SOS de ucranianas: “Se acaba el dinero”
Decenas de refugiadas en Vigo necesitan encontrar urgentemente un trabajo en hostelería, en la limpieza o cuidando mayores: “Tenemos para aguantar solo un mes”
Hace menos de tres meses ninguna de las 12 mujeres ucranianas que aparecen en esta fotografía pensaban estar hoy llenando una página de un periódico en un lugar del mapa llamado Vigo. A ninguna de ellas se le pasaba por la cabeza estar con desconocidas, mostrándose al mundo sin tapujos, para buscar un trabajo. Porque se han venido con lo puesto. Porque lo han perdido todo, menos la dignidad y su único objetivo es salir adelante por ellas mismas y dejar de depender de las organizaciones asistenciales y familias acogedoras a las que “agradecemos profundamente su ayuda”. El dinero que algunas pudieron traer en efectivo es inservible en España.
“No pueden cambiarlo a euros en ningún banco por la situación actual”, señala Marta Skyba, presidenta de la asociación cultural, de desarrollo y integración social de ucranianos en Galicia (Girasol). Y lo poco que han traído en sus tarjetas de crédito se está terminando. “Solo tenemos para aguantar un mes más. Si no encontramos pronto trabajo nuestro futuro será muy complicado. Por el momento, podemos comer y vestirnos gracias a las organizaciones y los almacenes comunitarios, pero lo que queremos es sustentarnos por nosotras mismas”, subrayan.
Su vida, literalmente, ha desaparecido. Sus trabajos, sus entornos sociales han sido fulminados y reducidos a escombros igual que muchas de sus casas o las empresas para las cuáles trabajaban. Ingenieras, médicas, contables, químicas, dentistas o enfermeras como Oxana Guceliuk (53) que llegó a Vigo hace menos de tres meses desde Jersón –ciudad totalmente ocupada y que ya cuenta con un nuevo alcalde ruso– junto con su hija de 16 años a la que tuvo que disfrazar para evitar ser violada en los más de 10 controles militares rusos que tuvieron que pasar hasta que pudieron salir del país. “Tengo el título de enfermera y durante los últimos diez años trabajé como masajista profesional. Ojalá pudiera encontrar algo de lo mío pero sino me adapto a cualquier trabajo que pueda desempeñar”, matiza.
Todas tienen su documentación en regla y a sus hijos escolarizados. Algunas de ellas hablan perfectamente inglés y están aprendido español en un tiempo récord con avances significativos. “Dejé a mi madre en Ucrania porque ella no podía viajar. Me dediqué durante toda mi vida a la contabilidad. Me vine con mi hijo de 9 años y me gustaría encontrar trabajo de ayudante en una cocina o en labores de la limpieza porque, por el momento, mi español no me permite tener un trabajo de cara al público”, sostiene Ilona Zaduvailo, de 39 años.
Fueron 11 los trenes que Koval Svitlana (46) tuvo que tomar durante dos largas semanas hasta llegar a Vigo. Doble refugiada, primero en 2014 cuando Rusia ocupó su tierra, Donetsk, de donde tuvo que huir a territorio ucraniano y ahora es Vigo, su tercer hogar. Después de dos meses con una familia gallega, lleva una semana en Accem, la asociación de acogida y atención a personas refugiadas. Le gustaría encontrar un trabajo en hostelería “porque es uno de los sectores en los que tengo experiencia”.
El caso de Olga Shypula (57) es como el de muchas mujeres ucranianas que después de mucha lucha y perseverancia lograron alcanzar un puesto de gran relevancia en su país, donde son los hombres los que logran alcanzarlo más fácilmente. Olga era jefa de oficina de uno de los bancos más importantes de Ucrania. Es, además, relaciones públicas y su especialidad es el comercio electrónico donde tiene una gran experiencia, tanto en gestión como en ventas. “Mi último trabajo fue como jefa de administración de un hotel. Puedo ayudar a pequeñas empresas en lo que necesiten o desempeñar otro tipo de trabajos. Me adapto a cualquier circunstancia”, insiste. Lo único que quieren “es trabajar, bien sea en un almacén, en una cocina o en la limpieza”.
El Gobierno ha endurecido el protocolo que regula las ayudas a las organizaciones como Accem, con sede en Vigo, que se encargan de gestionar la acogida de refugiados procedentes de Ucrania. A partir de ahora, tendrán que justificar cada compra que se haga con el fondo otorgado y se eliminará la ayuda de 50 euros mensual o “de bolsillo” que venían recibiendo los refugiados para gastos personales. “Se mantendrá el primer mes pero en la llamada “fase de emergencia” ya no se dará más por orden ministerial”, explica Daniel Bóveda, coordinador de Accem Vigo. Es cierto que las necesidades vitales de los refugiados están cubiertas con tres comidas al día o vestimenta que provienen de los almacenes sociales pero necesitan tener un dinero propio para poder empezar una vida. “Estamos agradecidísimas porque la acogida está siendo increíble pero no queremos depender del dinero de nadie, queremos ganarnos la vida. Sabemos que las cosas están complicadas pero si existe un trabajo que nosotras podamos desarrollar de manera digna y legal, aquí estamos”, sostienen. Desde la asociación cultural, de desarrollo y integración social de ucranianos en Galicia (Girasol), situada en Vigo, quieren comunicar que “toda aquella persona refugiada que esté en condiciones de poder acceder a un trabajo que consulte primero con la asociación para evitar posibles fraudes o abusos laborales que, dado el desconocimiento inicial, puedan estar sufriendo”.
Para todos aquellos interesados en contratar, tanto a las protagonistas de este reportaje como a muchos otras y otros que también necesitan una oportunidad laboral, pueden ponerse en contracto con Marta Skyba, presidenta de la asociación en el número 692 1122 73 o en el correo aug.girasol@gmail.com.
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