Joaquín Sobreira, “alcalde vocacional”

Ricardo y Joaquín Sobreira desgranan la vida familiar, empresarial y política de su tío, que fue regidor de Cangas en la década de 1940 y del que destacan su vertiente humana

Joaquín Sobreira Lage, en una foto de la colección familiar.  // FdV

Joaquín Sobreira Lage, en una foto de la colección familiar. // FdV / FdV

Los hermanos Joaquín y Ricardo Sobreira recuerdan a menudo méritos y hazañas de su tío Joaquín, que fue alcalde de Cangas entre 1943 y 1949 y del que se sienten muy orgullosos, aunque creen que su labor no está suficientemente reconocida, tanto en su vertiente política como humanitaria. “Vuestro tío fue el mejor alcalde de la historia de Cangas con diferencia”, les comentó el historiador local Eugenio Eiroa, y les relató algunos hechos que lo sustentarían, como las ayudas que gestionó para el municipio o las horas de su tiempo libre que empleó en enseñar a leer a quienes no sabían.

“Vuestro tío fue el mejor alcalde de la historia de Cangas”, les manifestó Eiroa

Joaquín Sobreira Lage nació en As Neves el 31 de enero de 1892 y falleció en Cangas el 20 de enero de 1960. Fue un militar, empresario y político gallego con una amplia trayectoria. Hijo de sargento de carabineros, estuvo cuatro años destinado como cabo de infantería en Larache, y durante su estancia enfermó de paludismo, por lo que regresó a Cangas y se incorporó como contable en la fábrica de conservas de Daniel Eiroa. En 1924, dada la escasez de sardina, organizó en Isla Cristina una conservera de la misma empresa con el fin de exportar a México, Argentina y Cuba. Fue testamentario de Daniel Eiroa, y tras el fallecimiento de este en 1939 creó la empresa de salazón Sobreira y Rial. Importó de Alemania el uso de la lata litografiada. Fue nombrado juez municipal suplente de Cangas en agosto de 1939, gestor del Concello de Cangas en febrero de 1940 y alcalde entre 1943 y 1949.

Otro retrato de Sobreira, del archivo particular.

Otro retrato de Sobreira, del archivo particular. / FdV

Esos son los datos básicos que aporta la Wikipedia, pero los hermanos Joaquín y Ricardo Sobreira, sobrinos suyos, creen que esa biografía se queda corta y que hay muchas más cosas que contar, como ya recordaron en su día en FARO con motivo de la exposición “Lembranzas de Cangas” , en la Capela do Hospital, donde aparecían algunas fotografías de su tío. “Muchas personas vienen a comentarnos algunas historias de él, pero siempre nos destacan su lado humanitario y desinteresado”, resaltan.

Una imagen de grupo durante su estancia en África.

Una imagen de grupo durante su estancia en África. / FdV

Joaquín Sobreira nació en el seno de una familia viajera e inició su juventud en el ejército. Estuvo como soldado cuatro años en Larache, en África, destacado como cabo de infantería con otros paisanos gallegos que “demostraron su gran capacidad y valor”. En 1919 –dos años antes de “desastre de Annual”, la derrota militar española en la guerra del Rif, entre el 22 de julio y el 9 de agosto de 1921, cerca de esa localidad marroquí situada entre Melilla y la bahía de Alhucemas– termina su “servicio a la patria” y lo animan a quedarse en el ejército con un ascenso, “pues tenían informes de que era hijo de un sargento de carabineros, oferta que agradeció, pero rechazó con nobleza”. “Llegó a casa para un breve descanso, donde su madre lo recibió con enorme alegría, porque había enfermado de paludismo durante su estancia en África”. Posteriormente, también su hermano más joven, Manuel Sobreira, regresó enfermo de África por las malas condiciones higiénicas y falta de alimentos, y falleció en casa en 1926, a la edad de 22 años.

Heredaron un consejo: “Nunca se os ocurra meteros en el Ayuntamiento”

Tras probar varias alternativas laborales, Joaquín Sobreira entró en el mundo de la conservera trabajando en la empresa de Daniel Eiroa, en cuya fábrica “demostró su valía y trato con el personal,” destacan sus familiares. “En sus años dentro de la fábrica desarrolla una personalidad recia, de gran valía que el mismo personal de la fábrica apreciaba”, destaca Ricardo Sobreira. De hecho, fue el encargado de crear una de las fábricas de Eiroa situada frente a la playa de Rodeira y actualmente en ruinas. En 1924, dada la escasez de sardina, viaja a Cádiz y en Isla Cristina organiza una conservera con el objetivo de emprender la exportación a países sudamericanos, como México –donde tiene que contratar un guardaespaldas, dada su peligrosidad–, luego Argentina y después Cuba, donde espera a Daniel Eiroa, que llegaría en dos semanas en el mismo barco de la Mala Real Inglesa.

Uno de los hermanos Sobreira contempla la foto de su tío en una exposición en la Capela do Hospital.

Uno de los hermanos Sobreira contempla la foto de su tío en una exposición en la Capela do Hospital. / FdV

Al fallecer Daniel Eiroa, como albacea suyo y finalizada la Guerra Civil, en 1939 crea la firma de salazones “Sobreira y Rial”, y fue pionero en importar de Alemania a España la hoja de lata litografiada, mientras en Francia surgían las primeras cerradoras semiautomáticas que marcaban una nueva era. Y “como su trayectoria profesional era óptima”, Sobreira decidió dedicarse al mundo de la política. “Por aquel entonces nadie quería ser alcalde porque no cobraban y los que se animaban gobernaban durante un año o dos como mucho”, indican sus familiares. “Eran regidores vocacionales que tenían que atender a sus negocios”. Lo que más destacan de su trayectoria como alcalde de la villa es su aspecto humanitario. “Una vecina de A Pedreira nos comentó que no tenían luz por vivir en el rural y él les ayudó”, recuerdan. Además, apuntan que a su tío siempre le interesó la “causa de los pobres”, pues defendía con más ahínco a todo aquel que no tuviera recursos, y destacan que su trato con la gente del pueblo era amable: “Trataba con mucha delicadeza a las personas mayores y a los niños, como si fueran adultos”.

Otra de las fotos de estudio que custodian sus sobrinos.

Otra de las fotos de estudio que custodian sus sobrinos. / FdV

Política y negocios

Y “tras seis años como alcalde, repletos de buenos y malos momentos”, Joaquín Sobreira decidió que ya era hora de abandonar el mundo de la política para dedicarse a sus negocios. “Cuando marchó sabía que no había vuelta atrás pero no quería que el poder le corrompiera porque había entregado ya lo mejor para el pueblo”, comentan sus sobrinos, que se esfuerzan en “investigar más para conocer las obras que realizó como alcalde”, que valoran como “el que más sirvió a Cangas sin cobrar nada por ello”.

Destacan que el historiador local Eugenio Eiroa les comentó en 2008, un año antes de morir: “Vuestro tío fue el mejor alcalde de la historia de Cangas con diferencia”, y lo ilustró con algunos recuerdos: “Durante su mandato venía una ayuda para Cangas y el gobernador lo quería destinar a otra parte. Lo llamó y le advirtió: “Si mañana no llega la ayuda para Cangas, como me llamo Joaquín Sobreira que dejo de ser alcalde”. “¡Vaya si llegó!”, aseguran sus sobrinos, que también destacan que su tío y la mujer de este “enseñaron a leer a mucha gente” en su tiempo libre. “Su vida fue una auténtica odisea”, subrayan, y recuerdan un práctico consejo que les dejó su tía en herencia: “No se os ocurra nunca meteros en el Ayuntamiento”.

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