Un siglo de ‘El divorcio como medida higiénica’, el valiente manifiesto de Mercedes Pinto

Este sábado, Día Internacional contra la Violencia Machista, se cumplen 100 años desde que la escritora, víctima de malos tratos a manos de un marido enfermo, pronunciara la polémica conferencia que le costó el exilio

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Nora Navarro

El eco de una proclama puede ser más largo que un siglo. Sobre todo, si la modernidad de su discurso, con la vigencia y lucidez que desmantelan los esquemas morales que asfixian la libertad de las mujeres, extiende su manto hasta un presente amenazado por esa misma violencia. Y si, además, la palabra emerge bajo un epígrafe tan maravilloso como El divorcio como medida higiénica.

Un siglo de ‘El divorcio como medida higiénica’, el valiente manifiesto de Mercedes Pinto

La escritora Mercedes Pinto, en un mural. / .

Este sábado, 25 de noviembre, se cumplen 100 años desde que Mercedes Pinto (Tenerife, 1889-Ciudad de México, 1976), apodada desde joven como “la poetisa canaria”, una de las figuras imprescindibles de la literatura y la lucha feminista del pasado siglo XX, pronunciara esta polémica y revolucionaria conferencia en la Universidad Central de Madrid en 1923, que, en el contexto de la dictadura incipiente de Primo de Rivera, le costó el exilio inmediato a Latinoamérica, pero que puso el primer peldaño a una larga y carismática trayectoria de disertaciones y ponencias públicas a favor de los derechos de las mujeres.

El sábado se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, fijado por la ONU desde 1999 en homenaje a las hermanas Mirabal, activistas feministas violentamente asesinadas en el contexto de la feroz dictadura de Trujillo en la República Dominicana, en esa fecha, en 1960.

Para entonces, Mercedes Pinto vivía con sus hijos en Ciudad de México, donde permaneció hasta su muerte en 1976, consagrada como una aclamada y respetada conferenciante en los distintos países que frecuentó, y cuyo comienzo se retrotrae, un siglo atrás, a esa misma fecha histórica que hoy hermana la lucha feminista en todo el mundo.

Pero la fuerza de “El divorcio como medida higiénica”, que defendía entonces la urgencia de actualizar la legislación española ante la desprotección de las mujeres frente a la violencia machista, se enraiza en el propio infierno personal que vivió Mercedes Pinto, casada con un hombre aquejado de una grave paranoia que infligía vejaciones y maltratos sobre ella y sus hijos, amparado por la impunidad y el silencio que imperaban en la sociedad judeocristiana de la época. La autora plasmó este terror cotidiano, con un lenguaje crudo y directo, lacerante pero poético en su grito de desesperación, en su obra maestra “Él”, que más adelante fue utilizada como material didáctico en la prestigiosa escuela de psicopatología de Jacques Lacan, y que Luis Buñuel llevó a la gran pantalla en 1953.

La novela vio la luz en Montevideo en 1926, después de que proclamara “El divorcio como medida higiénica” ante el público madrileño, pero fue escrita años antes y retenida en imprenta tras el golpe de Estado de 1923. “¿Hasta cuándo resistiría?”, se pregunta la autora en uno de los capítulos de “Él”. “Después de las horas sedantes, volvía a envolverme el negro capuz de mi vida diaria, con su corte de injusticias, de sadismos y horrores. Volvían a sentirse mis miembros sujetos por sólo una orden de Él: mi lengua paralizada ante su voz; mis ojos velados por sus miradas recelosas; y mi juventud y mi salud y mi inteligencia semejaban una planta lozana, ligada y sujeta por una trama tupida de una tela de araña”, continúa.

Si Mercedes Pinto recaló en la capital española desde Canarias se debió, precisamente, a que su marido requería un largo tratamiento psiquiátrico para su paranoia, pero esta circunstancia amarraba aún más a la escritora, quien, a pesar del peligro que suponían sus violentos y continuos brotes para su vida y la de sus hijos, no podía separarse legalmente. Por esta razón, la autora aprovechó la tribuna pública para promover una campaña a favor del divorcio frente a las rígidas convenciones de la época y demandar una legislación moderna sobre los derechos de la mujer “sin necesidad de que el marido queme la casa”.

Antes de su discurso, la escritora canaria apenas era conocida en Madrid. Fue su amistad con la escritora y periodista Carmen de Burgos, apodada Colombine, con quien se erigió en una acérrima activista del feminismo hispánico, la que enfiló el camino una tarde de confidencias compartidas junto a Ramón Gómez de la Serna, entonces pareja amorosa de Colombine.

