Las “joyas” que nos dejó Fernández del Riego

El intelectual referente en el galleguismo cultural y político del siglo XX donó y legó a Vigo su biblioteca con 35.000 libros, su colección de arte y su archivo personal repleto de valiosos documentos históricos

Francisco Fernández del Riego (Vilanova de Lourenzá 1913- Vigo 2010), al que este año se le dedica el Día das Letras Galegas, efemérides que él mismo “inventó”, es una de las figuras más destacadas del galleguismo cultural y político desde la Segunda República hasta ya entrado el siglo XXI. Fundador de la editorial Galaxia y de la revista Grial, artífice de la Fundación Penzol, renovador de la Real Academia Galega en los años en que la dirigió, conferenciante y profesor brillante, bibliófilo, experto en artes plásticas, escritor, articulista e incansable activista cultural y político, entregó sus 97 años de vida a Galicia, a la que le ha dejado una extensa herencia tanto material –la donación que hizo a la ciudad de Vigo en 1995 y el legado, recogido en su testamento– como intangible: su labor casi en la sombra como obrero de las letras gallegas.

En la viguesa Casa Galega da Cultura se pueden encontrar varias de sus joyas que nos muestra Xosé Manuel Soutullo, director de la Fundación Penzol: su biblioteca y archivo personal y el Museo Fernández del Riego, repleto de objetos artísticos, entre ellos piezas de Sargadelos diseñadas por su gran amigo Isaac Díaz Pardo, reconocimientos que logró a lo largo de su vida, sobre todo en la última década, recuerdos y, sobre todo, obra pictórica de los artistas gallegos más importantes del siglo XX.

Biblioteca con 35000 libros legada a Vigo por Fernández del Riego

Biblioteca con 35000 libros legada a Vigo por Fernández del Riego / ALBA VILLAR

Un templo de los libros

Una visita a su biblioteca explica muy bien cuáles eran sus intereses. De los casi 35.000 títulos que conforman su colección personal que regaló a su ciudad de adopción destaca, sin duda, la ingente cantidad de textos dedicados a Galicia, ya sea desde el punto de vista histórico o político como de las artes, la literatura o la economía. En este primer gran bloque de la biblioteca se puede encontrar una primera edición de “Cantares Gallegos” de Rosalía de Castro, cuya fecha de publicación formal, el 17 de mayo de 1883, inspiró a Don Paco a proponer la primera celebración del día das Letras Galegas cien años después de salir a la luz, en 1963. Entre la obra de literatura gallega destacan, también, primeras ediciones de obras de autores de la Xeración Nós y, por supuesto, de Galaxia, la mayoría dedicadas personalmente, y títulos de su autoría.

Lector voraz de literatura universal, otro gran bloque de libros de su biblioteca son clásicos internacionales e incluso ensayos de las letras de diferentes tiempos. La tercera gran pata de la colección bibliográfica es de literatura portuguesa y brasileña, otra de las grandes aficiones del de Lourenzá, gran amigo del filólogo portugués Manuel Rodrigues Lapa, quien hizo varios estudios sobre la literatura e idioma gallegos.

Un hombre puente

El archivo de documentos y cartas, escritas a mano o a máquina –nunca se pasó al ordenador y aún se conservan dos ejemplares que usaba en diferentes décadas, la más antigua una Underwood– demuestra lo que afirma Manuel Bragado sobre que Don Paco fue un hombre puente entre los gallegos de la diáspora y los que estaban aquí, entre los autores de la generación Nós y la de los primeros galleguistas que se iniciaban en la postguerra y que él daba visibilidad a través de sus artículos que publicaba en el periódico compostelano “La Noche”, entre el galleguismo y otras fuerzas de la oposición, y entre los propios autores de la generación Galaxia, donde trabajaba como un obrero de las letras, como un militante que se ocupaba del trabajo de edición y del envío de libros.

Fue un hombre puente entre intelectuales y artistas gallegos en la diáspora y en el interior

La documentación del archivo de Del Riego permite recorrer su dilatada trayectoria como activista político y cultural, cuya primera etapa se inicia en la Segunda República cuando él estaba en la Universidad de Santiago, donde estudió desde el segundo curso de Derecho y más tarde fue profesor. En esos años, de 1931 a 1936, el entonces jovencísimo intelectual milita en el Partido Galeguista, le ponen al frente de la organización juvenil Ultreya, llega a dirigir la revista A Nosa Terra, reclama la galleguización de la Universidad de Santiago en el discurso inaugural del curso 33-34, lucha por el Estatuto de Galicia... Su relación epistolar con las grandes figuras de la Xeración Nós, Castelao, Vicente Risco y, sobre todo Otero Pedrayo comienza en esos años y se extiende durante décadas, al igual que con artistas como Seoane y otros referentes del revisionismo pictórico.  Con Celso Emilio Ferreiro coincidió en l Federación Galega de Mocedades Galeguistas antes de que éste fuera poeta y le ayudará a editar “Longa noite de pedra”, que se convirtió en el libro de la resistencia cultural durante la dictadura.

