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“Navidades hay muchas, pero la vida es solo una”

Dos ingresados en la planta COVID de Povisa cuentan su “tortura” para concienciar a la ciudadanía de la necesidad de ser prudentes estas fiestas

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Los doctores Marta Rodríguez, José Manuel Paz y Judith Álvarez, con Juan Carlos Simoes y Humberto Soage, en la planta COVID de Povisa MIGUEL RIOPA

Juan Carlos Simoes confiesa que en los 22 días que ha estado ingresado por COVID en Povisa ha pasado “mucho miedo”. Ha derrotado al SARS-CoV-2 y está curado, pero el temor le ha calado hasta los huesos y aún no ha sido capaz de sacudírselo. Se le ha agarrado tan fuerte que ha decidido aislarse “totalmente”. “De momento, nada de salir”, resalta firme. Desde la dura experiencia, aconseja “mucho cuidado” a la gente las celebraciones de estas fiestas. Con todos. Da igual que sean familia. ¿Quién le iba a decir a él que se lo iba a transmitir su nieta? A Humberto Soage Fernández, que en la UCI llegó a pensar que se le iba la vida, coincide en el mensaje: “Navidades habrá más, pero la vida es solo una”.

El soniquete de los niños de San Ildefonso cantando los números agraciados nos recibe al abrir la puerta de la habitación que, durante unas horas, Humberto Soage Fernández y Juan Carlos Simoes Pequeño van a compartir en la planta COVID de Povisa. Viendo el sorteo se evaden por un rato del aislamiento hospitalario en el que llevan varias semanas y desconectan “el molinillo”, ese run run de unas cabezas que no dejan de darle vueltas a la situación que viven. Pero no cruzan los dedos para que salga ningún número en concreto. A ellos ya les tocó la lotería. Tras la “tortura” que han vivido, su Gordo es marcharse para casa.

Ellos son dos de los 59.353 gallegos que se han contagiado con el virus que ha trastocado la realidad del todo el planeta. Y pertenecen a ese porcentaje de casos en los que se ha complicado la infección y han necesitado ingresar en el hospital –ayer había 342 y, de ellos, 49 estaban en unidades de cuidados críticos–. Juan Carlos y Humberto están a punto de abandonar el colectivo de “activos” –que ayer integraban 5.565– y pasar a formar parte del de curados –con 53.034–. Pero no todos lo han logrado. La pandemia deja en la comunidad, hasta el momento, 1.350 fallecidos.

  • “Cuando te falta el aire piensas que no puedes salir de esta. Te asfixias. Pasas pánico”

    Humberto Soage - 58 años - 14 días ingresado

Humberto, de 58 años, llegó a pensar que también se le “iba la vida” durante los seis días en los que el COVID lo mantuvo en UCI. “Cuando te falta el aire, claro que piensas que no puedes no salir de esta, te asfixias, te falta todo”; relata y continúa: “Se pasan unos momentos muy desagradables, muy malos, de pánico”.

Fue precisamente esa falta de aire la que le empujó a pedir una ambulancia el 8 de diciembre, en el festivo de la Inmaculada Concepción. “Me quedaba como un pájaro, con la boca abierta”, describe. Cree que se infectó en el taller de coches en el que trabaja en Cangas, porque se han contagiado ocho de sus once trabajadores. El es el único que ha acabado ingresado. Con sus 58 años, dice que es “el abuelete de la empresa”. Pensó que tenía “una típica gripe de cuando llega el frío”. Pero “con esas fiebres”, el pasado viernes 4, fue al centro de salud y el lunes le hicieron la prueba. Seguía empeorando y el martes ya no aguantó más.

Al poco de ingresar lo llevaron a UCI. No fue necesario intubarlo, pero requería más aporte de oxígeno. Recuerda bien esos días en “la boca del lobo”. “Como para olvidarlos”, apunta la doctora Judith Álvarez Otero, una de los tres internistas de Povisa más volcados con la atención en la planta COVID. “Esa fase de acojone, esos momentos malos en que miras para un lado y para otro y todo son cables, día tras día...”, cuenta.

