Mirador de Lobeira

Hacia un turismo sostenible

Antonio Touriño

Antonio Touriño

Hace tiempo que el turismo se ha industrializado en O Salnés, un riesgo de masificación que requiere acciones preventivas que eviten una muerte por éxito que no deja de ser dolorosa.

El ejemplo de Canarias debería de cundir en toda la costa pues al final los perjudicados son los ciudadanos de todos los días, esos que necesitan también del sosiego y reposo de los duros días de trabajo.

A día de hoy ya es imposible vivir, sin estar de vacaciones, en localidades como Sanxenxo u O Grove, pero pronto esta tendencia puede hacerse extensiva a otras localidades con atractivos idénticos, casos de Cambados, A Illa o Vilanova de Arousa.

Alegra ver a restauradores y sector hotelero felices por colgar el cartel de completo en sus establecimientos o por llenar cuatro o cinco turnos de mesas o por poner entradas con derecho a consumición de 30 o 40 euros, pues ello supone que sus negocios van viento en popa y son prósperos. Tanto que en solo tres meses ganan para todo el resto del año, mientras estas localidades hibernan como los osos.

Pero ellos no son los únicos con derecho a beneficiarse. Los ciudadanos de a pie tienen también que conciliar su vida ordinaria: poder salir a pasear sin empellones, tomarse un café en una terraza o trabajar sin ruidos; pero sobre todo a tener una vivienda digna a un precio razonable.

Ese es uno de los motivos del deterioro de los destinos turísticos, simplemente porque todo gira en torno a atraer visitantes a los que no les importa gastar sin medida pues, al fin y al cabo, son cuatro o cinco días, una semana o medio mes de estancia que quieren aprovechar al máximo.

Y ahí está la pescadilla que se muerde la cola, pues es cuando aparecen síndromes como las localidades tensionadas urbanísticamente, cuando salir a comer se convierte en un desafuero o cuando ni siquiera se puede encontrar un metro cuadrado en la playa para extender la toalla de franela que los paisanos compraron en el mercadillo de Portugal.

Conviene echar la vista atrás cuando Arousa era un paraíso en el que paisaje, patrimonio, gastronomía, fiesta, vida social eran un lujo gracias al turismo convencional frente a la masificación de los últimos años. Los datos son irrefutables: más de siete millones de visitantes de O Salnés el pasado verano.

Y la comarca no está preparada para seguir esta tendencia, a la que hay que ponerle límites cuanto antes para que no pase lo de Ibiza, lo de Mallorca, Benidorm o las Islas Canarias.

En absoluto es un buen camino. Es más, es del todo insoportable que en los tres meses de verano, los arousanos tengan que pagar como si fueran turistas los servicios que necesitan, que se tengan que comer almejas portuguesas o pimientos de plástico de Padrón porque al hostelero de turno se le ocurra que tiene cara de inglés.

Pero sobre todo, debe tener expectativas de futuro y que si necesita un piso lo encuentre a un precio razonable en alquiler o venta, que si desea comprarse un jersey o un bañador no sea a precio de las Galerías Harrods de París y si le apetece sentarse en un restaurante pueda pedir un pulpo o una carne ao caldeiro de calidad sin exprimir la cartera cada día que sale.

Los arousanos en Arousa también tienen que vivir. El verano no es solo para los que vienen de fuera, por lo que no estaría mal que todos ellos contribuyan también a la causa. Quizás una tasa para compensar lo que se les cobra a los que cada año pagan el IBI, viñeta, agua o recogida de basuras, no sea ningún disparate. Hay que ir a un turismo sostenible.

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