Opinión

Pedro Regojo Otero*

El IESE, una apuesta segura

El presidente de los empresarios en la provincia de Pontevedra, Jorge Cebreiros, me invitó a una sesión informativa del Instituto de Estudios Superiores de Empresa (IESE), que versaba sobre el PDD (Programa de Desarrollo Directivo). El IESE fue fundado por Antonio Valero, catedrático de alta dirección de la Escuela Superior Textil de Tarrasa.

Este último hizo, una vez terminada la carrera de ingeniero textil, un máster de dos años en alta dirección por la Universidad de Harvard.

Él fue el español que trajo a este país las nuevas técnicas de gestión de los negocios. El IESE está considerado como una de las mejores escuelas de negocios de Europa.

Yo tuve la fortuna de ser su alumno y pertenecer a un grupo de estudiantes que asistió, durante dos años, a un seminario de alta dirección. De aquel grupo de diez alumnos que asistíamos a este curso en Barcelona formaba parte Antonio Subirats, conseller de Industria del primer Gobierno de la Generalitat. En 1973, realicé el PDD en la Ciudad Condal viviendo en Redondela. Me levantaba muy temprano, tomaba el avión Santiago-Madrid y, en la capital, subían unos compañeros que asistían también al seminario.

Era un martes y empezaba el curso toda la tarde del martes y el miércoles hasta la hora de comer y vuelta a casa.

En el próximo mes de febrero comienza un curso del PDD en Santiago de Compostela. Los interesados en asistir pueden recibir más información en la Confederación de Empresarios de Vigo.

Aquel fue un tiempo de revivir mis siete años de estudio y trabajo en Cataluña.

Lo que sí puedo afirmar es que en aquella tierra no respiraba para nada el ambiente de acritud y división que existe hoy en día allí.

Me acaba de llamar la catedrática de la Universidad de Barcelona Lidia García López-Trabado y me recordaba que hace sesenta años, a finales del mes de septiembre, yo había firmado un contrato en nombre de mis hermanos con Salvador Dalí en Cadaqués.

Cuando entré en su finca vallada con una alambrada había muchos turistas curiosos deseando ver al artista. En aquel momento él estaba tomando unas aceitunas y vi cómo les echaba los huesos a los turistas, que los recibían sonriendo. Yo al ver tal panorama me asusté y me dije: “En qué lío me he metido”.

Mi amigo periodista Irurozki me presentó así: “Dalí, este es Pedro Regojo, empresario gallego”. Y este se quedó pensando y me dijo: “¿Usted es gallego?”. Le dije que sí, a lo que respondió: “Pues yo conozco a un gallego, el general Franco”… Le contesté: “¡Ah! Muy bien”.

Después, pasamos al vestíbulo y redactamos un documento. Y me dijo: “Tengo interés en ser socio de usted; Fortune, al que admiro, tuvo un socio textil”.

Cuando estábamos finalizando el documento en el que yo le entregaba 125.000 pesetas de acuerdo a una peseta por camisa o metro de tela con su marca entró Gala y le espetó: “Este señor es un capitalista. Pídele más dinero”. El genio de Cadaqués le respondió: “Le prometí a este señor que firmaría y firmo”.

Gala era una señora que procedía de un país del Este y, en París, se casó con un poeta parisino, pero este producía poco dinero y, entonces, conoció a Dalí y se casó con él. Fue durante una temporada su musa. Cuando yo la conocí he de reconocer que no era mi tipo.

Llegué a ser buen amigo de Salvador Dalí, pues lo veía con frecuencia entregándole dinero en el hotel Ritz de Barcelona.

Mi formación recibida en el IESE me hizo aprender la aventura de la conquista del mercado catalán acompañado de mi paisano Chano Jiménez Mandado, allá por la década de los sesenta.

Sesenta años es una distancia suficiente en el tiempo para valorar el acontecimiento. La comunicación y la imagen son una buena divisa para ganar mercados.

*Miembro del Club 55