La traducción de Del Riego que decepcionó a Cunqueiro

Se publica “Las crónicas del sochantre” en una nueva versión en español supervisada por el hijo del escritor mindoniense

José Mª Castroviejo, Cunqueiro, Del Riego y Alberto Casal, en los años 60.

José Mª Castroviejo, Cunqueiro, Del Riego y Alberto Casal, en los años 60. / Archivo Fundación Magar

Rafa López

Rafa López

“As crónicas do sochantre” fue la obra con la que Álvaro Cunqueiro (Mondoñedo, 1911 - Vigo, 1981) entró en la cultura popular española. Publicada por Galaxia en 1956, años después su traducción al español formó parte de aquella mítica Biblioteca Básica Salvat de libros RTV, una colección de un centenar de novelas y ensayos que, promovida por el Ministerio de Información y Turismo que dirigía Manuel Fraga, llenó las estanterías de cientos de miles de hogares de todo el país. Aquella traducción corrió a cargo de Francisco Fernández del Riego, íntimo amigo de Cunqueiro, y a quien se dedica, dentro de justo un mes, el Día das Letras Galegas. El escritor mindoniense no quedó muy satisfecho del resultado, y por ello la versión que ahora publica Ediciones 98 de “Las crónicas del sochantre” cuenta con una nueva y exhaustiva labor de traducción.

Del Riego se encargó de trasladar a la lengua de Cervantes la novela sobre el fabuloso periplo del sochantre –director del coro en los oficios divinos– de Pontivy con un grupo de muertos vivientes a través de Bretaña durante la revolución francesa. El resultado no le convenció del todo a su gran amigo desde la juventud.

Álvaro Cunqueiro y Francisco Fernández del Riego.

Álvaro Cunqueiro y Francisco Fernández del Riego. / ARCHIVO FAMILIAR

“En una carta a Alberto Casal [notario e intelectual gallego, amigo de Álvaro Cunqueiro], mi padre le dijo que estaba descontento. Él mismo me comentó a mí que no le gustara la traducción”, señala a FARO el escritor César Cunqueiro, hijo del autor, que ha colaborado en la traducción, realizada en primer término por Julio Manso Barrios.

La carta a la que se refiere César Cunqueiro, en la que muestra que esa traducción de Del Riego le resultó decepcionante, fue remitida a Alberto Casal en marzo de 1959, con motivo de la versión del “Hamlet”: “He de hacerla yo... No he de olvidar que soy escritor en castellano, y debo afrontar la versión y el tono de ella y las posibilidades expresivas han de ser mías. Las crónicas me han enseñado a no abandonar nunca más esta tarea”.

El propio César Cunqueiro incluye en su epílogo a esta nueva edición en español de “Las crónicas del sochantre” este pasaje. También cita una carta a Francisco Fernández del Riego de octubre de 1955 en la que Cunqueiro le comunica que está escribiendo “Las mocedades de Ulises” “en un castellano nunca usado”.

Recreación de la portada de "Las crónicas del sochantre". Ediciones 98.

Recreación de la portada de "Las crónicas del sochantre". / Ediciones 98/FDV

“No sé si Paco se ofreció o se lo pidió mi padre, el caso es que Paco hizo una traducción, digamos, al castellano, esa variedad que se habla en el centro, en Madrid. Le pareció neutra, aparte de que dejaba muchos conceptos y expresiones sin traducir y de difícil comprensión para un lector”, razona César Cunqueiro, que pone un ejemplo: “Cuando escribe que ‘el verdugo de Nancy fue nombrado por el lecho de Lorena’, Paco lo puso tal cual. Y claro, el ‘lecho de Lorena’ es una expresión jurídica arcaica francesa que significa, digamos, ‘por el tribunal del rey’. Es cierto que en la edición gallega se pudo poner esa explicación, porque el lector común no sabe qué es el ‘lecho de Lorena’”.

El hijo del fabulador mindoniense sostiene que la traducción era aséptica, infiel a su lengua de origen, y que Cunqueiro incluso dijo, y lo dejó escrito también, que no volvería a encargar a otra persona una traducción, porque él tenía su propia forma de escribir en español, con sus palabras y modismos, algo que no podía quedar al arbitrio de nadie.

En términos lingüísticos, César Cunqueiro defiende que existe un “diasistema”, una serie de sistemas que entran en relación entre sí, en los escritores gallegos: “Nosotros hablamos un español muy influenciado por el gallego, no solo en los tiempos verbales, en el orden de los constituyentes de la oración, en el vocabulario... y creo que eso tiene que trasladarse a la traducción”, defiende. Se trata de “una variante del español que no se tiene que confundir con el castrapo; es tan digna como la que hay en Argentina o en Perú”.

“Quedó una traducción muy viva que a Cunqueiro le hubiera gustado”

César Cunqueiro - Escritor

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Así las cosas, Julio Manso realizó una traducción básica, agrega César Cunqueiro, en castellano. “Yo la revisé luego, con varios cientos de expresiones más gallegas, aclarando algunos términos del español de Galicia. Ellos [Manso y el editor Jesús Blázquez] volvieron a valorarlo, lo aceptaron en su inmensa mayoría, y al final creo que quedó una traducción muy viva que estoy convencido de que a Cunqueiro le hubiera gustado”.

