España, frente a su espejo

- La selección busca el billete para la final ante la Italia de Mancini, que maneja idéntica filosofía futbolística - La conquista del balón será clave en dos equipos atrevidos y valientes - Olmo, posible recambio de Sarabia

La selección española, 
al comienzo del
 entrenamiento. | // EFE

La selección española, al comienzo del entrenamiento. | // EFE / marcos López

marcos López

En Wembley, la tierra prometida del barcelonismo ya sea en el viejo y derruido campo (1992) como en el nuevo (2011), libra la atrevida España de Luis Enrique la semifinal de la Eurocopa ante la pujante, rejuvenecida y distinta Italia construida por Roberto Mancini. Se parecen tanto ambas selecciones que el cuidado césped de la moderna catedral londinense parecerá un espejo. En la grada miles de aficionados, pero sin españoles o italianos porque la UEFA ha prohibido el viaje hacia Inglaterra, convertido el estadio en una burbuja repleta de seguidores británicos, mezclados, eso sí, con residentes españoles o italianos en las islas.

A un lado de ese espejo queda reflejada La Roja, que volverá a ir vestida de blanca, dispuesta a honrar el estilo que le llevó a la cima en cuatro años inolvidables (Eurocopa, Mundial y Eurocopa), un hito jamás alcanzado por ninguna otra selección. Enfrente, mirándose en lo que ahora pretende ser, anida la atractiva ‘squadra azzurra’, que ha desmentido los viejos y ancestrales mitos del calcio, demostrando que se puede jugar bien, ganar y, al mismo tiempo, divertir a la gente.

España quiere ser la vieja España de Luis y Del Bosque, aquella que arrinconó, y tal vez para siempre, la furia para entregarse al toque y el pase. E Italia pretende ser España, dispuesta a quitarle el balón, despojándole esta misma noche de su gran tesoro. El botín es tan valioso (una final de una Eurocopa) que toca apelar a la esencia del juego para salir con la llave de Wembley en la mano, que le permita a La Roja regresar el domingo para pelear por el título, pendientes del desenlace de la otra semifinal entre Inglaterra, que juega arropada en casa, y Dinamarca, también en el mismo estadio.

Se parecen tanto y tanto que, a veces, hasta se confunden. Usan incluso el mismo sistema de juego: el 4-3-3 al que Cruyff dio vuelo en el Barça. España lleva la firma de Luis Enrique, que se ha terminado saliendo con la suya, en medio de un clima de indiferencia y reproche inicial, transformado ahora en un tibio reconocimiento porque le siguen esperando. Y él lo sabe. Pero ni le preocupa ni tampoco le condiciona. A su manera ha llegado a Wembley. Y así seguirá. Italia también posee la inconfundible rúbrica de Roberto Mancini, aquel exquisito jugador del Sampdoria (perdió la final de la Copa de Europa contra el Dream Team en el viejo Wembley hace ya casi 30 años), que ha regenerado con dulzura y elegancia a una desgastada y caduca selección.

Puestos a concidir lo hacen hasta en el debate sobre el nueve, una figura en desuso en el fútbol moderno. A Morata, enfrentado esta tarde a sus compañeros de la Juventus (Bonucci, 34 años, y Chiellini, 36), se le pitó y se le discutió desde el primer minuto. A Immobile, más de lo mismo, sin que la Bota de Oro europea, trofeo que posee y le acredita como al máximo goleador del continente, le proteja de la crítica en su país. Y también fuera de Italia por su burda simulación de un penalti que no era ante Bélgica en cuartos.

En tiempo récord, Luis Enrique ha devuelto a España a la aristocracia europea. Igual que Mancini. Ambos han tejido fuertes vínculos emocionales con sus jugadores, que trascienden más allá de lo puramente futbolístico. Lucho ha creado el España Fútbol Club, sin estrellas, ni vedettes, donde un grupo de jóvenes, en el que sobresale Pedri, un talento canario (18 años) que brilló en el Barça de Koeman, como bandera de una nueva generación. Mancio, como le llaman en su país, ha parido el Italia Fútbol Club. No son selecciones, son familias que han generado una gran cohesión e identidad propia en semanas de convivencia, tensa al inicio en La Roja, relajada en la ‘squadra azzurra’, antes de asomarse hoy a Wembley.