Si había resaca del viernes y el sábado, no se notó en absoluto. Porque desde media mañana las calles del Casco Vello se volvieron a llenar de gente de todas las edades para disfrutar de la gran fiesta de la ciudad. Después de dos años sin Reconquista debido a la pandemia, las ganas de disfrutar de la memorable celebración pudieron con el cansancio. Familias enteras, turistas, grupos de amigos, parejas e incluso equipos deportivos volvieron a hacer que, especialmente a mediodía, por las principales zonas en las que se celebra la fiesta apenas se pudiese avanzar.

Una familia, disfrutando de la Reconquista. Carlos Ponce

“Desde que tenemos a las niñas, hace ocho años, no fallamos. Solo faltamos los últimos dos porque no se hizo, y lo echamos mucho de menos, pero a las pequeñas les encanta. Fueron a la Reconquistiña y lo que más les gusta es el ambiente, ver a la gente disfrazada de los personajes históricos y también la música. Y, obviamente, poder comer las chucherías que ofrecen en los puestos”, aseguraban José y Raquel, un matrimonio vigués que estaba disfrutando a última hora de la mañana con sus hijas Gloria y Gabi de la fiesta.

La tipología de familias en las calles del Casco Vello era de lo más variado. Abuelas por ejemplo estaban con sus nietos, y ellas incluso disfrutaban más de la fiesta que los más pequeños. “Para la gente de Vigo que llevamos décadas disfrutando de esto, es algo inexplicable. Ojalá hubiera olor a choripán en las calles todo el año”, deseaba Josefina, que estaba bailando con su nieto Marcos junto a la actuación de un grupo de música gallega.

Precisamente sin las personas que ponían la música la fiesta no sería lo mismo. Por ejemplo Charo Bouzó, Sita Mariño y Sefi Ferreiro, mujeres que forman parte de los grupos de pandereteiras Orballadas y Perseidas do Berbés. “No faltamos nunca, venimos todos los años y tocamos diferentes canciones de música gallega. Viendo cómo disfruta la gente, esperamos seguir tocando la pandereta muchos años más. Es uno de los grandes momentos para nosotras y sabemos lo que significa para la ciudad porque somos de aquí y amamos la Reconquista”, indicaban mientras hacían una parada para comer antes de volver a coger la pandereta. En lo que a baile y música se refiere, los grupos folclóricos que no actuaban en los escenarios principales hicieron de Teófilo Llorente su escenario particular para el disfrute del resto.

Yopei y Nieves, dos jóvenes chinas afincadas en Vigo. Carlos Ponce

Aunque la gran mayoría de los asistentes eran vigueses, había visitantes de varias procedencias. Los turistas directamente “alucinaban” con la fiesta y con el ambiente mágico que se vivía en el Casco Vello. Y también personas extranjeras afincadas en Vigo que vivían por primera vez la Reconquista. Allí estaban por la mañana Nieves y Yopei, dos jóvenes de origen chino que llevan dos años viviendo en la ciudad. Son amigas, una de ellas trabaja como profesora visitante en la Universidad de Vigo y la otra en Monforte de Lemos. “Nos está encantando, es muy original y nos gusta el atuendo de la gente que viene disfrazada. La alegría que se respira es lo que más nos llama la atención”, aseguran estas dos jóvenes asiáticas, que no obstante apuntan a que les gustaría que además de la fiesta hubiese “más opciones culturales” que ofreciesen información para poder entender mejor el origen y los motivos que han hecho de la Reconquista el gran emblema de Vigo.

Antonio y Natalia, de la Juanita Gastrobar, sirviendo un choripán. Carlos Ponce

Otros de los protagonistas de estos días son los hosteleros presentes en el Casco Vello, que después de dos años muy difíciles por las restricciones de la pandemia empiezan a ver la salida al final del túnel y la Reconquista ha supuesto un gran impulso. En prácticamente todos los puestos gastronómicos los productos estrella eran los más tradicionales de la fiesta: choripanes, bocadillos de tortilla o jamón asado, empanadas y, por supuesto, cerveza. “Estamos vendiendo mucho, no paramos de trabajar y eso siempre se agradece, especialmente después de dos años tan complicados. Lo que más nos piden sin duda son bocadillos, especialmente choripán, y cañas. Llevamos tres días a tope”, aseguraba al mediodía Natalia García, empleada de la Juanita Gastrobar, un histórico restaurante del Casco Vello que durante las fiestas montó también un puesto de comida y bebida en la calle. También tuvieron mucho éxito, como todos los años, la oferta de dulces, sobre todo las tradicionales crepes con chocolate o gominolas y pasteles de todo tipo.