Entrevista | José González Esposo y cuidador de Rosa, enferma de alzhéimer

“El cuidado requiere paciencia y muchísimo cariño”

A este vecino de A Coruña se le “apagaron las luces” cuando a su compañera de vida, Rosa, le diagnosticaron esa dolencia

En su Día mundial, urge más recursos públicos para los afectados y reivindica la labor de entidades como Afaco: “Llegan a donde no lo hace la Administración”

José y Rosa, en su domicilio de A Coruña.

José y Rosa, en su domicilio de A Coruña. / VÍCTOR ECHAVE

María de la Huerta

Hace un lustro que la vida de José González, coruñés de 71 años, se fundió a negro, cuando a su compañera de vida, Rosa, de 73, “se le detectó, oficialmente”, la enfermedad de Alzheimer, aunque este matrimonio llevaba ya entonces “tres años peleando con ese tema”. “El detonante que nos alarmó del todo fue que mi mujer cuidaba a unos niños, los recogía en la parada del autobús escolar para darles la comida y los volvía a llevar al colegio y, de golpe y porrazo, un día, dijo que no habían venido a comer, y a mí me llamó el padre para avisarme de que Rosa no los había ido a buscar. Ahí ya pensé: ‘Esto no es normal’. Porque, además, ella se desvivía por esos pequeños, y dejaba lo que fuera con tal de estar con ellos. Luego hubo otra ocasión en que la madre le pidió que, de paso que iba a recoger a los niños, comprase una barra de pan. Pues Rosa entró en la tienda a comprar el pan, el autobús pasó y no los recogió tampoco”, recuerda José, quien, hasta llegar a eso, había percibido ya comportamientos en su mujer que le llamaban la atención porque “no eran habituales”, y que le hacían sospechar que Rosa sufría “algo más” que la “depresión” que le había diagnosticado su médica de Atención Primaria: “Yo estaba seguro de que no era eso. La depresión te puede dar por llorar, puedes estar un día así, dos... pero no te pasas una noche entera o 24 horas seguidas llorando, desconsolada, sin saber por qué. Porque a Rosa le preguntabas: ‘¿Qué te pasa? ¿Tienes algo? ¿Te duele algo?’. Y te respondía: ‘No, me da por llorar y no puedo evitarlo’. Incluso llegó a levantarse de la cama, a las tres de la madrugada, e irse a la calle en camisón”.

José inició entonces un peregrinaje, de consulta en consulta, hasta lograr un diagnóstico que permitiese a Rosa iniciar un tratamiento que ralentizase, en la medida de lo posible, el avance de su enfermedad. “Lo intenté por todos los medios en la sanidad pública, pero insistían en que no sufría alzhéimer, sino una depresión, y eso a pesar de que mi suegra ya había padecido también esa dolencia. Hasta que llevé a Rosa, primero a un centro privado cerca de A Coruña y, posteriormente, a la consulta de un prestigioso neurólogo en Santiago, y en ambos casos determinaron que mi mujer sufría demencia. Finalmente, con los resultados de las pruebas que le realizó este último especialista, en el Sergas concluyeron que efectivamente era así, pero en aquel momento la enfermedad estaba ya muy avanzada, en un grado III, el máximo”, lamenta José, quien describe, con un poso evidente de tristeza, el varapalo que supone recibir un diagnóstico como ese: “A Rosa le contamos una mentira, como yo digo, ‘piadosa’. Le dijimos que le habían hecho unas pruebas y que tenía que tomar un tratamiento. Y bueno... a mí, en aquel momento... se me apagaron las luces. Me quedé frío completamente, incapaz de reaccionar. No lo comprendía. Tardé muchísimo en entender y asimilar lo que estaba pasando... al final, poco a poco, lo vas aceptando. No te queda otra. Al principio, fui manejando la situación más o menos, como podía, y luego en la farmacia a la que voy me hablaron de Afaco (Asociación de Familiares de enfermos de Alzheimer y otras demencias afines de A Coruña). Fue entonces cuando decidimos pasarnos por allí, metimos a Rosa en el centro de día y yo empecé a ir también a terapia con la psicóloga de la asociación. Me dio pautas para reaccionar en momentos determinados, para que me fuese mentalizando de lo que había... para mí, desde luego, han sido una ayuda tremenda, y para Rosa también”, incide este coruñés, consciente de que su caso no es el más común, ya que “la mayoría de los cuidadores” de personas dependientes en general, y con alzhéimer y otras demencias en particular, “son mujeres”.