Entrevista | Xurxo Torres Periodista, consultor

“Somos una sociedad cada vez más predispuesta a ser engañada”

El comunicador vigués analiza los bulos y la sociedad de la revolución tecnológica en “Un mundo de mentira”

El periodista y consultor Xurxo Torres.

El periodista y consultor Xurxo Torres. / FdV

Nunca antes la información ha sido tan accesible como en la sociedad de la revolución tecnológica. Sin embargo, la desinformación se cuela por la maraña de las redes sociales en forma de bulos que se expanden como virus con el empeño de manipular la opinión pública. ¿Por qué? Y lo que es más importante aún: ¿cómo los combatimos? A esta pregunta intenta dar respuesta el comunicador vigués Xurxo Torres (Vigo, 1968) en “Un mundo de mentira. El estado de la verdad en los tiempos de la revolución tecnológica” (Gestión 2000), una obra con la que pretende alimentar en el lector el principio de la duda razonable sobre si el camino que se nos señala es el adecuado. Torres cuenta con más de 30 años de ejercicio profesional en medios y en agencias de comunicación. En 2018 fue seleccionado por la publicación neoyorkina PR News como uno de los 50 game changers de la comunicación del siglo XXI. 

–Dice que somos una sociedad tonta, cansada y mentirosa. ¿Qué nos ha llevado hasta aquí?   

Yo creo que está relacionado con la revolución que nos ha tocado vivir. Todas las revoluciones tienen un punto de inflexión, marcan un antes y un después. Yo creo que la revolución tecnológica, que ha estado acompañada de grandes cambios socioeconómicos, sobre todo a finales del siglo XX, ha propiciado una forma de ver el mundo, paradójicamente, más pequeña.  Quiero decir que estamos más conectados, pero vemos el mundo, en lugar de en visión panorámica como lo hacíamos cuando éramos analógicos, a través del iPhone, metafórica y literalmente. Estamos muy pendientes de los mensajes y de la actividad que generamos, pero con unas consignas que nos hacen aislarnos más de la complejidad del mundo. Creamos zonas de confort, pero afines a nuestros miedos, que llamamos preocupaciones, pero que son miedos porque cada cambio estructural, como representa una revolución, genera miedos. Todo cambio genera miedo. La revolución industrial trajo la aparición de la nueva clase social, el proletariado, trajo las revoluciones socialistas y comunistas, trajo la dicotomía entre el mundo capitalista y el modelo del socialismo real... Y ahora está pasando algo parecido, pero todavía no nos hemos asentado lo suficiente para decidir qué vamos a hacer. De momento, estamos abordando la tecnología como si fuéramos simios avezados en su uso, pero sin plantearnos realmente, más allá de la usabilidad, para qué la estamos usando o qué nos aporta netamente bueno.

–Usted se define como un tonto curioso.

Yo soy tonto como todos los demás. Sin duda, soy tonto y mentiroso. Yo creo que es importante que entendamos que la mentira es inherente a nuestra condición como especie. Tiene una razón hasta antropológica. Cuando los animales se camuflan o emplean artimañas de ataque o defensa para sobrevivir, están mintiendo. Yo creo que la mentira está muy presente en nuestra vida. Una de las cosas que más me han sorprendido a través de las investigaciones que hemos hecho en estos últimos años, no es tanto el número de mentirosos ni la cantidad de mentiras, sino que seamos una sociedad cada vez más predispuesta a ser engañada. Eso es lo que realmente de alguna forma me empujó a escribir el libro, porque solamente una sociedad hastiada de sí misma prefiere vivir en una burbuja de mentiras que afrontar los problemas de una realidad compleja.

–La mentira es algo inherente al ser humano, pero ahora con internet su propagación es casi infinita.

 –Yo creo que hay una relación muy interesante entre los nuevos canales y los canales tradicionales.  La comunicación, creo que es algo sobre lo que también reflexiona el libro, históricamente siempre ha tenido un funcionamiento muy jerárquico, muy ordenado y de alguna manera, para bien o para mal, esto contribuía a tener todo el sistema más o menos controlado. La palabra control es controvertida, pero había un equilibrio. El problema es que primero Internet y después las redes desmadejan dejan todo eso. Internet y las redes tienen una parte muy positiva porque democratizan el proceso comunicativo, pero también tienen unos efectos secundarios importantes. Por ejemplo, arrastran a los medios de comunicación. Los medios de comunicación se convierten en víctimas del clic y pierden pausa y reflexión, que era lo que realmente te daba un trasfondo para poder ser denominado cuarto poder, y se meten como adolescentes en la dinámica de la noticia más leída o la noticia más votada. Y por otra parte, a título individual, efectivamente, como el desarrollo de las redes está asociado al desarrollo del modelo económico y no ha habido regulación alguna que las comidiera, en un momento dado se dan cuenta que lo que les sale más a cuenta es la polémica, la generación de debate, el antagonismo, la polarización. Combinas todos esos elementos y tenemos el sin dios que tenemos.

