El ocaso de los quioscos

En Pontevedra solo quedan tres casetas en uso y una de ellas echará el cierre en mayo

Josefa en su quiosco, donde vende snacks y dulces. Detrás, el que seguirá abierto en A Ferrería.

Josefa en su quiosco, donde vende snacks y dulces. Detrás, el que seguirá abierto en A Ferrería. / Gustavo Santos

Gala Dacosta

Gala Dacosta

Las ciudades evolucionan con el paso del tiempo, como las personas, y los espacios urbanos cambian con ellas. Aun así, quedan todavía vestigios de épocas pasadas, que o bien se transforman o acaban desapareciendo: prueba de ello son las cabinas telefónicas, que en Pontevedra se terminaron de retirar el pasado año.

Los quioscos son también elementos que recuerdan a otra época, cuando los niños jugaban en A Ferrería y compraban maíz o golosinas, y la prensa en papel tenía mayor presencia que la digital. Aunque quedan varias estructuras en desuso en la Praza de Galicia, Avenida de Vigo, calle Rosalía de Castro o la calle Sierra, todas ellas gestionadas en su día por Cogami, tan solo tres quioscos continúan actualmente en activo en toda la ciudad del Lérez: dos están en A Ferrería y otro delante las escaleras de acceso del Hospital Provincial.

Josefina Martínez, aunque la conocen como Fina, lleva tres décadas asomada al ventanuco de su quiosco en A Ferrería. En mayo, después de toda una vida vendiendo golosinas, maíz para las palomas y helados en los meses de calor, abandona esta céntrica plaza para volver a Marín, a dedicarse a descansar y a hacer todo aquello para lo que no tuvo tiempo mientras llevaba el negocio. Hasta hace poco, asegura esta marinense que supera los sesenta años, trabajaba “de lunes a lunes, sin descanso”. No conoció nunca las vacaciones, excepto alguna semana que se vio obligada a coger, y recuerda con cariño la mejor Navidad de su vida, aquélla en que “decidí cerrar y fui a pasarlas a Valencia”.

“Aquí se trabajó muy bien. En la Peregrina traías el coche cargado de refrescos y pipas y volvías con él vacío. Los clientes fueron menguando poco a poco, porque abrieron varias tiendas de gominolas en la ciudad, una de ellas justo detrás del quiosco, y “a los niños les gusta coger ellos mismos el producto”, explica ella. Además, desde hace algún tiempo ha notado que hay más altercados en la plaza que otrora estaba llena de niños jugando: “Ahora los padres ya no los traen aquí y ellos son los que compraban maíz para las palomas y otras cosas”.

Pedro Moreno atiende el quiosco del Hospital Provincial.  | // G. SANTOS

Pedro Moreno atiende el quiosco del Hospital Provincial. / Gustavo Santos

Hace un par de días, por el Domingo de Ramos, abrió el quiosco porque es un día que compensa. Aun así, enseña tickets de la última semana en los que es posible ver que el negocio no es rentable: 12 euros tras una jornada de trabajo, por ejemplo, por no hablar de que al mediodía, mientras Josefa contesta a estas preguntas, todavía no realizó ninguna venta.

A su lado está otro quiosco, que cada cierto tiempo se alquila a una persona diferente. Los dueños no quieren deshacerse de él, pero siempre lo ha trabajado otra persona. Dice que es un caso muy distinto al suyo, pues su caseta es de su propiedad: “Cuando me jubile, me la llevo a la casa, que tengo un galpón donde cabe”. Y es que Josefa paga al ayuntamiento por el suelo público que está usando en la principal plaza de la ciudad: 1.000 euros al año. A partir del próximo mes de mayo, ese cuadradito quedará desierto en A Ferrería.

Quiosco cerrado en la Praza de Galicia.  | // GUSTAVO SANTOS

Quiosco cerrado en la Praza de Galicia. | // GUSTAVO SANTOS / Gala Dacosta

Pedro Moreno es uno de los quiosqueros que trabajan en la caseta de la fundación Juan XXIII instalada desde hace cuarenta años delante del Hospital Provincial. Él lleva allí desde 2013, junto con otros tres compañeros en plantilla que se turnan entre este quiosco y el situado delante del Hospital Montecelo, y ya le ha dado tiempo a presenciar un declive en las ventas: “Tuvimos que empezar a vender libros de segunda mano, además de prensa y revistas, porque no llegaba con eso nada más”. Desde la crisis económica, “la cosa iba cayendo de forma gradual, pero desde la pandemia fue a pique”.

¿Qué va a pasar con las estructuras de Cogami?

Tras la quiebra de la Rede Galega de Quioscos, dependiente de Cogami, las casetas de la red que había por toda la ciudad acabaron por echar el cierre en el año 2015. Una década después, esos quioscos siguen en la calle y el ayuntamiento busca eliminar estas estructuras del casco urbano, que se han convertido en lienzo para los grafitis y espacio urbano desaprovechado. Parte de esta iniciativa de mejora de la urbe fue la retirada de las cabinas telefónicas de la ciudad, que se materializó el pasado año. Ahora es el turno de los quioscos, que desde el Concello de Pontevedra aseguran que tienen los días contados. La oposición llegó a proponer su conversión en otro tipo de negocio, o baños públicos, si bien por experiencia la ciudad conoce que iniciativas semejantes cayeron en saco roto, pues tras la quiebra de Cogami el Concello trató de negociar la reapertura mediante la gestión de otras entidades.

“Gano más con la pensión que trabajando”

Josefa Martínez decidió que en mayo había llegado el momento de retirarse, y con ella, el quiosco de A Ferrería. “Llegas a casa agotada, y te preguntas por qué, porque no te mueves y te pasas el día sentada y a veces no atiendes a nadie, pero es muy cansado”, dice.

Su jornada laboral comienza temprano, tiene que llegar al centro de la ciudad desde Marín. Paga aparcamiento, gasolina, la tarifa al ayuntamiento... en total, al mes se le van 600 euros para poder trabajar, y asegura que siendo autónoma y con lo que genera vendiendo en este quiosco “voy a ganar más cuando cobre la pensión que trabajando toda la semana” .

Pero no todo lo que dice es malo: también echará de menos “hablar con las amigas, pasar el día aquí. Va a ser muy distinto estar metida en casa después de tantos años en este quiosco”. Con ella se va un vestigio de otra época muy distinta en A Ferrería.

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