asuntos propios

“No puedo volver a mi pueblo, me matarían”

“La literatura, el cine y las series hablan de los pobres de forma caricaturesca, que es otra manera de no hablar de ellos”

El escritor francés
Édouard Louis.   | // MARC ASENSIO

El escritor francés Édouard Louis. | // MARC ASENSIO

NÚRIA NAVARRO

James Ivory ha escrito una serie basada en su historia. Édouard Louis creció en una familia pobre, en un pueblo del norte de Francia –Hallencourt–, donde ser un niño gay no entraba en la cabeza de nadie. Sufrió todas las violencias. A los 14 años, huyó. Y a los 20 cambió de nombre, modificó su aspecto y se licenció en Sociología por la École Normale Supérieure. Se codeó con la alta burguesía, viene convulsionando a las letras francesas desde que, en 2014, publicó Para acabar con Eddy Bellegueule (Salamandra).

–¿Ha vuelto a Hallencourt, su pueblo?

–No puedo, me matarían. Cuando empecé a publicar, mi hermano se presentó en París con un bate de béisbol. Tengo primos muy violentos. Bueno... la verdad es que hace cuatro años un amigo me llevó hasta allí de noche. Caminé por las calles, encapuchado, y me entristeció ver que no sentía nada.

–Le acusan de traicionar a los suyos.

–Para traicionar, antes tienes que pertenecer. Desde el momento en que mi padre –alcohólico, violento con las mujeres, votante de ultraderecha– me decía “no eres normal”, “eres un maricón”, ya no pertenecía a la familia. Algunos juristas reflexionan sobre dar a los niños la posibilidad de divorciarse de sus padres.

–¿Cómo resumir su niñez?

–Entrechocaron la homofobia y la pobreza estructural. Escribo mis libros contra la mitología del outsider, del que consigue salirse porque es más fuerte o inteligente. Yo era menos libre que los otros. Tenía un determinismo de clase y además era homosexual. Extrañamente, las humillaciones recibidas en la infancia me dieron la fuerza para la huida.

–¿Escribir fue su venganza?

–Al principio quería vengarme contra mis padres, contra los niños que me insultaron en el colegio, contra el racismo del entorno. Pero cuando comencé a escribir, ya no quise vengarme contra la clase social de mi infancia, sino vengarla. Me di cuenta de que la violencia es como una corriente eléctrica que les atravesaba. Tenía que ver con la miseria, con la ausencia de educación. Escribir es convertirles a todos en inocentes.

–Por el camino, ¿ha encontrado su lugar en el mundo?

–Como todos los tránsfugas de clase, siempre me siento fuera de lugar. La huida es un tema recurrente en mis libros porque la convierto en una cuestión política: ¿cuántos hombres y mujeres se sienten asfixiados en su existencia? ¿Por qué no existe un Ministerio de la Metamorfosis? Los estados saben cómo hacerlo.

–¿Lo saben?

–En Italia, si eres perseguido por la mafia, el Gobierno puede darte una nueva identidad, un nuevo trabajo, una nueva vida. ¿Por qué no dar la posibilidad de la evasión? Es curiosa la falta de inventiva de los políticos.

–Tienen carpetas propias.

–Los políticos no sienten los efectos de sus decisiones. Cuando tienes dinero y diplomas estás protegido de la política. Si Macron suprime las ayudas sociales, o la gratuidad de algunos medicamentos, no le afecta, ni a mí, que escribo libros, gano dinero y vivo en París. Para los pobres es una cuestión de vida o muerte. Yo intento encontrar un lenguaje contemporáneo para hablar de la clase popular.

–¿Cómo hay que hablar de ella?

–Suele decirse que son los invisibles, los sin voz, los excluidos, pero no es totalmente cierto. La literatura, el cine y las series hablan de los pobres de forma caricaturesca, que es otra manera de no hablar de ellos. O son salvajes, o buenos salvajes: una división colonialista. En realidad, es un mosaico: hay dominantes en casa de los dominados, gente que sufre, que es solidaria, que puede ser agresiva. Se sienten abandonados, cosa que aprovecha la ultraderecha.

–¿Diría que hoy es feliz?

–La felicidad no está hecha para mí. Aunque hay algún destello. Lo hubo cuando cambié mi nombre. Sentí que me liberaba de mi historia.

–¿Y qué tal es codearse con la élite?

–Odiaba mis raíces y quise alejarme lo más posible, incluso simbólicamente. Sufrí una especie de locura sociológica causada por el terror a recaer. Pero, cuando tomé distancia, pude reapropiarme de mi historia. Escribir sobre la clase popular es una forma de mostrar a la clase dominante lo que no tiene ganas de ver. En Francia mis libros provocan reacciones virulentas y yo estoy contento, porque quiere decir que funciona.

–¿Ya no quiere cambiarse nada?

–Sí, pero no a causa del odio. No hay nada más auténtico que inventarse, porque lo elegimos, pero nuestra sociedad es refractaria a la transformación. La gente interioriza un mundo fijado y, sin darse cuenta, se convierte en policía del orden social. Por eso la huida es tan difícil. Mi madre me pidió que escribiera sobre ella, porque no tenía fuerzas. Cuando has sufrido mucho, deberías tener el derecho fundamental del reposo. Por eso es importante que haya gente que luche por ellos.