TRIBUNA LIBRE

Frágil salud mental

Pilar Lucas

Me toca el tema de la salud mental, tan en boga en estos días de pandemia, por varias razones. Primero, por mis experiencias cercanas. Mi madre, alegre y fuerte, cayó en garras de una depresión reactiva a los 33 años a la muerte de mi padre por accidente laboral, cuando yo tenía 10 años. El suceso nos dejó a la intemperie. Yo, que me juzgo fuerte y vital pero sensible, desbordada por diversas circunstancias, también perdí pie en alguna ocasión y sé lo que es tocar fondo.

Otro tipo de casos son los de personas inclinadas por la genética a padecer enfermedades mentales y a la depresión endógena pues la Naturaleza a veces se ceba con familias, tal cual canta el determinismo Naturalista decimonónico. Sé de un par de casos de personas, juzgadas de continuo por las frecuentes ausencias al trabajo por gente que critica sin saber y por distraerse, que acabaron tristemente en suicidio.

O el de un señor con cáncer, de baja laboral, enjuiciado por sus compañeros de trabajo a las puertas de la muerte porque se distraía tomándose a diario unos vinitos.

Me impactó leer literatura de seres humanos devorados por las enfermedades mentales, como Locos egregios (Vallejo Nájera) o Los renglones torcidos de Dios (Luca de Tena). Me impactaron películas alusivas.

El hilo entre estar cuerdo en plenitud y no estarlo es muy, muy frágil. Incluso “De poetas y de locos todos tenemos un poco” . Se está viendo cómo la dureza de la pandemia nos hace zozobrar.

Al popularizarse la quiebra de salud mental, sería deseable que calara en las conciencias el sufrimiento de estos enfermos del alma, que dejara de estigmatizarles, que se les arropara y no se corriera de ellos, que no se les juzgara a la ligera pues un enfermo (psíquico o físico) está en inferioridad de condiciones y tiene tejado de vidrio, que resiste mal las pedradas y, probablemente, estragada la salud física de resultas del sufrimiento (somatizaciones) e incomprensión. En definitiva, solidaridad, empatía y humanidad, aunque solo sea de forma egoísta pues nadie está libre de traspasar la barrera. Acabado y no alabado, que decía mi abuela. O aquello de no escupir para arriba pues puede caernos encima. Puede la caprichosa Fortuna obligarnos a calzar los zapatos de aquellos a quienes un día zaherimos.

*Profesora de Literatura

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