y relación. Y llevan asociado un sufrimiento físico o psíquico constante e intolerable para quien lo padece, existiendo seguridad o gran probabilidad de que tales limitaciones vayan a persistir en el tiempo sin posibilidad de curación o mejoría apreciable. En ocasiones puede suponer la dependencia absoluta de apoyo tecnológico.

Por su parte, la hipótesis de enfermedad grave e incurable se refiere a la circunstancia que origina sufrimientos físicos o psíquicos constantes e insoportables sin posibilidad de un alivio que la persona considere tolerable, con un pronóstico de vida limitado, en un contexto de fragilidad progresiva. En estos supuestos, que no son los de “ya haber disfrutado de la vida” que es de lo que habla el anuncio, se reconoce el derecho de toda persona a solicitar y recibir la prestación de ayuda para morir.

Pues bien, si no se puede interpretar el anuncio como una inducción al suicidio, ni es posible solicitar la eutanasia, ¿hay alguna circunstancia que mueva a justificar el abandonar voluntariamente la vida de los más mayores para que la disfruten sus hijos? No encuentro otra motivación que una visión puramente economicista de la vida, según la cual no solo los recursos económicos públicos deben asignarse de acuerdo con el criterio de la eficiencia, sino también nuestras propias vidas.

“Una sociedad que eliminase por razón de la superpoblación a los más viejos solo por el hecho de serlo carecería de todo tipo de valores éticos”

En efecto, basta examinar con detenimiento el anuncio para caer en la cuenta de que toma como referencia una visión economicista de la vida y nos propone una utilización eficiente de nuestras vidas. Adviértase, en efecto, que comienza planteando el tema de la superpoblación (“la Tierra ya no puede soportar el desorbitado número de seres humanos que la habitan”) y que acto seguido ofrece una solución puramente eficiente al problema: “Nos corresponde a nosotros que hemos disfrutado ya de la vida asegurar que nuestros hijos tengan la oportunidad de disfrutar de las suyas”.

Y es que, si la eficiencia es “la capacidad de lograr los resultados deseados con el mínimo posible de recursos”, cambiar las vidas de los mayores por la de los jóvenes supone mejorar los recursos disponibles, ya que se sustituyen los que gastan más (los mayores que necesitan más atenciones médicas, etc.) por los que están más sanos y gastan menos.

No creo que deba esforzarme mucho en rebatir una tesis tan sorprendente. Una sociedad que eliminase por razón de la superpoblación a los más viejos solo por el hecho de serlo carecería de todo tipo de valores éticos y supondría una violación flagrante del principio de igualdad que prohíbe cualquier tipo de discriminación por el solo dato de la fecha de nacimiento. Pero es que, además, personas de edad avanzada crearon para la humanidad parte de sus obras inmortales cuando eran “mayores y ya habían disfrutado de la vida”. Picasso, Cervantes, Ennio Morricone, José Saramago, Clint Eastwood, por citar solo a algunos, son genios que lo siguieron siendo en la edad tardía a los que por fortuna dejaron vivir, aunque ya habían disfrutado de la vida.