Alejandro Sanz, ni magno ni rebelde

Sus representantes legales desmienten que lo visitasen inspectores de Hacienda antes de la gala de los Latin Grammy

Natalia Araguás

Comenzó su carrera musical pisando fuerte en los 90, quemó etapas viviendo deprisa y tenga o no el corazón ‘partío’, arrancará el próximo sábado en el Palau Sant su gira de despedida “Sanz en vivo”. Alejandro Sanz [Madrid, 1968], que en sus inicios se hacía llamar Alejandro Magno y llevaba unos rizos toreros por flequillo, supera un año nefasto. Una posible depresión –“estoy triste y cansado”, confesaba en sus redes en primavera–, la ruptura con su pareja, la artista Rachel Valdés, tras cuatro años de relación, y problemas con el fisco, han convertido 2023 en su annus horribilis.

Sin embargo, con más de tres décadas de oficio, el artista sigue dando guerra. “Nos merecemos vivir nuestro último momento”, arengaba a sus fans para acudir a sus conciertos del 15 de diciembre en Madrid y el próximo sábado en Barcelona, dando a entender que su longevidad no tiene por qué ser la de los Rolling Stones sobre los escenarios.

Chico de barrio –Moratalaz, en Madrid, para más señas–, probó suerte con una banda de heavy metal, Jinete Inmortal, junto con Carlos Rufo, hoy guitarrista de Melendi, antes de convertirse en baladista. Se abrió camino tocando en bares y locales de alterne hasta que se cruzó con Capi, productor musical que también descubrió a Mecano. Entonces lanzó “Viviendo deprisa” y de su éxito nació una estrella, con solo 23 años.

Toque canallita

Todavía se empeñaba el cantante en el toque canallita: llevaba a veces chupa de cuero, pañuelos piratas o chalecos tejanos. Quien tanto se esforzó en parecer rebelde paradójicamente emitía la semana pasada un comunicado para aclarar de forma categórica que “Alejandro Sánchez Pizarro [su nombre real] nunca ha sido declarado en rebeldía”. Desmentía así las informaciones que aseguraban que habría despachado a dos inspectores de Hacienda que se personaron en su hotel de Sevilla antes de la gala de los Latin Grammy para hacerle pagar una deuda hipotecaria de tres millones de euros ligada a la compra de propiedades en Miami. Según los representantes legales del cantante, es falso y no hay sentencia firme.

Hace décadas que Alejandro Sanz demuestra su talento como compositor, de canciones propias y ajenas como “Cai”, de Niña Pastori, o “Aprendiz”, de Malú. También que se impuso la evidencia de que ese brillo pícaro en sus ojos, junto con una quebradiza voz ideal para musitar intimidades, para lo que mejor servía era para la canción romántica.

No obstante, Alejandro Sanz, hijo de gaditanos, se ha atrevido con todos los palos, hasta con las bulerías, digan lo que digan algunos flamencos como Tomasito. Que no pasa por un buen momento quedó patente en los últimos Grammy Latinos, cuando se quedó en blanco y tuvo que reanudar un discurso que comenzó con un “hay tres cosas que me hacen sentir especialmente orgulloso, ser español, ser músico y ser miembro de la Academia Latina de la Grabación”. Con más de 25 millones de discos vendidos en todo el mundo, a punto de cumplir los 55 años, el cantante amenaza con retirarse. Su público se lo agradece, pero no.