“¿Para qué vas a andar con historias? No nos arriesguemos. Las comidas solo con los de casa”

Humberto Soage - 58 años - 14 días ingresado

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“Doctora, deme el alta, que quiero pasar la Navidad en casa”. Es una frase habitual cada año. Este, no. “Aquí la gente se vio mal y lo que quieren es ponerse bien, les da igual todo lo demás”, explica la doctora Álvarez. “Mi lotería es el alta, salir, estar con mi familia. Si no es mañana, es pasado”, coincide Humberto. En su casa no se reunirán como otros años, solo estarán los convivientes. “Para qué vas a andar con historias, está claro que no se puede, no nos arriesguemos”, pide y sentencia: “Navidades habrá muchas, pero la vida es solo una”.

Juan Carlos le ruega a la gente que tenga “mucho cuidado”. “Cualquiera te lo puede pasar y la gente no está mentalizada de eso”, resalta. Que sea un primo, un tío o un hijo no evita el riesgo de que transmita el virus. ¿Quién le iba a decir a este vecino de Coruxo, de 64 años, que se infectaría en casa a través de su nieta? Fue a finales de noviembre “Vino del instituto, le dolía la cabeza y se hizo la PCR”, recuerda. En su hogar, solo dieron positivo ellos dos y la parte peor le tocó a él.

  • “Estoy curado, pero voy a aislarme totalmente. Voy a estar tranquilo en casa. Nada de salir”

    Juan Carlos Simoes - 64 años - 22 días ingresado

A diferencia de Humberto, a Juan Carlos nunca le faltó el aire. El médico de familia le mandó al hospital el 1 de diciembre por una fiebre muy alta. Las dos primeras semanas, confiesa que lo pasó “muy mal”. Al agotamiento físico que sentía, se unía “mucho agobio”. Los pacientes que ingresan en este segundo embiste de la pandemia conocen bien las consecuencias de la infección. Él también y, el aislamiento en una habitación de hospital, sin la posibilidad de recibir visitas –“¿Y para qué las quieres? ¿Para contagiar a más gente?”, opina Humberto– deja mucho tiempo para darle vueltas al coco.

Ahora está mejor, “más mentalizado”. Ya no contagia. “Puede hacer vida normal”, le dicen los médicos que le han atendido en los 22 días que llevaba en el centro de la calle Salamanca de Vigo y que este martes le han dado el alta. Pero Juan Carlos no las tiene todas consigo. “Voy a aislarme totalmente, por si a caso. Voy a estar tranquilo, en mi casa. De momento, de salir nada”, subraya. Y es que, aunque su cuerpo haya podido contra el bicho, en su mente aún gana el temor. “He pasado mucho miedo”, confiesa.

“Cualquiera te puede pasar el coronavirus y la gente no está mentalizada de eso”

Juan Carlos Simoes - 64 años - 22 días ingresado

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“Si tú no lo vives de cerca, crees que no te va a pasar”, señala el internista José Manuel Paz Ferrín, otro de los doctores de Povisa que se han entregado al cuidado de ingresados con COVID desde el inicio de la pandemia, junto a la doctora Álvarez y el doctor José Luis Lamas. “Cuando los bajas a la UCI, los ves y dices: ‘Caramba, merece la pena tomar las medidas de precaución para que esto no ocurra”, destaca y lamenta que, quizás, no hayan sabido transmitir la gravedad de esta enfermedad. O, igual, el problema es que “la gente ya está aburrida y no lo quiere ver”.

Estos doctores también han escuchado la frase de “de algo hay que morir”, aplicada al COVID y creen que si los que la pronuncian vivieran el sufrimiento que ellos han visto en el hospital por esta infección, no se atreverían a pronunciarla. “Hay mucha gente que lo ha pasado mal, mucha gente que lo sigue pasando mal y mucha gente que se ha muerto. Las cifras son inaceptables”, insiste el doctor Paz y lo compara con otras tragedias, como el 11 M, en la que perdieron la vida 191 personas. España roza ya los 50.000 decesos directamente relacionados con el SARS-CoV-2.

Para los sanitarios también está siendo una experiencia muy intensa y dura. Solo los equipos de protección ya añaden una carga muy pesada a su día a día. No porque tengan miedo al contagio. “Estás más segura aquí que en la calle”, defiende la doctora Álvarez.

Para los que accedemos por primera vez al búnker de una planta COVID, la tensión es inevitable. Para su personal, no. Ya están acostumbrados. Pero no pueden perder la concentración en los pasos que han depurado y siguen mecánicamente para colocarse y retirarse la protección sin fallos ni despistes que puedan resultar fatales.