Mitin Sanitario

Esta última había sido convocada para cerrar el ciclo de conferencias del Mitin Sanitario de la Universidad Central de Madrid. Pero la periodista cayó enferma y, antes de que Mercedes pudiera contestarle, su amiga la propuso como sustituta pese a su anonimato.

El 25 de noviembre de 1923, la Universidad Central de Madrid rebosaba de público, entre el que se encontraban “espíritus inconformes, ávidos de reformas”, pero también “personajes de auténtica alcurnia”, como el Príncipe don Luis Fernando de Baviera, así como las personalidades políticas e intelectuales más relevantes de aquella época.

Así comenzó su atrevido manifiesto: “Yo vengo hoy aquí sin pretensiones de ningún género; vengo como una mujer cristiana y sencilla que ha llorado y ha visto llorar, y recogiendo mi dolor y el dolor de las otras mujeres que se han cruzado conmigo en el camino de la vida”. Y en su pormenorización de las crueldades de una relación de agresiones y celos en la sombra, de la terrible enfermedad de su marido y del miedo por la vida de sus hijos, Mercedes Pinto expuso que “y todo eso que parece ha de ser causa de divorcio, no lo es ni puede serlo (...). De manera que todas las violencias, las torturas y los horrores incontables por asquerosos o brutales que contra su esposa pueden ocurrírsele a un paranoico, no son nada ante las leyes; tiene que esperar que le pegue un tiro... (y no la acierten) para que los jueces piensen que si le acierta... ¡se hubiese quedado en el sitio!”.

“Yo sé que muchas mujeres sentirán al oírme la impresión de que soy una libre pensadora a la moderna. Yo puedo declarar sencillamente que soy cristiana y que el hogar y la familia son los tesoros que enajenan mi espíritu, ¡pero no un hogar a la fuerza, ni una familia creada en medio del terror! Por eso digo antes: ¡divorcio como medida higiénica!”.

Después de los aplausos y vítores que suscitó el discurso audaz y valiente de la escritora, el Príncipe la llamó a Palacio después de acercarse y exclamar: “¿Pero de dónde eres tú, criatura, que te has atrevido a hablar así?”.

Le siguió una entrevista personal con Primo de Rivera, quien amenazó en su lugar: “¿No sabe usted que España tiene un concordato con el Vaticano? ¡No se puede consentir que se hable de cosas que Roma prohíbe! No lo puedo consentir, porque otros seguirían hablando de cosas, cada vez más prohibidas...”.

Este breve encuentro fue la causa directa de su destierro de España y Mercedes Pinto puso rumbo a Montevideo, entonces “meca de los perseguidos por el atraso de las leyes y las costumbres”, al que llegó arropada por cartas de recomendación de sus amigos y por la “mecánica celeste” que refiere Llarena, que le permitió adquirir un pasaporte internacional pese a todos los obstáculos, y refundar una nueva vida.

Aún le esperaba otro golpe difícil cuando, de camino a Montevideo a través de Portugal, murió su primer hijo, Juan Francisco, con solo 15 años, a quien dedica una preciosa dedicatoria en “Él”.

Primera oradora

Una vez en Montevideo, Mercedes Pinto se casó por segunda vez con el abogado Rubén Rojo y dispuso de cargos especiales en el Gobierno de Uruguay, erigiéndose en la primera mujer oradora del gabinete. Fundó la famosa Casa del Estudiante para la promoción de la cultura entre las clases populares, donde tuvo como invitados a figuras como Rabidranat Tagore, Luigi Pirandello o Alfonsina Storni. En esta época publicó “Él”, a la que siguieron otras novelas y poemarios, toda vez que fundó su propia compañía de teatro y se desempeñó como poeta, periodista, oradora, pedagoga y conferenciante feminista, lo que la llevó recorrer otros países como Argentina, Paraguay, Bolivia, Chile, Cuba y, finalmente, México.

Cuenta la escritora, docente e investigadora Alicia Llarena, quien ha capitaneado un exhaustivo trabajo de recuperación y divulgación del legado de Mercedes Pinto, que si el eco de esta escritora es más largo que un siglo se debe al hito histórico y personal que marcó “El divorcio como medida higiénica”, pero también al estilo propio de la autora, que brillaba “tanto por la novedad de sus propuestas sobre pedagogía y feminismo, como por la influencia que ejercía en el auditorio, esa pasión suya por disertar en público y hacer siembra de ideas en el auditorio”. Además, a pesar de la claridad de su pensamiento, la propia Pinto reconocía quedarse corta, “porque me he limitado a pedir el alejamiento del peligro, sin rogar que nos permitan la felicidad”.