Taekwondo - Campeonato de España

Una familia de campeonas

Virginia Sixto y sus hijas Valeria y Vega, del Club Patiño, entrenan juntas y lograron tres medallas en el nacional

Se suele decir que los clubes deportivos son como familias. Por ejemplo, a la selección española de baloncesto se la conoce como “La familia”. Pero hay veces que ese carácter familiar es absolutamente literal: es el caso de Virginia Sixto y sus dos hijas, Valeria y Vega Soto. Las tres forman parte del Club Taekwondo Patiño de Moaña y las tres regresaron recientemente del Campeonato de España de clubes con una medalla colgada al cuello. Una situación muy poco frecuente que ellas y el Club Patiño viven con una gran alegría. Y con el ánimo de seguir sumando medallas.

Primero empezó Valeria, con menos de cuatro años de edad. La pequeña consiguió reenganchar a a su madre, Virginia, al mundo del deporte. Y para completar el triángulo llegó Vega, que en realidad ya hacía deporte desde el mismo vientre materno. Virginia Sixto y sus hijas Valeria y Vega son una auténtica familia de deportistas y campeonas. Las tres forman parte del Club Patiño de Moaña y en el reciente Campeonato de España de clubes (en La Nucía, Murcia) regresaron cada una con su medalla en la categoría de técnica o “poomsae”. Valeria (10 años) fue oro en alevines (ya había ganado otros dos en la categoría benjamín), Vega (7 años) fue plata en su debut en benjamines y Virginia consiguió otra plata en la categoría máster 1 (para competidoras entre 40 y 50 años). Y para rematar, en el Open de Ourense celebrado justo antes de las fiestas navideñas, las tres consiguieron el oro en sus respectivas categorías.

El deporte se lleva en los genes. Virginia, que es natural de Ferrol, practicó karate desde muy joven, con 12 años formaba parte de la selección gallega y es cinturón negro tercer dan. Más tarde, los problemas físicos y la exigencia de estudiar una ingeniería le llevaron a dejar la competición, aunque nunca dejó de practicar deporte. “Cuando nació Valeria tenía claro que quería que hiciese deporte y que probase las artes marciales. Puede parece un deporte unitario o muy independiente, pero se crea un vínculo y una relación muy bonita con tus compañeros. Es algo que yo viví y que quería que mis hijas al menos también lo probasen”, explica. Y además los valores. “Las artes marciales son un deporte que educa. Aportan educación, respeto, disciplina y saber estar”, defiende Sixto.

Por motivos laborales Virginia Sixto se trasladó a Vigo (trabaja en el Centro Tecnolóxico de Automoción de Galicia) y poco después decidió mudarse a Moaña, donde nacieron sus hijas Valeria y Vega. Aquí no encontró donde practicar karate, pero cerca de su domicilio están el Club Patiño y el taekwondo. Primero empezó Valeria, con menos de cuatro años de edad y que desde el principio mostró unas grandes condiciones para este deporte. “Empezó a destacar de forma prematura en sus primeras participaciones en los torneos locales y con 10 años ya cuenta con tres campeonatos de España”, subraya el responsable y entrenador del club, Miguel Patiño.

De esta manera su madre volvió adentrarse en el mundo de las artes marciales. “Tenía ganas de volver a pisar el tapiz, para cualquier competidor pisar el tapiz con los pies descalzos es una sensación maravillosa”, cuenta Virginia Sixto. El propio Miguel Patiño le animó a matricularse en las clases para adultos y desde entonces no ha parado, aunque no ha sido fácil. “Pensaba que el taekwondo era algo muy parecido al karate pero no es así. Es verdad que hay una base y unos movimientos, pero la ejecución es muy diferente. El karate es más potencia y explosividad, mientras que el taekwondo es más fluido, elegante y la potencia llega al final. Volví a engancharme, aún con la lucha de recomponer todos mis movimientos”, explica.

De izquierda a derecha, Valeria Soto, Vega Soto y su madre Virginia Sixto, esta semana en el gimnasio Patiño, en Moaña.

De izquierda a derecha: Valeria Soto, Vega Soto y su madre Virginia Sixto, esta semana en el gimnasio Patiño, en Moaña. / Gonzalo Núñez

Ese proceso no paró siquiera cuando se quedó embarazada de Vega, que antes de nacer ya hacía taekwondo en el vientre materno. Ella también empezó con apenas tres años y medio y su progresión es espectacular. “Debutó en el Campeonato de España con 7 años, es una benjamín de primer año que tuvo que enfrentarse a niñas mayores que ella y logró una medalla de plata”, destaca Miguel Patiño.

El regreso a la competición para Virginia Sixto llegó hace un poco más de un año y al Campeonato de España disputado a principios de diciembre en Murcia tuvo la oportunidad de acudir junto a sus dos hijas, una sensación que es difícil de describir. “La posibilidad de entrenar y disfrutar con ellas. Yo sé cómo es la sensación de salir a un tapiz y que haya cinco jueces observándote y valorándote, conozco esa sensación de nervios y el esfuerzo que exige la técnica, con muchas horas de entrenamiento y repeticiones para perfeccionarla”, enumera la madre de Valeria y Vega. Virginia intenta transmitirles tranquilidad y ánimo para intentar hacerlo lo mejor posible. “Estar abajo en el tapiz con ellas, darles ese último abrazo de ánimo es maravilloso. Y luego ellas arriba en la grada, animándome y grabando... ¡Guau, es algo maravilloso! Es la mejor medalla posible”, relata.

La familia junto a su entrenador, Miguel Patiño, con sus medallas tras el Open de Ourense.

La familia junto a su entrenador, Miguel Patiño, con sus medallas tras el Open de Ourense. / Cedida

Al final las tres volvieron con su respectiva medalla. Y eso que Virginia Sixto reconocía que acudía al campeonato sin expectativas. Al final fue subcampeona, solo por detrás de la actual campeona del mundo. “Es sorprendente pero solo porque lleva muy pocas competiciones. La primera es de hace apenas un año, de carácter autonómico y de promoción para deportistas aún con cinturón de color. El subcampeonato tiene un mérito tremendo porque en competiciones oficiales para cinturones negros debutó este mismo mes de octubre”, destaca de ella Miguel Patiño.

Una semana después madre e hijas se colgaron el oro en sus respectivas categorías en el Open de Ourense. Un cierre de año perfecto y que es un nuevo impulso para seguir luchando, compitiendo y compartiendo vivencias y valores.

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