Liga de Campeones

Duelo mayúsculo entre dos modelos de éxito

Ancelotti apela a lo emocional y busca revancha por la goleada del año pasado

fermín de la calle

La nueva geopolítica del fútbol, reconfigurada a base de petrodólares pérsicos, ha llevado al Real Madrid a jugar cuatro de sus cinco últimas eliminatorias de la Liga de Campeones en Inglaterra (Liverpool, Chelsea, Manchester…). Lo que confirma, en realidad, que la Champions no está tan alejada de la pretenciosa Superliga de Florentino. Pero lo que se libra hoy en el Etihad trasciende al fútbol. Se trata de un duelo mayúsculo entre dos modelos de éxito futbolísticos (y empresariales). Uno regado con petróleo y una gestión multicultural con acento catalán y rasgos árabes. El otro es el triunfo del ladrillo y el personalismo de un presidente que controla cada rincón del Real Madrid, su obra más faraónica.

Deportivamente City y Madrid se han convertido en la némesis del otro. Con el Barça menguado por su desastrosa gestión, el Madrid reconoce en los citizens a su nuevo alter ego. Guardiola terminó de matizar su City campeón mientras se relamía las heridas de aquella derrota impensable en el Bernabéu con dos goles de Rodrygo en un minuto. El Madrid, por su parte, se ha reinventado desde las cenizas del 4-0 del año pasado. Ancelotti ha robustizado el mediocampo tras aquella goleada que cerró abruptamente una época gloriosa.

El dilema esta noche, tras el 3-3 de la ida, radica en si se jugará al ajedrez, como pretende Guardiola, o a las damas, como propone Ancelotti. Carletto avisa que “habrá sorpresas ni magia, Pep puede estar tranquilo”. Los dos tratarán de imponer sus fortalezas al tiempo que rentabilizan las debilidades rivales. Es el City un equipo con alfiles (Bernardo Silva o Grealish), torres (Rodri, Stones o Ruben Dias), reyes (De Bruyne) y reinas (Haaland). Mientras este Madrid rocoso es más diagonal y eléctrico. Todos miran a Bellingham, que atraviesa por su momento más espeso de la temporada. El inglés dota al equipo de consistencia y comprensión futbolística. Con la pelota en los pies habla el mismo idioma que Kroos o De Bruyne, pero tiene un punto de exuberancia ofensiva que le acerca a Vinicius y Haaland.