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El estudio a tiempo parcial se impone para 11.000 universitarios gallegos

Uno de cada cinco alumnos de los campus gallegos se adscribe a una opción que permite rebajar la cifra de asignaturas | En los grados de Ingeniería y Arquitectura son el 25%

Alumnos en la ABAU. | XOÁN ÁLVAREZ

El tiempo es oro. Siglos de sabiduría popular dejan constancia de su valor en el refranero español y quienes tienen que multiplicarse para hacer frente a numerosas obligaciones son, si cabe, más conscientes de sus limitaciones. No es inusual que miles de personas abandonen el mercado laboral para asumir el cuidado de familiares o que muchos funcionarios aprovechen las posibilidades de conciliación que les ofrece la Xunta. En Galicia se suman a esa vida poliédrica en la que hay que ajustar bien los relojes para llegar a todo alrededor de once mil universitarios con dedicación parcial a sus estudios debido a sus cargas familiares o laborales.

Las tres universidades públicas gallegas contemplan la posibilidad de solicitar acogerse a una modalidad que reduce los créditos en los que hay que matricularse. En la Universidade de Vigo, por ejemplo, hay que demostrar “circunstancias debidamente justificadas de carácter laboral, familiar, por atención a personas dependientes, por actividades deportivas de alto nivel o por cualquier otra circunstancia” en la solicitud que analiza la dirección del centro al que se adscribe la titulación, que valora si eso impide o no la “dedicación plena” a los estudios universitarios, que es la modalidad por defecto en los campus.

Los estudiantes deben acreditar la condición para acceder a esa modalidad de estudio

Los datos del Ministerio de Universidades –relativos a 2019-2020– elevan la cifra de alumnado a tiempo parcial en las facultades gallegas a 10.926 alumnos: 8.628 de los que acreditan circunstancias para matricularse de menos materias estarían inscritos en grado y los otros 2.298, en másteres. Conforme avanza el nivel formativo, y con él la edad, la modalidad va a más: son casi uno de cada cinco alumnos en general, pero representan un 17,4% de inscritos en grados y más del doble en másteres (38,1%).

En carreras vinculadas a la rama de Ingeniería y Arquitectura el peso de la dedicación parcial es mayor: hasta uno de cada cuatro matriculados en grado. Lo contrario sucede, con un 9% del alumnado, en títulos vinculados a la rama de Ciencias de la Salud. Al examinar los ámbitos, esa relación se confirma: es Arquitectura, con un 37,6% de matriculados a tiempo parcial, la líder, y en el extremo opuesto está Medicina, con un 5,1%.

No obstante, no todos los que trabajan o tienen familia se matriculan específicamente en esa alternativa. De hecho, en la última encuesta de inserción laboral entre graduados de la Axencia para a Calidade do Sistema Universitario de Galicia (Acsug), cuatro de cada diez entrevistados aseguraron haber trabajado durante la carrera, en su inmensa mayoría a tiempo parcial y en gran parte de los casos en labores no vinculadas a su itinerario académico.

Cata es un ejemplo. Se ha matriculado a tiempo completo en 1º del grado de Matemáticas, pero compatibilizó el curso con clases particulares a niños, a las que dedicó una media de 16 horas semanales. Y todavía es capaz de buscar tiempo para colaborar en sesiones de acompañamiento y estimulación con Agadea, una ONG de ayuda a personas con Alzheimer. Cuando Cata llegó a Matemáticas, tras perderle el miedo en el instituto por dos profesores a los que alude con gratitud –al igual que a su familia, que la ayuda a “compaginar horarios”–, ya echaba una mano a niños de vecinos y conocidos con el “cole” y no lo dejó, sino que fue a más, porque le gusta “mucho enseñar”. Y eso pese a reconocer que es “complicado” llevar las materias al día con una sola tarde libre a la semana en un grado que exige “muchas horas de estudio teórico y otras tantas de práctica”. No obstante, alega –aparte de “disciplina”, que sí–, lo “más importante es priorizar”. “Mis objetivos académicos no son seguramente los mismos que los de otros compañeros que no trabajan. Para mí la prioridad era mantener la cabeza y el cuerpo sanos y disfrutar al mismo tiempo de la carrera y de mi trabajo”, argumenta esta joven, para resaltar que en otros países está “más normalizado trabajar y estudiar” y que además a ella trabajar la ayuda a “liberar presión” con respecto a lo académico. Así, dice, intenta hacerlo “lo mejor” que puede, “pero sin prisa”.

Si esta chica de la comarca de Santiago está todavía al principio de ese camino, a Alfonso Domínguez, de Noia, de 36 años, papá de dos niños y profesor en una academia especializada en ciencias, le ocurre lo contrario. Tras varios años encajando piezas de un rompecabezas donde están presentes su familia, su ocupación laboral y hasta dos carreras diferentes (Psicología y Matemáticas), que fue retomando en función de las circunstancias, ha logrado llegar casi hasta el trabajo de fin de grado en Matemáticas –con un stop en la ruta de un máster en Dirección y Gestión de Recursos Humanos–. En Matemáticas, que empezó en 2005, dejó y luego retomó en 2013 compatibilizándola con trabajo, lo fue logrando, aunque “no es una carrera para todos los públicos”, “cogiendo asignaturas poco a poco y asumiendo que las mañanas son exclusivamente para estudiar, como si fuese un trabajo más”. Eso antes de los niños, aclara. Porque ejercer como progenitor, primero de uno y después de dos, junto a una dolencia de su esposa, elevó más arriba el listón. Habría tirado la toalla de no ser por su familia y de que echó mano de las fuerzas que le daba pensar que “estaba a punto de llegar a la meta”. En su horizonte está ser profesor de secundaria.

Tanto a Alfonso como a Cata les gusta dar clase y aunque destacan que la presencialidad está muy bien, coinciden en que la pandemia, que trajo consigo sesiones telemáticas que podían revisionar a su aire, les ayudó a confeccionar sus propios horarios.

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