La segunda etapa que se puede recorrer en el archivo corresponde ya a la posguerra y a su vida ya en Vigo, ciudad a la que llegó, tras ser inhabilitado por el gobierno franquista para dar clase, con una maleta con poca ropa y muchos documentos y libros buscando trabajo de pasante en el despacho de Valentín Paz Andrade justo cuando lo habían detenido. Mientras trabajaba como profesor ocultando su segundo apellido en el colegio Mezquita, primero, en el Labor, más tarde, y en su propia academia, colaboraba en la revista Industrias Pesqueiras y luego en Industria Conservera de su amigo Paz Andrade para ganarse la vida, en secreto mantenía contacto con los galleguistas del exilio y otros que permanecían en Galicia formando el Partido Galeguista clandestino en 1948. De esos años guarda correspondencia remitida por figuras como Ramón Piñeiro, sobre todo, y solicitudes de informes que le demandan desde el exilio intelectuales como Castelao, entre otros.

Viaje con Álvaro Cunqueiro a Gran Bretaña

Viaje con Álvaro Cunqueiro a Gran Bretaña / Alba Villar

De su labor como hombre puente entre la Galicia exterior e interior dan buena cuenta los viajes que hacía (a París para visitar a Colmeiro, a Buenos Aires para encontrarse con Luis Seoane, con Álvaro Cunqueiro a Londres, donde colaboraba para la BBC), así como nombramientos como el de delegado de la Casa de Galicia en Buenos Aires, donde Luis Seoane le pedía que enviara artículos y le encargó organizar una exposición de Carlos Maside y Laxeiro en 1951. Y de su faceta de promotor de las letras gallegas es fiel reflejo la fundación de la editorial Galaxia en 1950 con sus amigos Otero Pedrayo, Ramón Piñeiro y Xaime Isla Couto.  

En 1963 codirige con Ramón Piñeiro la revista Grial, si bien Ángel Sevillano García, el padre del pintor, presta su nombre como director pues el régimen franquista exigía que ese cargo fuera ostentado por un periodista con carnet. Ese mismo año se pone al frente de la Fundación Penzol, la primera gran institución cultural que se crea en Vigo, su hogar cultural al que se dedica el resto de su vida (abandona la dirección un año antes de su fallecimiento).

Un testimonio del arte del siglo XX

Aunque pequeña, la colección pictórica que Fernández del Riego dejó a la ciudad de Vigo es muy valiosa por lo que representa de testimonio del arte gallego del siglo XX y su labor en pro de él.

Un recorrido por la exposición “Francisco Fernández del Riego. Nos vieiros da arte galega”, actualmente en la pinacoteca que lleva su nombre, nos descubre sus profundos conocimientos de las artes plásticas y la relación que mantuvo con los artistas gallegos de diferentes generaciones, desde los revisionistas de los años 30 a los artistas de los ochenta. La muestra, que recoge piezas de su colección personal, del Museo Municipal Quiñones de León y de la Fundación Penzol, ocupa tres plantas, la primera dedicada a documentación sobre el intelectual galleguista y las dos superiores a obra plástica.

El más retratado

Llama la atención la cantidad de retratos suyos realizados por pintores, dibujantes y fotógrafos gallegos de diferentes décadas del siglo XX e inicios del XXI. Luis Seoane es el primero que plasma su rostro en 1933, el de un joven de apenas veinte años que luce en su solapa el trisquel de Ultreya, entidad del que era secretario general porque lo nombró Álvaro de las Casas. Alex Vázquez, en 2001, y Antón Pulido, en 2006, fueron los últimos que inmortalizaron su fisonomía. Y no fueron los únicos: Laxeiro lo retrató en 1941, Virxilio Blanco n 1945, Carlos Maside en 1947, Julia Minguillón en 1950, Colmeiro en 1952, Manolo Torres en 1941 y Luis Seoane lo volvió a plasmar en 1977, entre otros artistas plásticos.