"Una sociedad hastiada de sí misma prefiere vivir en una burbuja de mentiras que afrontar los problemas de una realidad compleja"

–Afirma que la pandemia del COVID marcó un antes y después en la generación y propagación de bulos.

Sí, yo creo que el COVID lo que hizo de alguna manera fue, por una parte, recordarnos lo débiles que somos, los puestos que estamos. Creo que hubo un momento de recogimiento que podíamos haber interiorizado para mejorar, para crear más comunidad, pero como no fue, en términos cuantitativos, ni tan mortífero ni tan largo como esperábamos, porque tuvimos una respuesta muy buena en términos de ciencia aplicada, perdimos toda reflexión y nos adaptamos más a la vida hacia delante en la que estamos instalados.

–¿Por qué nos creemos más una mentira que la verdad?

–Porque son habitualmente más cautivadoras y además no tienen por qué ser creídas por el conjunto de la sociedad, sino simplemente por aquella parte de la sociedad a la que están dirigidas. Yo creo que tuvieron una gran entrada, pero porque se rompieron sobre todo algunos diques que hasta ese momento eran sagrados. Que el presidente de Estados Unidos saliera en marzo de 2020 invitando a sus ciudadanos a beber lejía para combatir el virus, para mí marca un antes y un después de la jerarquización de la mentira. Porque no es lo mismo que miente un ciudadano más o menos anónimo, o yo, que lo haga el hombre más poderoso del mundo. Si el hombre más poderoso del mundo miente y se marcha de rositas, porque, paradójicamente, esa invitación que causó muertes no le ha perseguido penalmente. Le persiguen otras cosas, pero ya nadie habla de la lejía, que es una burrada porque es una prescripción absolutamente alejada de la evidencia científica y de las recomendaciones de los médicos y tuvo unas consecuencias macabras. Esto demuestra el grado de permisividad social que tiene la mentira. Otro ejemplo más doméstico: la seleccionadora de fútbol salió el otro día diciendo que había hablado con todas las jugadoras y que todas están encantadas de ir a la selección. Ellas responden tres horas más tarde que eso es mentira. Sigue siendo seleccionadora. ¿Qué mensaje te transmite?: Miente, porque no te va a pasar nada, es impune. Para mí, ese sedimento es el que realmente tenemos que abordar, porque aunque ahora suene como chusco contar esta anécdota del fútbol, en realidad se va extendiendo por toda la esfera social y de arriba abajo y esto es algo que sí que tenemos que combatir y ponerle freno. 

–¿Cómo combate los bulos una sociedad hastiada de sí misma?

Pues con entrenamiento. Pero el entrenamiento no es sólo desmentir la noticia falsa, sino que es formarte mejor, leer más, tener una mente un poco más abierta, especialmente a las posiciones que no son las tuyas naturales. Es bueno confrontar ideas con antagónicos, aunque al final acabes enfrentando las tuyas, pero es preciso oxigenarse. ¿Qué sucede? Que demanda un esfuerzo. El pensamiento es algo inherente a nuestra especie, pero en estos momentos tenemos tantos sucedáneos de ocio, de entretenimiento, de información sencilla, muy diluidita, que no cuesta incorporar que estamos externalizando el pensamiento, que piensen otros, la inteligencia artificial. Está bien que haya desarrollo tecnológico, pero tenemos que pensar por qué lo utilizamos y cómo está mejorando o no nuestra vida.

–¿Hacia qué sociedad nos encaminamos?

Sabemos que la revolución nos está cambiando, pero qué sociedad va a resultar está por ver. Yo creo que hay algunos indicios para la esperanza. En 2020, cuando estábamos con el COVID, Facebook ya no molaba, era para abuelos. Musk ha destrozado Twitter. Ahora estamos con Tik Tok. Creo que la gente ha entendido que no podía estar todo el día generando contenidos para las redes. Se ha producido cierto ajuste desde la revolución tecnológica, desde las horas que estamos conectados a Internet hasta la cantidad de contenidos que generamos. Se ha producido un cambio más abusado después del COVID. Pero incluso antes, había gente que se desmarca de redes, y si antes estaba en cinco ahora está un una o dos y muy poca gente ya está en tres. Creo que esto también evidencia que nosotros mismos llega un momento en que también demandamos pausa. Es cierto que hemos respondido durante muchos años como si fuéramos un animal hiperactivo y que nos daban un haz de luz y nos tirábamos hacia él sin plantearnos por qué lo estábamos haciendo.

