Natación

El último tatuaje

Chano Rodríguez se somete a nuevas tecnologías de medición para preparar el plan físico con el que intentará disputar en París sus séptimos Juegos Paralímpicos

Chano, durante la evaluación. |  // MARTA G. BREA

Chano, durante la evaluación. | // MARTA G. BREA

Armando Álvarez

Armando Álvarez

En el bíceps derecho de Chano Rodríguez, de tan ancho, pudiera alojarse el infinito. Contiene al menos seis nombres: Sidney, Athenas, Beijing, Londres, Rio de Janeiro y Tokyo. Las sedes de los Juegos Olímpicos en los que ha participado. En ese bíceps caben dieciséis medallas olímpicas, sueños cumplidos y recuerdos imborrables. Son dos décadas sobre la piel, que aún espera prolongar hasta 2024. Porque Chano, de 67 años cumplidos, ha reservado espacio para un último tatuaje: París. “Nunca ha sido fácil, pero en este caso me parece casi imposible”, admite. El vigués se aferra al adverbio. Se dejará el alma en el casi. El seleccionador español, Laureano Gil, le ha abierto la puerta del relevo 4x50. Chano se exprimirá para firmar la mínima. Y ha recurrido a la tecnología más innovadora en este “último cartucho”.

Chano ha acudido de mañana a las instalaciones del gimnasio iFit, en el campo de O Vao. El preparador Joan Rodríguez colabora con él desde la puesta a punto de los Juegos de Río, cuando la biología comenzó a lastrarlo. La temporada ha concluido. Joan quiere evaluarlo para diseñar el plan que le proporcione fondo físico. Esta vez, sin embargo, le aguardan más pruebas que las convencionales.

Joan Rodríguez conoce a Diego Valiño, un coruxense que ostenta la representanción en España de Vald Performance. Esta empresa australiana, explica Joan, “ha desarrollado nuevos instrumentos de medición de todo tipo de valores relacionados con la actividad física; fuerza, velocidad, biomecánica...”. En una reunión previa con Chano y su entrenador, Alex Brea, han concluido que el reto de París les exige “rascar un poco más” las posibilidades que el cuerpo del nadador ofrece; en realidad, apurarlas totalmente. Diego Valiño acepta aportar su material.

Chano, con los Juegos a los que ha acudido tatuados.

Chano, con los Juegos a los que ha acudido tatuados. / Marta G. Brea

Chano se tumba sobre unas placas. Se activan sensores. Le van cambiando las posturas. Un ordenar lo registra todo. “Analizamos problemas, como que a un brazo le cuesta que el agarre del agua sea efectivo. Esta tecnología nos permite medir exactamente cómo aplica la fuerza, en qué momento, con gestos exactos a los que hace en el agua. Con todos esos datos diseñaremos los ejercicios que encajen más en las necesidades que hemos visto. En enero lo volveremos a valorar para ver si hemos acertado con el plan de trabajo”.

Joan tiene en Chano a un pupilo dócil. “Si tú le marcas 100 repeticiones, eso hará, igual que si son 200 o 1.000. Necesita esa organización”, explica el preparador, que apunta: “La cabeza marca la diferencia. Si no, sería imposible que se exigiese tanto. Ir a París será complicado, pero ya lo era el Mundial de 2022, Tokio.... Con él nunca puedes descartar nada”.

–Y este tío dice que cada año tiene que mejorar –se ha asombrado Valiño, con admiración.

“Es que de eso se trata. Entrenamos para mejorar”, insiste Joan y Chano lo refrenda. Mejorar, aunque inevitablemente el crono vaya empeorando. Progresar en la técnica y el adiestramiento mitiga el declive natural. El objetivo es alcanzar la versión más perfecta que cada etapa permita. “Es defecto del animal”, define Chano sobre su mentalidad. “Ganar está fuera ahora de mi alcance. Jugamos con esa parte del deportista que es superarse a uno mismo. Hay que entrenar incluso más fuerte que antes y sobreponerse a lo que la gente pueda considerar un fracaso, que no lo es. Yo opinaba lo mismo cuando conquistaba medallas”.

Chano y su equipo variarán su táctica habitual, con más incidencia en el trabajo en seco, como la potenciación de los brazos, aunque haya igualmente sesiones diarias de piscina. La Federación Internacional publicará las mínimas olímpicas en escasas semanas. Conocerá entonces la dimensión exacta de su desafío, que iniciará en el Trofeo Ciudad de Barcelona, en febrero. “Serán unas marcas complicadas”, anticipa.

El camino a París más asumible pasa por integrarse en el relevo 4x50. “El seleccionador me quiere llevar. Pero él tiene que presentar al Comité Paralímpico unos tiempos que pueda defender”, asume Chano. “Aparte de que tengamos un buen ‘feeling’, sabe qué puedo aportar en cuando a madurez, historia...”. Una historia cuyo epílogo todavía no se ha escrito, aunque lo hayan excluido de las ayudas del Plan ADOP por su edad. Solo en el agua se decidirá si aún le añade a su bíceps un último tatuaje.