"Del Riego tuvo una relación con los artistas que fue mucho más allá de la amistad. Era un gran defensor del arte gallego y esa es una vinculación mayor”

“Sin duda es la persona de su generación más retratada sin que sean retratos por encargo. Y es que Del Riego tuvo una relación con los artistas que fue mucho más allá de la amistad. Era un gran defensor del arte gallego y esa es una vinculación mayor”, comenta Beatriz Liz de Cea, historiadora del arte comisaria de la exposición “Nos vieiros da arte galega”. Durante siete años, Liz de Cea ha estado estudiando l figura de Fernández del Riego y su relación con el arte. “Tenía una gran formación en arte, hacía diferenciaciones en los años 40 que hacemos hoy en día los historiadores de arte, habla del cubismo en el año 33, estoy convencida de que se leyó hasta el último papel sobre el tema que tenía en su biblioteca, donde hay una cantidad ingente de libros dedicados al arte, algunos incluso en su lengua original”, explica la historiadora de arte.

Retrato de su paisana Julia Minguillón en 1950

Retrato de su paisana Julia Minguillón en 1950 / Alba Villar

Renovación plástica

La corriente de renovación del arte gallego que se inicia en los años 20 contagia y convence de lleno a Fernández del Riego ya en su etapa estudiantil, cuando se codea con los artistas que apuestan por esa transformación. “Entiende que dentro de la proyección de la cultura gallega, el arte no se puede quedar fuera, que además de renovarse estéticamente y ser universal tiene una dimensión ideológica nacionalista en cuestiones filosóficas, teóricas y políticas”. Esa concepción la explica en sus discursos durante la Segunda República, donde habla exclusivamente de cómo tiene que ser el arte, y la retoma tras el parón de la guerra a partir del año 1947, cuando retoma la relación con Luis Seoane, ya en el exilio, y escribe en “El Pueblo Gallego” y en “La Noche” una columna semanal en la que dedica la mitad de sus artículos al arte, sobre todo al renovador, a Maside, Colmeiro, Arturo Souto y Seoane, aunque también da espacio a la generación más academicista formada en plena dictadura. A estos últimos intenta acercarles el arte renovador a su pintura. Son los casos de Isaac Díaz Pardo, primero, Manuel Pesqueira y, en general de integrantes de la llamada segunda generación de renovadores.

Además de apoyar a nuevos artistas desde la plataforma que le daba su colaboración en prensa, Del Riego se convirtió en interlocutor entre los pintores en la diáspora y los que estaban en Galicia, mostrándole a unos lo que hacían los otros en tiempos de censura. Destaca su relación con Luis Seoane, con quien se carteaba una vez a la semana, y quien dejó escrito en un carta “si quieres ver obra mía, vete a casa de Fernández del Riego”.

Una labor importante fue la que hizo para recuperar obra gallega que estaba fuera, en concreto fue uno de los artífices de la compra de cuadros de Colmeiro para la colección municipal de Vigo y también consiguió recuperar dos máscaras de Castelao para la representación de “Os vellos non deben namorarse”, una de ellas restaurada para la exposición y otra propiedad de la Fundación Penzol. De Castelao también tiene dos dibujos de 1908 que presentó a un certamen de humoristas en Madrid, los más antiguos dentro de las colecciones municipales. Cuadros de Maside –del que en Vigo queda poca obra­– como “Rapaza na praia”, “Mozo con froitas” de Seoane, los primeros dibujos de Laxeiro, “Vista da Catedral de Compostela” de Virxilio Blanco, varias de Manolo Torres o un grabado de Picasso que compró en París cuando fue a visitar a Colmeiro son algunas de las joyas pictóricas que legó a Vigo “porque amaba la ciudad, igual que amaba Vilanova de Lourenzá, no por sentimentalismo ni por sentirse en deuda con la ciudad que lo acogió”, explica Liz de Cea.

En la década de los 60, se vuelca más en la editorial Galaxia y en la Fundación Penzol, con lo que desciende su dedicación al arte. “Ya había críticos de arte en ese momento y consideró que ya no hacía falta, aunque continuó firmando prólogos y catálogos de artistas como Laxeiro, Mario Granel o Colmeiro”.

Articulista en FARO DE VIGO

Su labor de colaborador en prensa continuó en FARO DE VIGO hasta 2009, donde escribió más de un millar de artículos desde 1949 y fue coordinador del Suplemento Cultural, además de maestro en el ejercicio de la crítica literaria. En 2002 escribió en este diario un breve ensayo en el que se define como “un luchador por la idea de Galicia”. 

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