El Celta tiene ganas de lío

El equipo vigués, que ofrece síntomas cada vez más alarmantes, pierde ante el Valencia un partido en el que no supo aguantar el valioso punto que tenía en el zurrón y encajó el gol de la derrota a dos minutos del final

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

Camina el Celta por la Liga obsesionado por complicarse un poco más una vida que hace un mes creía plácida. Pálido, desdibujado, perdido...el equipo de Carvalhal emite señales cada día más inquietantes (alarmantes si lo prefieren) y ahora mismo cuesta adivinar dónde va a conseguir ese par de puntos que permita a los jugadores visitar este verano Ibiza tras haber cumplido con el objetivo mínimo de la temporada. La depresión alrededor del equipo es absoluta. Han desaparecido los principales referentes, Gabri Veiga se ha apagado, Iago Aspas se sostiene en pie a duras penas debido a sus problemas físicos, el equipo ha vuelto a recrear viejos vicios que parecían aparcados y queda lejos el tiempo en el que Carvalhal parecía un druida capaz de transformarlo todo. Hoy también su figura despiera las lógicas dudas.

Ayer fue el Valencia su verdugo en un partido loco en el que los de Carvalhal consiguieron igualar el tanto inicial de Kluivert pero cuando parecían tener el punto en el bolsillo, que era casi un pasaporte para la tranquilidad, el canterano Marí anotó el segundo gol a dos minutos del final y sumió al Celta en una profunda crisis. Sigue necesitando una victoria, pero su estado anímico, mental y de forma resultan aterradores. Se enfrenta ahora a una obligada reconstrucción sobre la que existen muchas dudas vista la intensidad de su vuelo en picado.

Decidido a complicarse la vida como de costumbre, el equipo de Carvalhal encajó en la primera llegada del rival. Lo han convertido en una dolorosa costumbre. Solo se llevaban siete minutos cuando un pelotazo a la banda izquierda se lo tragó de forma escandalosa Cervi, que ejercía de lateral izquierdo por la ausencia del sancionado Javi Galán. Aquí suceden dos cosas: por un lado la “regular” gestión de las amarillas que ha hecho en las últimas semanas y que podía haberse organizado de otro modo y la resistencia del técnico portugués a buscar en el filial una alternativa, un especialista, alguien que conozca la posición. Cada vez que ha tirado de Cervi (Mallorca y ayer) el resultado ha sido nefasto. Kluivert no perdonó el regalo y al Celta le tocó remar contracorriente.

Y no están los vigueses ahora mismo para grandes alardes. Llegan a estas alturas con el depósito de gasolina bajo mínimos y con futbolistas en un estado alarmante de forma. Dos de ellos son Gabri Veiga y Aspas aunque el capitán arrastra problemas físicos importantes que le impiden dar el rendimiento acostumbrado. Necesita del verano y el descanso como el comer. Y sin ellos era casi imposible generar peligro en el área contraria.

El Celta, amenazado por las contras del Valencia, vivió de lo que fuese capaz de generar Carles Pérez sobre quien doblaba su atención el equipo de Baraja y aún así el de Granollers fue capaz de sacarse un gran remate que obligó a Mamardashvili a hacer una gran parada. No pintaba bien la tarde para los vigueses, cada vez más bloqueados, bien defendidos por el Valencia –que obligaba casi siempre a construir el juego hacia la vanda izquierda–, incapaces de generar nada ocurrente en el campo rival. Poco importaba que Iván Villar tuviese un día tranquilo; el problema era gestionar aquella situación.

Paciencia se cae al suelo trasuna entrada del rival.  | // RICARDO GROBAS

Paciencia se cae al suelo trasuna entrada del rival. / RICARDO GROBAS

El paso por el banquillo no le sentó mal al Celta que rozó el empate con un gran disparo de Seferovic que Mamardashvili desvió de forma milagrosa a saque de esquina. Parecía mejor puesto el grupo de Carvalhal cuando de repente el Valencia se encontró con un aluvión de cinco minutos en los que perdonó varias situaciones muy claras para ampliar su ventaja. Un rato de locura que le pudo salir caro al grupo de Carvalhal. El técnico portugués reaccionó a la situación con un movimiento extraño de cara a la galería, aunque lógico, porque prescindió de Iago Aspas, lastrado por sus problemas físicos, para dar entrada a Larsen y juntarle con Seferovic en ataque. No es algo habitual que el técnico junte a dos de sus nueves con casi media hora por delante, pero el Celta lo agradeció en el primer momento. Le costó al Valencia adaptarse al nuevo plan y sus centrales sufrieron. Y así, en un saque de esquina, Seferovic conectó un cabezazo impecable para empatar con media hora por delante. Fue un momento importante para los vigueses porque apretaron a un Valencia que sufrió el golpe y durante unos minutos se dejó llevar por la ansiedad. Era un momento para mantener los nervios, para tener la cabeza fría. El Celta ya encontraba el camino con más facilidad, se multiplicaron los balones parados en torno al área y Oscar Rodríguez, que no hizo malos minutos, remató al palo en la ocasión más clara para el Celta.

Desesperado por lo que veía y porque necesitaba la victoria como el comer, Baraja renovó su ataque con gente joven. Y ahí el los de Carvalhal cometieron su error más grave. Dejaron que el partido entrase en una fase de intercambio de golpes, de idas y vueltas. No debió consentirlo entre otras cosas porque tenía menos frescura en sus piernas (había hecho dos cambios menos) y porque el empate era un tesoro para los vigueses: permitía ampliar la diferencia con buena parte de la zona baja de la tabla y mantenerla con los valencianos. Y en ese incomprensible desproposito final, con los dos equipos desajustados, el Celta se transformó en un boxeador medio noqueado que lanza golpes a ver si suena la flauta antes de caer redondo sobre la lona. A dos minutos para el final el Valencia se encontró un ataque cómodo por la banda de Cervi (que concedió demasiadas facilidades a Foulquier) y Marí remató en el área completamente solo aprovechando el desajuste de los centrales. Un gol cargado de dolor. En el descuento el Celta lo intentó como buenamente pudo, el Valencia se quedó con diez por la expulsión de Paulista, pero el partido no dio para más. El paciente sigue empeorando. Falta dar ese último paso, pero el Celta ahora mismo no sabe cómo mover las piernas.