Para el hijo del escritor, es normal que un traductor que vive en Madrid use las palabras más usuales de su variante del español, pero “ese léxico español no pasó jamás por la cabeza del escritor gallego, en este caso de Cunqueiro, o de Castroviejo o de Blanco Amor. Eso crea un efecto de irrealidad, llegas a desconocer la presencia de Cunqueiro en una obra traducida de esa forma”, defiende.

Las diferencias estriban, cómo no, en los tiempos verbales, ya que en gallego no hay pluscuamperfecto ni pretérito perfecto, y se emplean formas del tipo “fuera”, “estuviera”...

Pero también hay que cuidar el léxico, tan rico en esta y otras obras de Cunqueiro. “En casa no decíamos ‘grifo’, decíamos: ‘mira si la billa está abierta’ y cosas así. Igual que los argentinos dicen ‘macanudo’ nosotros podemos decir ‘pillabán’. Va un vocabulario que usaba mucho Cunqueiro, como ‘gabán’ por ‘abrigo’ y ‘por la otra banda’, que existen en español pero que no son muy usuales”, explica César Cunqueiro.

Por último, apunta el hijo de Álvaro Cunqueiro, “el ritmo de la oración gallega hace que el orden de los constituyentes de la frase sea diferente también, digamos, del castellano”, algo que para algunos lectores puede sonar a español antiguo. “Son tonterías, lo que tienen que hacer es un esfuerzo al encararse con esta modalidad tan legítima del español”, señala.

El siguiente libro de Ediciones 98 que aparecerá en las próximas semanas es la primera traducción íntegra al español de “Escuela de curanderos y fábula de varia gente”, con una importante adición de otros perfiles de curanderos y gente varia de las Terras de Miranda, prólogo de César Cunqueiro y epílogo de Jesús Blázquez.

Martínez Risco le impone la medalla de la RAG a Cunqueiro.   | // BENE

Martínez Risco impone la medalla de académico a Cunqueiro en la ceremonia del 21 de abril de 1963 en Mondoñedo. / BENE

Cuando la Real Academia Galega se desplazó por primera vez para dar entrada a Cunqueiro

Este viernes 21 de abril se cumplen 60 años desde que la Real Academia Galega (RAG) realizó un gesto inédito: por primera vez la Docta Corporación se desplazó fuera de su sede para dar entrada a un académico. El nuevo miembro iba a ser don Álvaro Cunqueiro y Mora-Montenegro, y la ceremonia se celebraría con gran brillantez en Mondoñedo, ciudad natal del ilustre escritor.

FARO dedicó un amplio espacio a aquel homenaje a quien, al año siguiente, iba a hacerse con las riendas del decano en el puesto de director. Como se cuenta en sus páginas, el solemne acto de aquel domingo 21 de abril de 1963 se celebró en el plaraninfo del Seminario Conciliar de Mondoñedo, bajo la presidencia de Sebastián Martínez Risco, presidente de la RAG, y con la asistencia del presidente de la Diputación de Lugo, el obispo de la diócesis, el alcalde de Mondoñedo y otras autoridades, así como la intelectualidad gallega –la que no estaba en el exilio, claro– prácticamente en pleno: José Eladio Amado de Lema, Valentín Paz Andrade, Rafael Dieste, Felipe Fernández Armesto, Xosé Filgueira Valverde, Domingo García Sabell...

“Lo recuerdo bien, aunque en aquella época estaba metido en la oposición y no estaba para muchas literaturas –comenta, con retranca, César Cunqueiro, que había acabado la carrera de Derecho en Santiago e iniciaba las oposiciones por las que se hizo notario–. Me acuerdo de la enorme satisfacción de mi padre, un Mondoñedo abarrotado y un seminario lleno de seminaristas que contrasta con el seminario vacío de hoy, dedicado a hotel. Cuando mencionó a Elio Donato o a algún gramático medieval, la ovación de los seminaristas fue cerrada”, rememora.

Nacido en Mondoñedo en 1941, el hijo de Álvaro Cunqueiro –que entonces era cronista oficial de la antigua capital del reino de Galicia– recuerda la “enorme satisfacción” que supuso para su padre su entrada en la RAG, que significó su “inclusión plena en las instituciones culturales gallegas y el reconocimiento de su obra”.

Álvaro Cunqueiro.

Álvaro Cunqueiro. / Archivo FDV

La contestación al discurso de Cunqueiro, titulado “Algunhas maxinacións sobre tesouros en Galicia”, corrió a cargo de Francisco Fernández del Riego, quien realizó un canto a la infancia de su íntimo amigo, a Mondoñedo y a toda Galicia. “Paco del Riego era un hombre de acción, y mi padre, un intelectual imaginativo. En el aspecto intelectual poco tenían que ver –destaca César Cunqueiro–. Lo que sí había era una honda camaradería y lazos personales desde la infancia. Recuerdo la satisfacción que le producía a mi padre cada vez que recibía cartas de Paco animándole a escribir. Para mi padre, este apoyo de Paco –espiritual y de gestiones, porque Paco estaba en Galaxia– fue muy importante

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