"Está bien que haya desarrollo tecnológico, pero tenemos que pensar por qué lo utilizamos y cómo está mejorando o no nuestra vida"

–La inteligencia artificial es capaz de modificar imágenes, clonar voces, de escribir... ¿Alimentará esto aún más los bulos? ¿Qué opina?

No creo que la tecnología sea buena ni mala. La tecnología es una capacitación técnica que nosotros utilizamos, y la podemos utilizar para investigaciones médicas o para el desarrollo de bombas. Todo depende de cuál sea nuestro sentido. Yo creo que la bomba de nuestra época, de momento, está siendo, efectivamente, este planteamiento de que cualquier tecnología puede ser aplicada en tiempo real y vuelvo a insistir en una palabra que molesta mucho, sin regular. Y creo que es necesario regular. Creo que es necesario más que nunca la participación de lo público y del bien común sobre estos emprendimientos privados. Porque la inteligencia artificial, evidentemente, creo que es impresionante conceptualmente. Conceptualmente también da miedo, porque si la aplicamos mal, el alcance del mal es exponencial, pero creo que en última instancia lo que se debe hacer, efectivamente, es mejorar nuestra formación como ciudadanos y como seres humanos. Y esto lo estamos olvidando un poco. Cuando se plantea periódicamente, ¿para qué sirve la filosofía si lo que quiero estudiar ingeniería? Pues a lo mejor para recordarte que antes que ingeniero, eres persona. Y esto, que son obviedades, en la inmediatez del discurso económico y político, son las primeras víctimas de lo pragmático. Y lo pragmático nos ha llevado a esta situación tonta.

–¿Somos una sociedad hiperconectada pero al mismo tiempo sola?

Yo creo que sí. Yo creo que uno de los problemas de que hayamos creado estas burbujas de autoafirmación ideológica y de forma de interpretar la vida es que, en lugar de habernos enriquecido, nos ha empobrecido. Hablamos con personas cada vez que simplemente funcionan más como simples cajas de resonancia y con cero empatía hacia lo distinto. Y si algo ha demostrado la evolución humana, es que la empatía se basa en cosas como la sensibilidad con lo desconocido y la curiosidad por descubrir qué justifica lo que es distinto a nosotros. Y yo creo que, en ese ejercicio de autoafirmación, nos hemos quedado más pobres de relaciones y si lo llevamos al ámbito de la vida en Internet, más carentes de contacto humano. Aparentemente las relaciones son más fáciles en el ámbito romántico. Hace 30 años, ligar era todo un ejercicio de supervivencia. Ahora es pasar fotos en Tinder. Todo eso hace que perdamos matices básicos en lo que ha sido la creación de nuestra sociedad, en lo que ha sido la construcción de nuestra grandeza. Y sí creo que somos una sociedad no solamente más sola, sino que también somos una sociedad con menos sentido de comunidad, con menos empatía. Y eso al final, si se va aislando, te va haciendo más ameba. Si sabemos todo esto, ¿cómo está nuestra conciencia como individuos y como sociedad? O no la tenemos o está enferma. Una sociedad sin conciencia es una sociedad sin brújula moral. Y sin brújula moral estamos totalmente perdidos, por mucha tecnología que tengamos.

–¿Qué le gustaría que sacara en claro el lector del libro?

Me gustaría que alimentara el principio de la duda razonable sobre si el camino que se nos está señalando como el normal es el adecuado. Me gustaría que se formulara preguntas que cuestionaran la obviedad de nuestra sociedad. El otro día leía uno de los últimos barómetros del CIS y entre los cinco problemas, dos estaban relacionados con el desempeño político. Me gustaría que la gente dijera a los políticos: “Dejad de hacer gilipollas y pensad en el bien común”. ¿Cómo un país puede tener entre los cinco más importantes dos problemas relacionados a l crispación política, con el mal comportamiento político? Pues creo que este adocenamiento que nos hace estar adscritos a un lado o a otro nos hace perder mucha composición del lugar. Entonces, lo que me gustaría es que la gente dejara de ver tanto el mundo en pequeño y lo viera en grande. 

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