El Celta, negado en Balaídos

Los vigueses aumentan su pésima racha como local al ser incapaces de ganar a un Cádiz que jugó una hora con un jugador menos

R.V.

El Celta sigue en el barro. La jornada que tenía marcada en rojo acabó como el rosario de la aurora. Fue incapaz de ganar a un Cádiz que jugó una hora con un futbolista menos por la incomprensible expulsión de Chust pero resistió los intentos de los vigueses que generaron numerosas ocasiones, pero se encontraron con su escaso acierto y con las paradas de David Gil.

El Cádiz castigó la salida algo displicente e imprecisa del Celta. El primer balón que pudieron controlar lo colocaron en el corazón del área y por allí voló Cris Ramos para colocar un cabezazo primoroso en medio del desorden generado por Starfelt, que había fallado en un despeje previo y ya no fue capaz de volver a ponerse en su sitio. Un drama para los de Benítez, que zozobraron durante un buen tramo hasta que poco a poco empezaron a encontrar el camino hacia la portería amarilla. Con pésima ejecución final, pero el Celta empezó a inquietar a un Cádiz que había vivido demasiado tranquilo.

El partido dio un vuelco decisivo a la media hora cuando Gil Manzano —uno de los referentes del arbitraje nacional— ultrajó al Cádiz con una expulsión de juzgado de guardia. Víctor Chust agarró a Aspas, que enfilaba la portería, y el colegiado le envió a la caseta pese a la evidencia de que Fali llegaba al cruce y en absoluto podía entenderse que Chust era el último defensa. Una de esas decisiones que esta temporada caían siempre en la mochila del Celta aperecía en la ajena.

Si denunciable ha sido lo sufrido en Vigo también tiene que serlo esto. Revisó el VAR pero Del Cerro se limitó a enviarle a su colega una palmadita en la espalda. Con ventaja en el marcador y una hora por delante el Celta se aventuró en un partido diferente. Y comenzó a generar por medio siempre de la banda de Bamba y Manu Sánchez porque con la elección de los inqulinos de la derecha Benítez ha convertido a los vigueses en un equipo cojo y predecible, que solo puede profundizar por uno de sus costados. Y así se hace más fácil el trabajo ajeno y más complicado el propio.

Aún así comenzaron a llegar las ocasiones. Aspas, Larsen, Mingueza, Tapia…fueron probando suerte pero unas veces fue la escasa puntería y otras las buenas intervenciones de David Gil las que impidieron el empate.

Benítez tardó en mover el banquillo y cuando lo hizo en el comienzo del segundo tiempo encontró premio inmediato. En una de las pocas acciones de todo el partido en el que el Celta fue profundo Mingueza encontró a Manu Sánchez y este envió el balón al segundo palo donde Larsen empujó el balón a la red. Le quedaba al Celta más de media hora por delante para conseguir la ansiada primera victoria en su campo, pero le sobraron ganas e intentos y le faltó media idea. Un equipo en absoluto encefalograma plano, sin alguien que ponga algo de luz en la oscuridad. La claridad que se le atisba cuando ejerce de visitante y no carga con la responsabilidad del juego le falta en el intercambio de papeles. Aún así pudo y debió ganar. La tuvo Larsen para desnivelar el choque y se encontró la cabeza de David Gil; hubo infinidad de disparos y de situaciones de peligro que se fueron al limbo en un interminable lamento. El que generó el Celta víctima de sus miedos, de su ansiedad y de ausencia de ideas.