El Celta queda atrapado en un lodazal mental

El Celta agiganta su crisis tras sumar un triste empate ante un Cádiz que jugó una hora con un futbolista menos

La falta de ideas, de calidad y el exceso de ansiedad impidieron la remontada del equipo de Benítez

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

El Celta vive atrapado en el barro, en un lodazal mental donde se sigue enterrando sin que nadie encuentre una solución para semejante desastre. La jornada que tenía marcada en rojo desde hace semanas acabó en un principio de depresión. El punto conseguido ante un Cádiz que jugó más de una hora con un futbolista menos resulta poco menos que ridículo a esta hora. El problema ya no es solo de números, sino de imagen. Ruinosa.

Ayer el cuadro de Rafa Benítez ofreció un comportamiento plomizo ante un rival bien ordenado pese a la inferioridad y confirmó que le cuesta pensar cuando el contrario le obliga a ello, cuando le plantea un partido en pocos metros y no le concede campo para correr. Balaídos, donde sigue sin ganar esta temporada, se ha convertido en un dolor para el Celta pese al incansable apoyo de la grada. Ante su gente se deja comer por la ansiedad y la falta de ideas y de acierto hacen el resto.

Cualquiera con un mínimo plan de vuelo se marcha con un jugoso botín de vuelta porque el Celta amenaza pero nunca llega a golpear. Construir es una de las tareas más complejas del fútbol y eso es algo que solo se puede hacer cuando tienes elementos para ello. Por eso en Balaídos es donde más se advierten las carencias de una plantilla sin luz para alumbrar partidos como el de ayer. Si Iago Aspas no aparece nadie ocupa ese espacio. Y así será muy complicado sacar la cabeza de ese barrizal de mediocridad.

Roja polémica

La tarde se torció pronto porque el Cádiz no tardó en castigar la salida algo displicente e imprecisa del Celta. Fieles a su plan y conscientes del habitual tembleque de los vigueses, el primer balón que pudieron lo enviaron al corazón del área y por allí voló Cris Ramos para colocar un cabezazo primoroso en medio del desorden generado por Starfelt (que había sido duda) que había fallado en un despeje previo y ya no fue capaz de ponerse en su sitio. Un drama para los de Benítez que zozobraron durante un buen tramo sin otra idea que darle el balón a Bamba y esperar a que el interior costamarfileño inventase alguna cosa.

Aquel repetitivo Bamba contra Carcelén cambió gracias a la aparición en escena a la media hora del “comando Medina Cantalejo”. Gil Manzano –uno de los indudables referentes del arbitraje nacional– ultrajó al Cádiz con una expulsión de juzgado de guardia. Víctor Chust agarró a Aspas que enfilaba la portería y el colegiado le envió a la caseta pese a la evidencia de que Fali llegaba al cruce y en absoluto podía entenderse que Chust era el último defensa. Una de esas decisiones que esta temporada caían siempre en la mochila del Celta aparecía en la ajena gracias a la magia arbitral. Si denunciable ha sido lo sufrido en Vigo esta temporada también tiene que serlo esto. Revisó el VAR pero Del Cerro, otra “garantía”, se limitó a enviarle a su colega una cariñosa palmadita en la espalda.

Con ventaja en el marcador y una hora por delante el Celta se aventuró a un partido diferente. Y comenzó a generar siempre por la banda de Bamba y Manu Sánchez porque con la elección de los inquilinos de la derecha Benítez ha convertido a los vigueses en un equipo cojo y predecible, que solo puede profundizar por uno de sus costados. Mingueza ejerce de extraño volante y Kevin no se aventura más allá del medio del campo. Las limitaciones de Tapia y la timidez de Luca hacen el resto. Y así se hace más fácil el trabajo ajeno y más complicado el propio. El Celta se hace demasiado previsible.

Pese a todo comenzaron a llegar las ocasiones por una cuestión de insistencia. Aspas, Larsen, Mingueza, Tapia…fueron probando suerte pero unas veces fue la escasa puntería y otras las buenas intervenciones de David Gil las que impidieron el empate. Corría el reloj y se desbocaba el nivel de ansiedad en Balaídos.

Benítez tardó en mover el banquillo y cuando lo hizo en el comienzo del segundo tiempo encontró premio inmediato. Acababan de entrar Sotelo y Carles Pérez en busca de picante en la banda derecha y un extra en la circulación cuando apareció el empate en una de las contadas acciones de todo el partido en el que el Celta fue profundo. Mingueza encontró a Manu Sánchez que apuró hasta la línea de fondo y envió el balón al segundo palo donde Larsen empujó a la red.

El Celta-Cádiz, en imágenes

Larsen y Aspas se saludan tras el gol del noruego / Ricardo Grobas

Le quedaba al Celta más de media hora por delante para conseguir la ansiada primera victoria en su campo, pero le sobraron intentos y le faltó media idea. Un equipo en absoluto encefalograma plano, sin alguien que ponga algo de luz en la oscuridad. La claridad que se le atisba cuando ejerce de visitante y no carga con la responsabilidad del juego le falta en el intercambio de papeles porque con menos espacio es donde más se le ven las grietas, sus carencias, donde llama la atención la escasa aportación de la mayoría.

Con un Iago menos participativo nadie asumió el mínimo liderazgo. Mingueza se queda a medio camino de todo, Bamba insiste hasta el desmayo sin encontrar casi nunca la mejor elección, Luca desaparece de repente y Carles Pérez se estrella contra sí mismo de forma repetitiva. Aún así pudo ganar. La tuvo Larsen para desnivelar el choque y se encontró la cabeza de David Gil. En el insistente monólogo hubo infinidad de disparos y de situaciones de peligro que se fueron al limbo en ese interminable lamento que generó el Celta víctima de sus miedos, de su ansiedad y de ausencia de ideas. Benítez, en el descuento y en medio de un lógico gruñido de desaprovación, dio entrada a Douvikas por Larsen. Fue la broma pesada final para sellar una descorazonadora noche en Balaídos.