Rafael Úbeda | Pintor

“Mucho cerebro y mucho corazón, es lo que hay que poner en la pintura”

El artista inaugura el próximo jueves en el Museo la muestra “Rafael Úbeda. Expresións cromáticas”, que reúne medio centenar de obras de distintas etapas creativas

Rafael Úbeda en la muestra “Expresións cromáticas” que se exhibirá en el Edificio Castelao.  | // RAFA VÁZQUEZ

Rafael Úbeda en la muestra “Expresións cromáticas” que se exhibirá en el Edificio Castelao. | // RAFA VÁZQUEZ / Susana Regueira

Medio centenar de obras, pinturas y algunos dibujos saludan al espectador en la exposición Rafael Úbeda, expresiones cromáticas”, dedicada a la que es una de las grandes señas de identidad del autor, pero en la que también se reconocen otras influencias como el universo de los sonidos, la figura humana, las escenografías, los interiores… Y toda la maestría de quien cumple 90 años y se ve a sí mismo como sinestésico, que ve colores en los sonidos y oye sonidos en los colores.

–¿Qué es esta exposición?

–Es una parte de mi (risas).

–¿Cuántos años repasa?

–Yo tengo muchísima obra, porque trabajo todos los días. Tengo para hacer cinco exposiciones, y lo más difícil fue seleccionar la obra para hacer esta, por lo tanto hay un poco de… No pertenece a una época exacta, unos son más recientes y otros más antiguos.

–¿Es una antológica?

–No, para nada, es para que se vea el color, la textura, la armonía y la composición.

–¿Cómo empezó en el arte?

–Desde niño, desde niño ya empezaba a garabatear en casa, rallando las sillas, las paredes, y llevando zurras en casa. Siempre tuve gran afición. Luego como soy niño de la postguerra tuvimos problemas, como mucha gente, escaseaba el dinero y no pudimos estudiar. Entonces empecé a trabajar desde muy niño.

A los 16 años entré al Teatro Principal haciendo escenografías, diapositivas a mano, los cartelones grandes. También me llamaron de una revista para hacer lineografías, y como no tenía gubias los hacía con ballenas de paraguas afiladas

–¿Cuáles fueron sus primeros trabajos?

–Como tenía mucha facilidad para dibujar empecé haciendo carteles, rótulos, para los comercios; y ya a los 16 años entré al Teatro Principal haciendo escenografías, diapositivas a mano, los cartelones grandes. También me llamaron de una revista para hacer lineografías, y como no tenía gubias los hacía con ballenas de paraguas afiladas. Eso fue la niñez y adolescencia, cuando mi padre me acosaba para que fuera telegrafista, como él.

–Porque usted no procede de una familia de artistas

–No, para nada. Yo quería ser arquitecto, pero mi padre no tenía dinero, me decía que me empleaban en un comercio para coger la carretilla y llevar paquetes, y a mi no me gustó y preferí hacer la oposición a telégrafos. La saqué con el número 2 estuve tres años trabajando de telegrafista en Pontevedra. Pero entre el morse y los teletipos me aburría y un día me cansé y arranqué todo, los cables y todo, y lo tiré al suelo.

Mi padre quería que fuese telegrafista... Saqué el número 2 la oposición... Pero entre el morse y los teletipos me aburría y un día me cansé y arranqué todo, los cables y todo, y lo tiré al suelo

–Un profesional quemado

Sí (risas). Mi padre se enfadó todo, me dio unas bofetadas, porque yo entregaba todo el sueldo en casa, era necesario. Pero dejé todo y me marché, mi padre me dijo que pidiese perdón y volvería otra vez, que había hablado con el director, pero dije que ni hablar y que no volvía. Y había hablado ya con un camionero del pescado, de los que iban a Madrid, y a las 5 de la mañana salí con 300 pesetas.