Vestidos con una bata impermeable y una mascarilla FPP2 acceden a esta “zona sucia”, ubicada en un ala de la segunda planta. Dentro está el control de Enfermería. Antes de acceder a una habitación, se colocan una mascarilla higiénica sobre la anterior; gorro; calzas; otra bata, esta vez desechable, que se anudan al cuello y a la cintura; un par de guantes; un tercero en la mano dominante; y unas gafas, que aprietan, limitan la visión lateral y se empañan si no tienes destreza a la hora de colocarlas. Antes de abandonar el cuarto, con la mano de los dos guantes, se quitan el gorro, la mascarilla higiénica y, junto al guante ya contaminado, lo tiran a un contenedor. Antes se habían desabrochado al cuello la bata, se la arrancan con los otros dos guantes y usan un truco para que salga todo junto. Solo entonces, pueden salir, En la puerta tienen gel desinfectante. Así, con cada una de las habitaciones en las que pasan visita. El doctor Paz cuenta que llegó a hacerlo en 16 ocasiones en una guardia.

Y, cada poco, al grifo. “La magia de no contagiarse está en lavarse continuamente las manos”, repite Judith Álvarez. En la planta apenas han tenido contagios de profesionales. Pero en España, hasta el 26 de noviembre, el Ministerio de Sanidad había registrado 86.028 positivos entre sanitarios y, hasta el 5 de junio, 63 fallecidos.

La primera ola los puso más al límite. Ahora ya no tienen esa incertidumbre inicial de no saber cómo enfrentarse al virus, de acabar de pasar visita a los pacientes agotados y llegar a casa y tener que actualizarse con la ingente cantidad de protocolos cambiantes e información sobre una enfermedad nueva y totalmente desconocida.

Durante esta segunda ola han tenido la “sensación” de que la gravedad es menor, pero parece ser “una falsa impresión”. Están empezando a revisar los datos y no lo avalan. “A la UCI está llegando un porcentaje similar de contagiados, aunque no todos los que llegan se intuban, como sí sucedía antes. Van un 10% y la mortalidad también es similar”, apuntan.

Aunque cada vez se sabe más sobre esta amenaza global, los doctores Paz y Álvarez advierten de que todavía no hay una terapia efectiva frente al COVID. “No hay un antiviral que lo cure, no existe, solo tratamientos que parece que disminuyen la mala evolución, pero nada más”, subrayan. Explican que “suele ser así con los virus”. “Solo hay tratamientos efectivos para el VIH, la hepatitis C y poco más. En la gripe damos uno, pero sin fe en él, no cura”, detallan.

“Es muy importante que la gente se vacune para acabar con esto”

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Con la vacuna sí se ha ido rápido. ¿Por qué? “Porque se lleva años trabajando con esta tecnología y se ha avanzado mucho. Ya no tiene nada que ver con lo que era”, aclara la doctora.

Los médicos piden a la población que todavía recela de la próxima campaña de inmunización –que está previsto que comience este domingo– que venza sus miedos y deje atrás las reticencias y acuda cuando sea convocada. Recalcan que “es muy importante que la gente se vacune para acabar con esto”. “Sin vacuna no va a haber solución”, insisten, aunque advierten que esta “no será inmediata” y tocará llevar mascarilla por mucho tiempo.

La alternativa es de naturaleza biológica: como en la gripe española, que se terminó cuando la mayoría ya estaban inmunizados por haberla superada. Por el camino, se llevó más de 40 millones de vidas en todo el plantea. El COVID lleva 1,71 millones

Sale de la UCI de Povisa una mujer de 87 años ingresada por coronavirus

Sale de la UCI de Povisa una mujer de 87 años ingresada por coronavirus Carla Pesqueira

“Creo que la gente se las está haciendo para poder cenar, pero la PCR es una foto fija, igual al salir de la prueba te contagias y mañana ya eres positivo”

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Por lo de pronto, estas navidades, la mascarilla es un complemento indispensable en presencia de no convivientes. Advierten sobre el mal uso que sospechan que parte de la ciudadanía puede estar haciendo de las pruebas PCR estos días, al crearse una falsa sensación de sensación de seguridad. “Creo que la gente se las está haciendo para poder cenar, pero la PCR es una foto fija, igual al salir de la prueba te contagias y mañana ya eres positivo”, alerta y teme que la población pueda bajar la guardia con estas medidas.

