Profes que enseñan a abrir puertas

Tras retirarse, Fernando Gil y Mavi Sanmartín imparten clases de español de forma gratuita a la población extranjera de la localidad a través de Cáritas A Estrada

Gil y Sanmartín en la aula en la que imparten sus lecciones de lengua castellana.

Gil y Sanmartín en la aula en la que imparten sus lecciones de lengua castellana. / // BERNABÉ/ DARIAN

Decía Nietzsche que existe una tensión entre el egoísmo y el altruismo y que en realidad no existen acciones desinteresadas, pues el ser humano siempre busca un beneficio, aunque este simplemente sea la satisfacción que le produce el haber llevado a cabo dicha acción dadivosa. La reflexión del filósofo alemán es mucho más dura, pero permitiéndonos ciertas licencias benevolentes, este argumento fácilmente podría aplicarse a la situación de los estradenses Mavi Sanmartín (69) y Fernando Gil (70), quienes desde hace unos meses en el primer caso, y un par de años en el segundo, dedican parte de su tiempo libre tras la jubilación a dar clases gratuitas de español a la población inmigrante de la localidad en el local de Cáritas.

El motivo por el que esta actividad sin ánimo de lucro no la consideran ellos altruista es por la enorme satisfacción que les produce, pese a los retos que supone inicialmente el intentar enseñar un idioma a personas con las que en muchos casos no se comparte ni la rama lingüística.

Fernando Gil empezó a impartir clases de castellano en Cáritas A Estrada hace casi dos años. “Cuando me jubilé me acerqué a la organización para prestar mi ayuda en lo que fuese necesario, pero inicialmente no estaba en mi mente dar clases, y menos de lenguas” comenta Gil, quien está acostumbrado a otro tipo de aulas como catedrático de edafología de la Universidad de Santiago. “Me dijeron que lo que más urgía era alguien que enseñase español y diese clases de apoyo a los niños de primaria y secundaria, así que a ello me puse, con los retos que eso supuso” comparte.

Él conoce muy bien la solitaria y frustrante sensación de llegar a un lugar en el que no sabes ni puedes comunicarte: “Cuando hice mi tesis doctoral tuve que vivir en Alemania durante un tiempo y entonces no sabía nada, por lo que también me apunté a este tipo de clases para coger nociones básicas de supervivencia”. Precisamente gracias a su experiencia como alumno, pudo reproducir el esquema de las lecciones que recibió e implementarlas a su aula.

Mavi Sanmartín lleva menos tiempo que Gil en esta labora. Concretamente, se unió al equipo hace unos meses, aunque llevaba años con la idea en la mente: “Siempre me había interesado la alfabetización en adultos y sabía que quería hacer algo similar cuando me jubilase, pero después vino la pandemia y mis planes quedaron suspendidos durante un tiempo, hasta que hace unos meses recuperé la iniciativa”. Desde entonces confiesa que la experiencia no puede ser más enriquecedora: “Yo me divierto mucho, no puedo decir que lo hago de forma altruista porque en realidad es un quid pro quo, ellas aprenden y yo me mantengo entretenida y estimulada mentalmente”.

Sanmartín también está acostumbrada a la educación, tras una larga carrera como profesora de infantil, pero confiesa que esta experiencia es un nuevo reto: “Vamos sobre la marcha, con un diccionario árabe español y dando las primeras pinceladas básicas para aprender a manejarse en situaciones como ir al médico a buscar trabajo”.

Pese a los obstáculos que pueden surgir tanto Gil como Sanmartín resaltan lo gratificante que resulta el trabajo y animan a otros a que se animen a prestarse como voluntarios.

Alumnado marroquí y femenino

Actualmente existen dos grupos para las clases de español que se imparten en Cáritas A Estrada, de una hora a la semana cada uno. El del nivel más básico lo lleva Mavi Sanmartín, mientras que Fernando Gil enseña a aquellos que ya tienen nociones básicas para comunicarse pero desean dominar el idioma, principalmente para acceder a puestos de trabajo o para desenvolverse adecuadamente en situaciones como el médico, el colegio de los niños o el banco. La mayor parte del alumnado es de procedencia marroquí, aunque también empiezan a anotarse personas llegadas de Pakistán. Además, las mujeres superan abismalmente a los hombres. Aún así, el ratio de clase no pasa de los cinco estudiantes, que van cambiando cada poco tiempo con continuas altas y bajas en la lista. Por otra parte, también se imparten clases de refuerzo de primaria y secundaria a los menores, donde ya se supera el índice de alumnos, que van a que les ayuden a realizar las tareas de clase, principalmente.

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