–Y se marchó a Madrid

–Sin conocer Madrid, ni a nadie. El primer año lo pasé muy mal, tuve que trabajar en el Rastro, haciendo falsificaciones, muchas cosas de esas… Y luego espabilé. Tenía aquí en el Teatro Principal un camerino para mis pinceles y mis cosas, y pensé por qué no tenerlo en Madrid, si el empresario era de Vigo.

Me marché a Madrid sin conoce la ciudad ni a nadie. El primer año lo pasé muy mal, tuve que trabajar en el Rastro, haciendo falsificaciones, muchas cosas de esas…

–Isaac Fraga

Isaac Fraga Penedo. Me fui a Alcalá 20, donde tenía el Teatro Alcázar, y me costó hablar con él mucho, la primera vez me echaron. Pero logré hablar con él e hice una escenografía para “Maribel y la extraña familia”, pero la llevé Fraga me contó que ya le habían encargado la escenografía al mejor escenógrafo que había. Le dije que solo pretendía que la viesen, la montaron y expliqué que la había hecho en una semana. Entré así en la empresa y le pedí a don Isaac un camerino para guardar los cuadros que no fuese húmedo. Me encontró uno en el Teatro Beatriz, que pensó que era para meter los cuadros, nunca imaginó que lo que yo iba a hacer era meter un catre y vivir durante 7 años en el teatro.

–También fue durante décadas profesor

–Cuando terminé la carrera tuve los primeros premios y me nombraron profesor de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Posteriormente me fui a Barcelona y fui profesor en San Jordi, después en La Laguna, en Canarias, y finalmente me vine a Pontevedra, donde fui profesor hasta que me jubilé.

Siempre decía el primer día que los que no estuviesen de acuerdo con mi manera de explicar se podían marchar, de modo que solo venían los que les interesaba la asignatura, y yo lo he pasado muy bien con la docencia

–¿Le gusta la docencia?

–Sí porque se aprende mucho, sobre todo cuando encuentras alumnos que tengan interés. Yo siempre decía el primer día que los que no estuviesen de acuerdo con mi manera de explicar se podían marchar, de modo que solo venían los que les interesaba la asignatura, y yo lo he pasado muy bien. Todavía tengo alumnos que me reconocen y me saludan, es muy bonito.

–En paralelo siguió pintando

–Siempre, siempre, no se hacer otra cosa (risas).

Ahora en la facultad los chicos vienen con cuadros para que los corrijas. Y yo les he dicho: no soy crítico de arte, soy profesor, y no creo que el alumno deba venir con el cuadro hecho, sino a aprender a hacerlo, debe extraer todo lo que sabe el profesor

–Y su obra ha tenido distintas etapas

–Como todos, y como las personas, eres niño, adolescente y hasta que formas. En la pintura pasa lo mismo, empiezas haciendo dibujitos, aprendes el color, técnicas diferentes, soportes diversos, y te vas dando cuenta de lo que sientes, la armonía, la composición. Mucho cerebro y mucho corazón, es lo que hay que poner en la pintura.

–¿Qué le parece hoy el mundo del arte?

–Que va fatal. En el mundo actual del arte existe una especie de acomodación, se encuentra una manera fácil de hacer y todo vale. Pero, claro, yo tuve la suerte de estudiar en la Escuela Superior de San Fernando, donde el dibujo era algo que se exigía de manera casi fotográfica, hasta el punto de que después soltarse era dificilísimo (a mi me costó 30 o 40 años), y las clases eran en el museo del Prado. Esa manera de trabajar no se parece nada a lo actual, ahora en la facultad los chicos vienen con cuadros para que los corrijas. Y yo les he dicho: no soy crítico de arte, soy profesor, y no creo que el alumno deba venir con el cuadro hecho, sino a aprender a hacerlo, debe extraer todo lo que sabe el profesor, si el profesor es bueno, claro. Porque esa es otra: desde que la escuela superior la han convertido en facultad se ha colado un montón de gente que no sabe nada. Pero, bueno, no importa, en la política pasa igual (risas).

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