Tapicero: la profesión con cero paro

Los tradicionales negocios perviven tras décadas de actividad en la ciudad, adaptados a los nuevos tiempos y especializándose en áreas que les garantizan una clientela fija

Roberto Corbacho con sus empleados en la Tapicería El Crucero.

Roberto Corbacho con sus empleados en la Tapicería El Crucero. / GUSTAVO SANTOS

Entre los muchos oficios que se comienzan a perder y para los que, al menos por ahora, apenas hay relevo, están los tapiceros. En este sector, que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos reinventándose, cuesta mucho encontrar mano de obra cualificada, de ahí que hoy por hoy sea una profesión con cero paro. El trabajo no falta y las listas de espera no son nada cortas a la hora de entregar y recibir encargos.

Las tapicerías que siguen activas en Pontevedra cuentan con décadas de historia a sus espaldas y la mayoría de ellas son ya de segunda y tercera generación familiar. Curiosamente, y aunque la costura se ha asociado siempre al sexo femenino, las plantillas de estas empresas están en su totalidad, salvo excepciones, compuestas por hombres.

Por el contrario, tradicionalmente buena parte de la clientela eran mujeres, amas de casa, un perfil que también se ha modificado con el paso del tiempo y los nuevos campos explorados por los empresarios tapiceros de la ciudad.

“Mucha gente trae butacones, sillas... que son herencias. Hay un valor económico por su antigüedad y también por motivos de apego"

Luis Garrido

— Tapicería Garrido

Y es que la producción industrial masiva y el abaratamiento de precios en artículos para el hogar de las grandes multinacionales en las últimas décadas han provocado un cambio en el consumo, de modo que la vida útil de sofás, butacas, sillas... se ha reducido considerablemente. Ahora, cuando se lleva algún mueble del hogar a tapizar es por algún motivo de tipo sentimental o porque su valor por calidad realmente es tan alto que compensa la inversión.

“Mucha gente trae butacones, sillas... que son herencias. Hay un valor económico por su antigüedad y también por motivos de apego. Por lo general son buenas maderas: castaño, caoba...”, explican desde la Tapicería Garrido, en la calle Perfecto Feijoo, un negocio abierto en 1960 por Luis Garrido Martínez, fallecido el pasado mes de marzo a los 82 años. Es su hijo, Luis Garrido Solla, quien está al frente ahora del establecimiento.

Luis Garrido Solla y su empleado, Juan Carlos Lavia Barreiro, en la Tapicería Garrido.

Luis Garrido Solla y su empleado, Juan Carlos Lavia Barreiro, en la Tapicería Garrido. / GUSTAVO SANTOS

El actual dueño comenzó, como ocurría por aquel entonces, a aprender el oficio con 14 años, cuando echaba una mano a su padre. Tras finalizar su estudios en FP, finalmente optó por incorporarse a la plantilla, hasta hoy.

Sin embargo, no es el más antiguo de la empresa. En ella todavía trabaja Juan Carlos Lavía Barreiro, con una antigüedad en Tapicería Garrido de 48 años y a las puertas de la jubilación. También él comenzó siendo un chiquillo: “Tenía 14 años y no quería estudiar, así que mi madre me mandó aquí a aprender la profesión. Me gustó desde el primer momento, por ser manual, tan artesanal. Entonces éramos seis personas trabajando aquí. Como es lógico, la cosa fue a menos, como en todas las tapicerías, aunque seguimos manteniendo unos 300 clientes estables”.

Como las nuevas generaciones cada vez recurren menos a las tapicerías, estos negocios han terminado especializándose en otras áreas relacionadas con su trabajo. Así, Tapicería Garrido trabaja con la Escuela Naval Militar de Marín, el Hospital Provincial de Pontevedra y la Xunta de Galicia, entre otras instituciones.

En su larga historia, además, acumula numerosas anécdotas e incluso premios, ya que el encargo de tapizado de una bañera por parte de unas estudiantes de la Facultade de Belas Artes logró un tercer premio en un concurso de la Xunta de Galicia y su exposición a público.

Por otro lado, la empresa familiar ha estado muy vinculada desde siempre al sector del mueble. Actualmente cuentan con la Mueblería Garrido en la calle José Malvar.

Un trabajador con una silla de comedor.   | // GUSTAVO SANTOS

Un trabajador con una silla de comedor. // GUSTAVO SANTOS / Ana López

Automoción y náutica

En Tapicería El Crucero, otra de las emblemáticas de la Boa Vila, creada en 1968 por José Eligio Corbacho, la especialización se ha dirigido hacia los sectores de la automoción y el náutico, donde también se necesitan los servicios de los tapiceros con frecuencia. Además, también hacen otro tipo de artículos, como cortinas.

Ahora es su hijo Roberto Corbacho el que dirige el negocio y cuenta con cuatro empleados. “Mi padre llegó a tener siete trabajadores, pero ahora es muy difícil encontrar gente que sepa de esto”, reconoce.

De hecho, el último en incorporarse a la plantilla hace unos meses es Ebou Mbowe, natural de Gambia, que adquirió sus conocimientos en su país por tradición familiar.

Roberto Corbacho también aprendió la profesión observando a su padre en el taller en la esquina de la calle Pardo Bazán. “Aquí lo aprendí todo y siempre me dediqué a esto”, dice.

“Trabajo no falta nunca, de hecho tenemos lista de espera para recoger pedidos y entregarlos"

Roberto Corbacho

— Tapicería El Crucero

A pocos metros de la tapicería cuentan con un almacén. “Los particulares tapizan mucho más de lo que creemos, pero además trabajamos mucho con obra nueva, hoteles, talleres de coches, taxis, a través de empresas del sector náutico... También hacemos sofás a medida, porque tienen una calidad muy buena, obviamente el material que llevan no es el mismo que el de un sofá que puedes comprar por 200 euros”, resume.

Por ello, no es raro ver en sus instalaciones alguna que otra reliquia a la espera de su recuperación. Cuando el trabajo está bien hecho incluso asumen algún encargo de fuera, como unos butacones de un cliente de Madrid que tienen pendientes de tapizar o una autocaravana de Pamplona que dejaron como nueva.

El apellido Corbacho está muy vinculado en la provincia de Pontevedra al tapizado, sumando a lo largo de su historia cuatro negocios. Además, ha sido un nicho de creación de nuevas empresas, ya que muchos de los empleados que pasaron por la tapicería original terminaron emprendiendo en el sector por su cuenta.

Lo cierto es que al menos por ahora la de tapicero es una profesión que goza de muy buena salud y a la que todavía le queda mucha actividad por delante. “Trabajo no falta nunca, de hecho tenemos lista de espera para recoger pedidos y entregarlos. Aquí hay paro cero, si no trabajan en esto es porque no quieren”, concluye Roberto Corbacho.

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