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El ‘gaikokujin’ feliz

Diego Piñeiro se ha proclamado campeón de la copa japonesa con el Toyoda Gosei solo tres semanas después de su llegada

Diego Piñeiro, con el dorsal 23, celebra la victoria con sus compañeros.

Diego Piñeiro, con el dorsal 23, celebra la victoria con sus compañeros. / armando álvarez

Armando Álvarez

Armando Álvarez

Suena la bocina y aunque la victoria se ha podido masticar desde hace muchos minutos, Diego Piñeiro estalla de júbilo. Alza los brazos al cielo y se abraza a sus compañeros. Todos bailan en corro en el centro de la pista. “He ganado mi primer título profesional. El primero siempre es especial”, celebra el vigués. Ha soñado con esta escena desde que era un niño o en aquellos primeros entrenamientos con los adultos del Academia Octavio. Seguramente nunca se la imaginó a 10.700 kilómetros de casa, rodeado de un griterío en japonés. Piñeiro ha ganado la copa nipona apenas tres semanas después de aterrizar desde el ocaso europeo en el país del sol naciente. Resume: “Estoy contentísimo”. Un “gaikokujin”, un ‘extranjero’, feliz.

Piñeiro es, junto a Pedro Rodríguez, la gran figura de la cantera viguesa de la última década. El Ademar lo reclutó con apenas 16 años. En León creció durante siete temporadas hasta convertirse en capitán y emblema. Llegó a debutar como internacional. Pero el club volteó su política y Piñeiro emigró en 2018 hacia el norte, como tantos talentos del depauperado balonmano español. El olívico recaló en el US Dunkerque; un proyecto ambicioso, de clase media alta en Francia.

Al estiloso pivote le costó procesar el rocoso estilo galo, de mucho lanzamiento exterior y escasa conexión con la segunda línea. Su rendimiento en las dos primeras campañas, con todo, resultó satisfactorio. El COVID lo abocó a un amargo divorcio el pasado verano. No tanto por sufrir la enfermedad, que le hizo perder seis kilos y las secuelas del ahogo. Dolió sobre todo el comportamiento de la entidad.

A punto de cumplir 27 años, con mucho bagaje a sus espaldas pero toda la carrera por delante en un deporte de longevos, tocaba escoger camino. Y aunque tuvo propuestas más convencionales, a Piñeiro le entusiasmó la aventura que su agente le presentó: fichar por el Toyoda Gosei, campeón de liga y copa de Japón, radicado en la ciudad de Nagoya. Recabó información. El primer entrenador, Shigeru Tanaka, trabajó durante dos años en el filial del Barcelona y habla español. Su ayudante, específicamente encargado de la táctica, es el malagueño Víctor Hugo López. Entre los extranjeros contratados estaba el cubano Yoan Balázquez, ex del Teucro. Como entrenador de porteros, aunque a distancia, trabaja Víctor Alamo, que ejerce ese mismo cargo en el Stuttgart del vigués Roi Sánchez. Toda esa urdimbre de contactos le ayudó a recabar consejos e información positiva. Con su mujer, Mónica, debatió la conveniencia personal. Decidieron atreverse.

Les aguardaba una larga espera. Aunque con el contrato cerrado desde agosto, no pudieron mudarse a Japón hasta mediados de noviembre. El país asiático ha seguido clausurado tras los Juegos Olímpicos, abriéndose solo a cuentagotas. “Ha sido por temas burocráticos. Los de fútbol entraron primero, los de baloncesto después y ya los de balonmano. Incluso con la visa de trabajo no podías entrar”, explica Diego Piñeiro, que durante los largos meses de dilación se ha ejercitado por su cuenta.

La plantilla del Toyoda, tras la victoria.

La plantilla del Toyoda, tras la victoria.

Ha tenido que incorporarse en marcha a la temporada. En Japón, los equipos de balonmano son secciones deportivas de empresas y multinacionales, al estilo del antiguo Vulcano. Sus plantillas combinan balonmanistas profesionales de alto nivel y amateurs. El equipo de Togoda Gosei –un fabricante de componentes automovilísticos vinculado a Toyota– lo recibió habiendo ganado cinco partidos y perdido uno contra su máximo rival: el Zeekstar Tokyo (33-34) donde militan Luc Abalo y un puñado de internacionales japoneses. Desde la llegada de Piñeiro se mantienen invictos, con cuatro triunfos ligueros, y son líderes.

