fútbol - Copa del Rey

Borja Iglesias, de profesión goleador

El gallego marcó y fue designado mejor jugador de la final de Copa que ganó el Betis

Borja Iglesias, el sábado, celebra su gol ante el Valencia en la final de la Copa del Rey que ganó con el Betis. |  // JON NAZCA

Borja Iglesias, el sábado, celebra su gol ante el Valencia en la final de la Copa del Rey que ganó con el Betis. | // JON NAZCA / óscar méndez

El trabajo sin descanso cuando peor le estaban saliendo las cosas o, directamente cuando no le salían. Las largas temporadas sin ver portería, su sequía goleadora nada más llegar a Sevilla... Todo quedó olvidado en la pasada madrugada del domingo. Borja Iglesias selló la que posiblemente es su actuación más determinante desde que es futbolista. Lo hizo en el momento exacto, cuando su equipo más lo necesitaba. Lo que había en juego era nada más y nada menos que un título de Copa y, de paso, la clasificación directa a Europa League. En una campaña que no le está resultando de todo agradable, alternando titularidades con suplencias, el gallego firmó un partido estelar frente al Valencia consagrándose así como un futbolista histórico. Lo es porque ayudó a que el Betis obtuviese la tercera Copa de su historia. En un tercio de la mismas está escrito con letras de oro el nombre de Borja Iglesias.

Pellegrini optó por darle la titularidad al gallego, que respondió al chileno. No habían pasado ni diez minutos cuando un cabezazo suyo a escasos centímetros del borde del área pequeña desató la locura en la mitad de La Cartuja. El de Santiago lograba lo más difícil en una final: abrir la lata. El gol, además, es de los que se deben poner en las escuelas para explicar qué debe hacer un delantero en el área. Desmarque al primer palo, frenazo y nuevo desmarque esta vez a la espalda de los zagueros, que no supieron descifrar sus movimientos. Era el culmen a tres años claramente agridulces.

Borja Iglesias llegó en 2019 al Betis después de que los verdiblancos pagasen su cláusula de rescisión de 28 millones de euros y que lo convertía en el segundo fichaje más caro de la historia de la entidad. Con esa presión llegó el compostelano, que llevaba tres años firmando actuaciones prodigiosas. En la campaña 2016/17 anotó 34 dianas con el Celta B, en la siguiente se fue hasta los 22 con el Zaragoza en Segunda División y en la 18/19, la de su debut en Primera División, firmó 17 con el Espanyol. Sin embargo, en Sevilla se le hizo muy pequeña la portería.

En su primera temporada y media como verdiblanco apenas anotó cuatro goles. Fue a finales de enero de 2021 cuando renació y volvió a hacer aquello que se mejor se le daba: marcar goles. El punta gallego anotó de manera consecutiva ante Osasuna, Barcelona, Getafe y Alavés. Volvió a recuperar la sonrisa y su fútbol. Ese ejercicio lo cerró con 11 goles y buenas sensaciones. Este año ya suma 18 tantos y, con el del sábado se convirtió, además, en el pichichi del torneo copero.

De hecho, ese gol, como si de una losa sobre su espalda se tratase, liberó a Iglesias, que se fue agrandando con el transcurrir de los minutos y sobre todo desde que el Valencia consiguió el empate. Para el recuerdo una exquisita “cola de vaca” en el segundo tiempo que dejó a Juanmi delante de Mamardashvili y que no significó la segunda diana de los sevillanos de puro milagro.

Su gasolina duró hasta el minuto 100, cuando Pellegrini lo sustituyó por Willian José. Se fue ovacionado. A Borja Iglesias, marque o no, lo quieren todos. La afición es crítica y cariñosa con él, que demuestra día a día la clase de futbolista que es. Y de persona. Ya en el banquillo, el gallego sacó un remanente de energía para animar a sus compañeros en el tramo final de la prórroga y en la tanda de penaltis. Y al final sonrió. Por él y por los suyos. Por lo vivido esa noche y por lo sufrido en los últimos tres años.

Porque el fútbol siempre ha estado en la vida del ex del Celta. Para bien y para mal. Desde que daba sus primeras patadas como jugador de fútbol sala en el colegio La Salle. Valiente como pocos, nunca le asustaron los retos. Muy jovencito cruzó el país para militar en las canteras de Valencia y Villarreal. Hasta allí se fue el Celta a buscarlo sabiendo que en sus piernas había un diamante en bruto. Cuatro años en el filial le bastaron para anotar 76 goles, una cifra que ningún otro ha alcanzado con esa camiseta. El fútbol le tenía preparadas nuevas aventuras lejos de casa y este fin de semana escribió el que es su mejor capitulo como deportista. La Copa que iba a ser de Canales o Fekir acabó siendo la Copa de Borja Iglesias.

Félix Cao, preparador físico, completa la cuota gallega del campeón

El triunfo bético en la Copa del Rey tuvo cierto acento gallego. Y no solo por Borja Iglesias, goleador del equipo en la final, sino también por uno de los miembros del cuerpo técnico liderado por Manuel Pellegrini. Félix Cao, preparador físico de los verdiblancos y uno de los hombres fuertes del entrenador chileno es ourensano. De hecho, su sintonía con el delantero santiagués es máxima y ambos posaron con el trofeo al final del choque cuando se vieron en el vestuario. La carrera deportiva de Cao dio un giro de 180 grados en el verano de 2016, cuando precisamente conoció a Manuel Pellegrini. Por aquel entonces, el preparador físico gallego se encontraba en China y el chileno fue fichado por el Hebei para que impulsase su crecimiento. A partir de ahí se han hecho inseparables y el míster chileno se lo llevó primero al West Ham y más adelante al Betis, donde cumple su segunda campaña en la parcela física del primer equipo. Cao inició su experiencia profesional como rehabilitador de jugadores en el Pontevedra, desde donde pasó a la cantera del Celta. En 2015 llegó al fútbol chino y una año después conoció a los que han sido sus compañeros en el cuerpo técnico desde entonces. La aventura en el país asiático inicialmente era para cuatro meses, pero finalmente la experiencia se alargó casi tres años. Ahora, con casi 40 años, alcanza su primer gran título en el fútbol profesional. Un título con acento gallego.

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