En la planta COVID de Povisa llevan alrededor de un mes estabilizados en el mismo número de pacientes, entre 18 y 20. En Galicia y, en particular, en el área sanitaria de Vigo, la reducción de los contagios y, consecuentemente, de la presión asistencial, se ha frenado antes de lo esperado y deseado. La incidencia aún es alta.

Y ya nadie duda de que en enero será mayor. Como advertían esta semana desde el comité de expertos de la Consellería de Sanidade, está por ver la dimensión de la subida y eso dependerá del comportamiento de la ciudadanía en estas fiestas. Paz Ferrín cuenta que, en el equipo de la planta COVID de Povisa, él es internista con la visión más optimista y cree que enero estará cerca de lo que se vivió en marzo. El pesimista espera “la catástrofe”.

Lo que está claro es que “va a empeorar porque la gente se va a reunir”. Piden “mucha prudencia” y “responsabilidad”. ruegan que se intenten evitar los encuentros sociales “porque es ahí donde está el riesgo, en las comidas y en las reuniones alrededor de una mesa, cuando te quitas la mascarilla”.

“El riesgo cero no existe y eso lo tenemos que asumir todos y hay que convivir con esa situación, pero disminuirlo lo más posible”, opina Álvarez Otero. Apuntan que el objetivo es no sobrecargar el hospital en enero, una época en la que, tradicionalmente, atacan otras infecciones respiratorias como la gripe –aunque, en esta ocasión, podrían ver minimizada su incidencia por las mascarillas y las medidas de higiene– y en la que el frío hace que se descompensen los mayores pluripatológicos. La meta es “que se pueda seguir atendiendo al resto de pacientes,porque no podemos olvidarnos del resto de patologías”.

Desde la izq. los doctores Marta Rodríguez, José Manuel Paz y Judith Álvarez, con Juan Carlos Simoes y Humberto Soage, en la planta COVID de Povisa MIGUEL RIOPA

“Sientas a la mesa a todo el mundo con el que has estado”

Médicos de Povisa advierten del riesgo de bajarse la mascarilla, sobre todo, en el interior de los hogares

“Maldito fue el día en el que fui a comer con esta persona”. Es una de las frases que han escuchado habitualmente los médicos de la planta COVID de Povisa. Porque, destacan, es en los encuentros sociales en los que nos bajamos la mascarilla donde está el riesgo. Son reuniones como las de Nochebuena, Navidad o Fin de año, en las que la gente se reúne alrededor de una mesa. Por ello, ruegan a la ciudadanía que sean “muy prudentes” y las eviten. “Es un año, unas navidades, un día”, defiende el equipo de internistas. “Es duro no comer con tu padre en navidades, pero más duro es estar aquí dentro”, advierte la doctora Judith Álvarez y añaden: “Hasta que no te toca, no te das cuenta”. Señalan que “no se trata de no verlos”. “Puedes ver a tu familia en un contexto de un paseo con mascarilla”, proponen. Incluso, consideran que los encuentros se pueden dar en el interior si se observan de forma estricta una serie de medidas. “Puedes ir a su casa, estar con él con mascarilla y con la ventana abierta, hasta la hora de cenar o comer, o dividirse en distintas habitaciones para hacerlo y luego volver a juntarse, ya con mascarilla”. “El problema es estar en un sitio pequeño y cerrado sin mascarilla”, destaca el internista José Manuel Paz Ferrín. Otro de los aspectos sobre los que llaman la atención es la conveniencia de “reducir al máximo a burbuja social. “No es lo mismo que cenes con cinco personas a que lo hagas con quince. El número de contactos posibles aumenta exponencialmente porque cada uno se relaciona con otros. No se trata de estar solo, sino de tener una gente fija y disminuirla todo lo posible”, explican y exponen: “Tienes que pensar que sientas a la mesa a todo el mundo con el que has estado”. Hacen un llamamiento para que la gente respete “unas medidas que no son difíciles y que reducen mucho el riesgo”. “El riesgo cero no existe y eso lo tenemos que asumir todos. Hay que convivir con él, pero reducirlo lo máximo posible”, defienden.

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