Una apisonadora reciclada como juguete

Familias del colegio de Vilariño reparan la vieja máquina municipal para el patio

Alumnos y madres del colegio de Vilariño, con el alcalde, con la apisonadora transformada.

Alumnos y madres del colegio de Vilariño, con el alcalde, con la apisonadora transformada. / REDACCIÓN

N.P.

Asfaltó kilómetros de caminos durante décadas y se jubila como juguete. La vieja apisonadora del Concello de Nigrán se ha convertido en la estrella del patio del colegio Carlos Casares de Vilariño gracias al trabajo duro de un grupo de padres que se ha dedicado a restaurarlo y a conseguir la obligatoria homologación oficial para incluirlo en el parque infantil escolar.

La máquina estaba almacenada en una finca contigua a la escuela y el Ayuntamiento se la donó a la Anpa en cuanto surgió la idea por parte de Fermín González, el arquitecto del sistema educativo Lupo que diseña el bosque escuela del centro educativo. El propio arquitecto y el alumnado diseñaron a conciencia el nuevo juguete reciclado, que incluye estructuras de madera como complemento.

"Estaba totalmente deteriorada e ningún guindastre do Concello pode movela porque pesa 5 toneladas"

“Foron dous anos de duro traballo por parte dos pais e unha odisea conquerir homologado, pero xa está aquí instalado para o goce das crianzas”, señala la presidenta de la Anpa, Lorena Comesaña, que agradece el esfuerzo a los padres “manitas”, dirigidos por Rubén Gómez, experto en restaurar motocicletas antiguas, a los vecinos y empresas que colaboraron.

“Estaba totalmente deteriorada e ningún guindastre do Concello pode movela porque pesa 5 toneladas”, explica Comesaña, que consiguió que una empresa lo llevase al aparcamiento del hostal Queimada, donde empezaron a trabajar en ella, y después al colegio. Hubo que remodelarla por segunda vez para conseguir la homologación y se le añadió un tobogán, tal y como pidieron los pequeños. Ahora será el eje central del futuro bosque escuela del centro, que consiste en sumar al recinto escolar una parcela municipal de 2.000 metros cuadrados bautizada como Souto Casares tras una plantación con los hijos del escritor.

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