Pequeños valientes del mar

Navegar a contracorriente

En medio de la debacle del sector, con los desguaces de pesqueros a la orden del día, armadores gallegos como Lito y Arturo apuestan por construir nuevas embarcaciones

Lito, su hijo y un tripulante a bordo del recién estrenado “Dulce Nombre”.

Lito, su hijo y un tripulante a bordo del recién estrenado “Dulce Nombre”. / Javier Teniente

Lito es hombre de mar y doblemente afortunado [por dedicarse a un oficio que ama y por hacerlo acompañado de su hijo]. “Ya tengo edad para jubilarme, el barco fue hecho para él”, cuenta a bordo del Dulce Nombre. Se trata de un pequeño pesquero de artes menores, de poco más de 11 metros de eslora. Sería común como tantos otros que bailan al son de las olas sobre la costa gallega si no fuese porque se dio de alta en junio para faenar. Fue construido este año, en medio de la debacle que atraviesa el sector, y se erige como un auténtico valiente.

Surfeando el tsunami de desguaces más importante que atañe a la flota europea en los últimos tiempos, esta nave de fibra de vidrio y plástico navega a contracorriente. Se muestra impasible mientras desaparecen buques que duplican su tamaño, como los daneses Bering Sea o Andrea, los irlandeses Tea Rose y Velvet Chord II o los franceses Neptune III, Espemar o Hent An Heol, y no hace ascos a ninguna especie.

“Estamos yendo al pulpo, pero cada tres o cuatro meses cambiaremos. Podemos ir a la lura, si abre el centollo vamos al centollo, o a la vieira”, dice Lito. “De momento resistimos”, matiza, pero recuerda que no todo son rosas. La carnada con la que capturan los cefalópodos se ha disparado y hay días menos buenos. “Ayer hicimos 70, hoy vamos a ver si hacemos 40”, comenta a unas horas de ir a la lonja.

Pese a los males, como la vida de mar no hay otra. Y él es consciente. El Dulce Nombre llega para reemplazar a una antigua nave del 89 con la que ha pasado más de tres décadas en el agua. En la que ha enseñado todo lo que sabe a su hijo, que se postula como su relevo en una época en la que precisamente faltan jóvenes que quieran aventurarse a emprender, formarse y descubrir el sector.

“Yo voy camino de 71, el camino de 32”, aclara. Y aunque “la cosa esté muy cuesta arriba”, niega tajantemente estar arrepentido: “Es el oficio que tenemos”. “Cada uno tiene que trabajar en lo que le gusta para poder crecer, si estás en un trabajo que no te gusta no vas a poder crecer. Yo ya podía ganar más de banquero, aunque yo de banquero… Prefiero que me dé el aire”, sentencia Lito.

Ganas de invertir

El reflejo del mar, cada vez más vacío de barcos pese a las nuevas construcciones que llegan a cuentagotas, puede constatarse al revisar las cifras de la Comisión Europea (CE). En el caso de España, por ahora cierra la lista de difuntos el Mari Carmen Tercera, con matrícula de Almería y caído en combate este viernes, pero dicha nave es solo una entre el medio centenar que se ha esfumado en 2023.

Frente a ese número, 26 buques han sido creados en lo que va de año; suponen la mitad y figuran gallegos como O Solla, Esteban, Santa María Dos, O Jaleiro o Indomito. Otro de esos valientes es el Do Mar, una moderna embarcación que comenzó a nadar hace dos meses y actualmente se lanza a por pescados de fondo como el lenguado o la raya entre Corrubedo y Fisterra.

“A mí me gusta mucho lo que hago, me gusta tanto como a ti te puede gustar el periodismo”, resalta su dueño, Arturo. Se levanta a las cinco de la mañana y empieza a trabajar durante una intensa jornada que suele culminar sobre las dos de la tarde, pero lo único que le mete presión no está relacionado con su trabajo, duro como todo en este sector, sino con cómo Bruselas aprieta a su profesión.

Arturo, junto a su equipo, delante del buque “Do Mar”.

Arturo, junto a su equipo, delante del buque “Do Mar”.

“Las autoridades no potencian la creación de barcos”, asesta. El Do Mar es uno de ellos y sabe bien de lo que habla. Pese a ser un pequeño pesquero de casi 12 metros de eslora, prácticamente lo mismo que su colega Dulce Nombre, la inversión que lo convirtió en realidad fue considerable. “Había que hacerlo”, dice. Echó cuentas y su antiguo buque, que tenía 25 años, no iba a aguantar hasta que se jubilase: “Era el momento ideal”.

Arturo, al igual que Lito, deja patente desde el minuto uno que es un enamorado del mar. Ya no solo por cómo habla de su oficio, que también, sino por los valores que heredó de su padre. “No entiendo a esta gente que aparta a sus hijos de esto, yo pienso que este trabajo es tan respetable como una carrera”, afirma, y si tiene que dar un consejo a sus compañeros de sector es que sigan apostando por la actividad.

“Animo a todo el mundo que le guste esto a invertir en esto. Animo a todo el mundo a modernizarse, hay muchos que se quedan atrás”, receta. Él con el Do Mar ya lo ha hecho, a su medida pero con tecnología puntera; preparado para esta dura pero feliz etapa. No es otra que la de seguir manteniendo vivo la espíritu de la pesca, literal y físicamente, para que la costa gallega no pierda su esencia.

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