JOSÉ ESQUINAS | Ingeniero agrónomo, doctor en Genética y Horticultura

“El ecocidio se detiene haciendo converger economía y ecología”

“Hoy el alimento es una mercancía que no se produce para nutrirnos, sino para hacer negocio, controlado por un pequeño grupo de oligopolios multinacionales”

El ingeniero agrónomo José Esquinas acaba de publicar ‘Rumbo al ecocidio’.  | // M. FERRER

El ingeniero agrónomo José Esquinas acaba de publicar ‘Rumbo al ecocidio’. | // M. FERRER / elena pita

elena pita

Si después de leer sus respuestas persiste usted en el consumismo desaforado, algo falla en su cabeza: se ha vuelto insensible a la objetividad científica. Ingeniero agrónomo, doctor en Genética y Horticultura por la Universidad de California, trabajó 30 años en la FAO luchando contra el hambre, ha sido profesor universitario y su saber razonado sobre la deriva suicida del planeta pone los pelos de punta. Publica Rumbo al ecocidio (Espasa).

–¿Las semillas también se suicidan?

–Sí, las semillas de la agroindustria son manipuladas para producir alimento en su primera generación pero, a partir de ahí, la simiente que a su vez generan se vuelve estéril. Se comercializan junto a un pack de productos agroquímicos y crean una dependencia permanente en el agricultor.

–Un agricultor, por ley, ¿no puede guardar la simiente de sus cultivos como se hizo siempre en el campo?

–No, por ley están obligados a volver a comprar las semillas y así pagar los royalties de la propiedad intelectual de la simiente. Como esto no se cumplía a rajatabla, Monsanto y demás agroquímicas inventaron el suicidio de la semilla.

–Producimos un 60% más de lo que necesitamos para alimentarnos y de ello desperdiciamos un tercio, mientras 800 millones de habitantes del planeta padecen hambre. ¿A quién beneficia este despropósito?

–El desperdicio de alimentos se cifra hoy en 1.300 millones de toneladas métricas anuales. A lo que hay que sumar otro tercio del total que “tiramos a nuestros estómagos”; es decir, la sobrealimentación causante de obesidad. Hoy el alimento es una simple mercancía que no se produce para nutrirnos, sino para hacer negocio, controlado por un pequeño grupo de oligopolios multinacionales. Según informes de la ONU, en el mundo hay 800 millones de personas que padecen hambre y 2.000 millones, obesidad y sobrepeso.

–Los cultivos tradicionales (diversos y orgánicos) son sumideros de carbono y, al contrario, los monocultivos químicos son una de las primordiales fuentes de CO2. ¿Me lo explica?

–La agricultura no solo sirve para producir alimentos, sino que conserva los recursos naturales y la biodiversidad de la tierra. Y esto no se produce con la agroindustria, que es uno de los mayores contaminadores del planeta, mientras el cultivo tradicional consume CO2 y preserva los microorganismos del suelo; pero esto no cotiza en la industria.

–¿Y este inmenso absurdo solo se explica porque el rédito de los monocultivos químicos es infinitamente mayor?

–Porque reciben subvenciones encubiertas. Cada euro que gastamos en productos agroindustriales supone otros dos euros que costará paliar sus efectos negativos sobre el medioambiente y la salud humana. Si esos dos euros que luego la economía invierte en medicamentos y sanidad llegaran al agricultor, no habría sequía ni Españas vaciadas.

–¿Cuál sería la medida fundamental para detener el ecocidio?

–Hacer coincidir el precio económico y el precio ecológico de los productos, que la producción industrial pague los gastos energéticos, medioambientales y de salud que genera. Es decir, lograr una convergencia de economía y ecología, términos cuyo origen es común: administración de una hacienda o casa, pero cuando el primer concepto falla, surge el segundo.

–Sudán compra a Moscú el 65% de su alimento base que es el trigo y un año después de los vetos a su exportación ha vuelto a desatarse la guerra en el país africano. ¿Es el hambre un arma de guerra?

–Es más exactamente un arma política. Como dijo Kissinger: “Quien controla el petróleo, controla a los gobiernos; y quien controla los alimentos, controla a los pueblos”. Lo que hoy comemos en España ha recorrido una media entre 2.500 y 4.000 kilómetros.

–¿Cómo se cifra el efecto medioambiental de este modo de alimentarnos?

–Su producción y transporte está emitiendo al año 11.000 millones de toneladas de gases de efecto invernadero, o sea el 28% de los gases responsables del cambio climático. El tercio de alimento que se tira supone el 12% de esas emisiones, ocupa una superficie de 27 veces el tamaño de España, consume un cuarto del agua dulce que el planeta emplea en agricultura y quema 300 millones de barriles de petróleo en su transporte.

–¿Por qué se queda corta la agenda 2030?

–Hay que agarrarse a ella como a un clavo ardiendo, pero para que logre ralentizar el ecocidio debiera entrar en el corazón del sistema y abordar sus principales problemas. A saber: 1) Sustituir el PIB como medida de desarrollo de los pueblos, ya que no tiene en cuenta ni el bienestar ni la felicidad ni la prosperidad sostenible. 2) Establecer un defensor que dé voz a las generaciones futuras, que van a sufrir las consecuencias de nuestro comportamiento irresponsable y consumista. 3) Hacer converger economía y ecología. Y 4), que el ecocidio se considere jurídicamente un crimen contra la humanidad.

–¿Y todo esto quien lo controlaría?

–Necesitamos un nuevo sistema de gobernanza mundial más allá de la ONU, donde hablan los gobiernos pero no la sociedad civil. Establecer un foro de los pueblos que rija por encima de las naciones, sobre la base de los derechos humanos.

–¿Y qué podríamos hacer como individuos particulares para mejorar el estado de las cosas?

–Ser conscientes de que comprar es un acto político: no solo no comprar más de lo necesario sino tener en cuenta la enorme diferencia entre adquirir un producto agroquímico y uno ecológico. La toma de conciencia pasa por transformar nuestro carro de la compra en un carro de combate por un mundo mejor y sostenible; una lucha pacífica pero rebelde que promueva la reinversión local. ¿Te sabes el cuento del colibrí que en lugar de escapar del fuego trata de detenerlo gota a gota con su pico? Y así, hasta lograr convencer al furibundo elefante de que actúe con su potente trompa.