“La adaptación es difícil, pero Víctor Hugo me ha ayudado mucho. En tres semanas me he aclimatado muy bien al equipo”, describe Piñeiro. “Es un balonmano totalmente diferente. Se corre muchísimo. Son en general jugadores mucho más pequeños y delgados. Tienes que tener cuidado en los contactos. Si vas fuerte, lo hacen bien, saben simular y te sacan faltas”. Piñeiro, de 1.91 de estatura, que en Europa destacaba por su clase, se ha visto convertido en un coloso. Cree que esta experiencia enriquecerá su juego: “En defensa, a los que somos grandes nos buscan las cosquillas en el uno contra uno. Te hace mejorar en ese sentido. En ataque son jugadores más escurridizos y es más difícil meterles bloqueos. No tengo que ganar tanto la posición, sino deslizarme”.

A Piñeiro y Balázquez se les ha unido un lateral de Taiwan, “importante porque ataca y defiende en el centro”, para completar el cupo de extranjeros. Solo dos pueden coincidir en cancha. “Vamos compaginando minutos. En defensa he cogido los galones dentro del equipo, me siento mucho más cómodo. En ataque me quedan muchas cosas por mejorar”, reconoce. Asume su responsabilidad como referente en un Toyoda de máximas exigencias: “Sí que hay presión. Los objetivos están claros. El club es serio y quiere repetir el doblete”.

La primera parte de ese plan se resolvía la semana pasada. La copa, allí conocida como Campeonato de Japón, se disputa en formato de cruces en concentración; cuatro, en cuatro días. Ser el vigente campeón liguero facilitó al Toyoda el lado más benigno del cuadro. “Físicamente es duro, pero nuestra plantilla nos permite rotar. Pudimos llegar más frescos a la final. Cuando tienes que jugar a muerte cada partido, se hace difícil”. Al Zeekstar, de hecho, le pesó la carencia de sustitutos para sus estrellas. Fue el Osaki Electric, tercero en liga, el que se metió en la final. El Toyoda dominó desde el inicio y aceleró en la segunda mitad, cuando su rival amagaba con reaccionar, para imponerse por 30-24. Piñeiro anotó dos tantos, uno de ellos de penalti.

Ahora reposa y recolecta energías para afrontar lo que resta de liga. La fase regular concluye a comienzos de marzo. El primero se clasifica directamente para la pelea por el título. Del segundo al quinto deciden en eliminatorias el otro finalista. Todo quedará resuelto ese mes. Piñeiro espera comprobar en esas fechas cómo sabe el segundo título. Con el Toyoda ha firmado por un año con opción a otro. Avanza: “Si estamos de acuerdo y queremos renovar, lo miraremos las dos partes. Estoy muy contento pero es un poco pronto para tomar una decisión”.

Diego Piñeiro, al poco de llegar a Nagoya.

Diego Piñeiro, al poco de llegar a Nagoya.

Una vida tranquila tras el caos de la mudanza

La vida no concluye en lo que sucede en el 40x20. Mucho se sustancia en la rutina civil y en el bienestar familiar. A Diego y Mónica les aguardaba Nagoya, con 2,3 millones de habitantes y más de 10 en su área metropolitana. “Una megaciudad”, conviene el vigués, que había tenido en las coquetas León y Dunquerque sus otras residencias. “Vivimos a las afueras, en Minasawa, donde la empresa tiene su sede, a diez kilómetros del centro de Nagoya. Es un zona muy residencial, de casitas, con pocos coches”. “Las primeras semanas fueron un caos. No entendíamos nada. Y eso que el club es una pasada, te ayudan en todo y están pendientes de ti para cualquier cosa. Saben que muy poca gente habla inglés y comunicarse es difícil para los extranjeros. Estaba cansadísimo, adaptándome a todo y la cabeza me iba a mil”, relata. “Pero ahora estamos muy bien, con un ritmo de vida muy tranquilo”.