La previa del encuentro entre el Celta B y su eterno rival, el Deportivo de la Coruña, ya se había caldeado con enfrentamientos protagonizados entre los ultras de ambos equipos por diferentes calles viguesas. Y tras la postrera victoria de los locales en un tenso duelo en Balaídos -el gol de la victoria se produjo en el 86-, el ambiente hostil se trasladó al terreno de juego primero con varios rifirrafes y empujones entre los propios jugadores, y, después, con una invasión de campo de la afición celeste con el objetivo de enfrentarse a la grada brigantina, una actitud que fue repelida finalmente por los agentes antidisturbios de la Policía Nacional.
Una imagen como hace tiempo que no se veía en el feudo celtista, paradójicamente, desde la salvación agónica en el 2013, año del 4,01%, el mismo en el que el Dépor abandonó la primera división para nunca más regresar. La incursión en el césped que se vivió hoy fue, sin embargo, diferente a la de hace nueve años.
A pesar de producirse también tras una alegría, la de vencer, de nuevo, al eterno rival con el segundo equipo celeste, los aficionados tuvieron que ser dispersados por la fuerza por medio de la actuación de alrededor de una decena de agentes antidisturbios de la Policía Nacional.
El motivo radicó en que varios seguidores descendieron desde las gradas hasta el campo para acercarse al sector del estadio donde permanecía la parroquia deportivista que viajó a Vigo, ocasionando un cruce de gestos obscenos e insultos. Con todo, fuentes policiales han precisado que no ha habido ningún detenido como consecuencia de los altercados vividos hoy en torno al derbi gallego.