Labradora y jornalera a los 90

La nigranesa Rosa Misa Alborés sigue trabajando la tierra, es la última ‘muiñeira’ de Camos y la ‘fogueteira’ más veterana, además de azote de jabalíes

Rosa, en uno de sus campos de cultivo, ayer.

Rosa, en uno de sus campos de cultivo, ayer. / Ricardo Grobas

Pocas gallegas de su edad y del rural se habrán parado a pensar en la lucha feminista que hoy más que nunca, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, defiende la necesidad de dar la vuelta a la subordinación de las mujeres, porque no es parte del orden natural de las cosas, sino impuesto por un sistema de discriminación socialmente construido. Pero Rosa Eugenia Misa Alborés es una mujer empoderada a sus 90 años.

Sin saberlo, ella se rebeló contra el patriarcado desde muy joven. Para conseguir tomar las riendas de su vida no le quedó más remedio que trabajar de sol a sol. Y no piensa dejarlo de momento. “Eu vou seguir traballando ata que Dios me deixe”, asegura. Es labradora y ganadera, aún la contratan en ocasiones como jornalera para trabajos del campo o para limpiar fincas y montes, y además cría ovejas, gallinas y patos. Es la última “muiñeira” de su parroquia, la nigranesa de Camos, y la “fogueteira” veterana de la comarca, y probablemente de toda Galicia, además de sacristana y campanera.

Labradora y jornalera a los 90

Una imagen de juventud de Rosa a caballo. / Cedida

“Nunca lle tiven medo a nada”, subraya. Le sobran arrestos para pasar las noches al raso vigilando que los jabalíes no se coman sus “9 ferrados” de cultivo de maíz, lo que serían 4.869 metros cuadrados de terreno en Nigrán.

El pasado otoño y el anterior tuvo que dormir en los campos acompañada de varios perros “durante un mes e medio” . Gracias a las explosiones logró ahuyentar a “8 ou 9 xabaríns”. “Este ano leváronme a metade do millo, se os deixo lévanme todo, e entón que lle dou aos animais?”.

“Non puiden estudar porque sempre andei diante dos bois”, señala

A la pólvora que emplea para espantar a los cerdos salvajes tampoco le teme porque trabajó durante más de treinta años en la pirotecnia Argimiro Alborés, no muy lejos de su casa. La experiencia le permite continuar ocupándose de los foguetes de su parroquia en las fiestas patronales, “polo San Antonio, por Santa Lucía, Santa Eulalia, pola Resurreción de Xesús na Pascua...”. “É algo que me gusta”, comenta.

Rosa Misa tira un foguete en las fiestas de su parroquia, Camos.

Rosa Misa tira un foguete en las fiestas de su parroquia, Camos. / Cedida

Poco tiempo le ha quedado a lo largo de su vida para el ocio. Nació el 10 de julio de 1933 en el barrio de A Lama. Su madre era modista y le hubiera gustado aprender a coser, pero de entre los cinco hermanos, a ella le tocó ayudar a su padre en el campo. “Non puiden estudar porque sempre andei diante dos bois”, señala. Dejó la escuela a los 11 años para “ir ao campo, limpar montes, cortar toxo...”.

Enseguida padeció los rigores del machismo cavernícola de la época. A los 20 años se quedó embarazada y su familia no le permitió casarse con su novio. “Daquela ata os 21 non tiñas a maioría de idade”, recuerda. Cuando los cumplió el padre de la criatura se había embarcado y su progenitora, la única que la apoyaba, se murió. Su padre la echó de casa. “Dicía que era a máis perdida do barrio e barbaridades así”, lamenta. Cogió a la niña y se mudó a una casa en ruinas cercana. “Entraba o frío por todos os sitios e durmiamos acochadas cun abrigo de miña nai para entrar en calor”, rememora emocionada.

Labradora y jornalera a los 90

Rosa en una imagen de su álbum personal apuntando con una escopeta. / Cedida

Una familia vecina le echó una mano con la pequeña y empezó a trabajar en campos y montes para mantenerla. Pasados unos años, se empleó en Pescanova y para viajar a la factoría de Chapela tenía que tomar un autobús –”o coche de Parrulo de Gondomar, que levaba as peixeiras a Vigo”– a las 3.30 de la madrugada. Durante 13 años “baixaba por un camiño de lama no inverno cos zapatos na man e moitas veces marchaba para alá sen ir á cama porque tiña que prepararlle a roupa e a comida á nena, despachar os animais, irlles buscar o toxo ó monte... Había moito que facer e o que non se facía de día facíase de noite”, explica. Más adelante entró en la pirotecnia y también compaginaba el empleo con el campo y el cuidado de la familia.

El peor de sus disgustos lo padeció no hace mucho, a los 83 años, cuando su hija falleció a consecuencia de un cáncer. Ahora disfruta cuando puede de sus tres nietos pero sin dejar el sacho . “Son 90 anos loitando, cando vaia para alá arriba espero que me deixen descansar”, bromea.

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