La educación también es cosa de perros

Los problemas de conducta en los animales llevan cada vez más a los pontevedreses a recurrir a adiestradores caninos

La adiestradora Amanda Metcalf (centro) junto a los dueños de Lila, una podenca, y Pancha, una golden retriever.

La adiestradora Amanda Metcalf (centro) junto a los dueños de Lila, una podenca, y Pancha, una golden retriever. / GUSTAVO SANTOS

Lila es una podenca de tamaño más bien pequeño y de poco más de un año. Helena Losada y Anxo Rodríguez se la encontraron en el Lago de Castiñeiras. En teoría estaba perdida, pero todo apunta a que fue un abandono, ya que nunca nadie la reclamó y ni siquiera tenía chip. Su corta vida hasta dar con la familia que le daría un hogar feliz para siempre no fue fácil, ya que presentaba problemas importantes de comportamiento: básicamente miedos y fobias. Se notaba a leguas que había sido maltratada.

Pancha, una golden retriever que ahora tiene un año y medio, ha sido siempre muy activa, pero esta forma de comportarse ha provocado más de un rompedero de cabeza, con susto incluido, a Laura Ojea, su dueña, ya que la perra prioriza cualquier estímulo externo antes que las órdenes que ésta le da.

¿Qué tienen en común ambas perras siendo tan diferentes y teniendo orígenes también tan dispares? A Amanda Metcalf, una adiestradora canina de Pontevedra que ha logrado lo que sus dueños no conseguirían en años, o quizá nunca. La educación en positivo también es cosa de perros, pero conseguirlo solo es posible cuando se deja en manos de profesionales.

El papel de los dueños

“La mayoría de las veces los humanos provocamos actitudes en los animales que se convierten en problemas. Cada perro tiene una historia y en base a ello hay que trabajar. Debe ser siempre un trabajo en positivo y respetando el tiempo de aprendizaje de cada animal”, explica la adiestradora a FARO en un paseo con las familias de Lila y Pancha por la Illa das Esculturas de Pontevedra.

Es fundamental conocer cuál es el problema exacto del perro y “nunca forzarlo a nada, porque puedes agravarlo”.

La pequeña Lila con sus dueños.

La pequeña Lila con sus dueños. / GUSTAVO SANTOS

Por ejemplo, en el caso de la pequeña Lila su miedo al abandono la llevaba a sufrir una “ansiedad brutal” cada vez que se separaba de sus dueños, “aunque solo fuesen diez minutos”, aseguran estos.

Amanda Metcalf aconseja en esta situación que al llegar a casa se deje a la perra saltar, correr y celebrar hasta que se calme, pero sin tocarla; cuando ya esté tranquila sí se le pueden dar los mimos y saludarla abrazándola, acariciándola, besándola...

“Hay que decir, aunque no era el caso de Lila, que cada vez hay más casos de ansiedad por separación; se ha multiplicado por la pandemia, ya que los perros se acostumbraron entonces a estar con sus dueños las 24 horas del día, algo que ya no tienen en la actualidad”, informa la adiestradora.

Han sido muchas las cuestiones que Metcalf ha trabajado con Lila y sus dueños, ya que la podenca tampoco sabía ir por la ciudad, “cruzaba alocadamente, era un peligro”, y cuando tenía contacto con otros perros que no eran de su raza ladraba mucho y se excitaba.

“Cada perro es un mundo. Lo que no puedes es improvisar con ellos. Este es un trabajo muy reconfortante”

Amanda Metcalf

— Adiestradora canina

La sospecha, casi confirmada al cien por cien, de sus dueños es que era la perra de un cazador y que éste la maltrataba, estando incluso mal alimentada. “Cada vez que ve un hombre de ciertas características se aleja, mete el rabo entre las piernas. Cuando Anxo cogía la escoba por casa se escapaba, mientras que no lo hacía conmigo”, afirma Helena.

“Amanda nos dio unas pautas maravillosas y por ahora hemos terminado con ella. Lila ha cambiado de actitud totalmente. Ahora la puedes llevar por ciudad, entiende que podemos estar separados... ”, celebra.

Por su parte, la adiestradora canina subraya que los premios deben darse, “pero no siempre, porque si no se genera una dependencia y después si no los das no te obedecen”. “Los premios se van espaciando y, finalmente, desapareciendo”.

La perra Pancha con sus dueñas.

La perra Pancha con sus dueñas. / GUSTAVO SANTOS

La importancia del castigo

El caso de Pancha era totalmente distinto. Lejos de tener miedo como Lila, esta golden era, literalmente, hiperactiva. Fue una experiencia durísima para su dueña, durante la cual se pasó más de dos horas intentando infructuosamente cogerla en el parque, la que la llevó a recurrir a esta profesional de la educación canina, que todavía la sigue tratando.

“Para la perra el escapar de su dueña era un juego, no era consciente de que Laura estaba pasándolo tan mal. El problema es que si hace algo así y no hay consecuencias, va a seguir haciéndolo. Cada perro sabe de qué pie cojea su familia”, indica Amanda Metcalf.

Con Pancha trabajan los paseos con correa de cinco metros introduciendo los estímulos paulatinamente y positivizando su nombre, ya que su dueña lo utilizaba antes continuamente para llamarle la atención. Ahora ya pueden empezar a soltarla para que pasee sin correa.

“Cada perro es un mundo. Lo que no puedes es improvisar con ellos. Este es un trabajo muy reconfortante”, manifiesta la profesional, que además de contar con un curso de adiestramiento de la Asociación Nacional de Adiestradores Caninos (ANACP) estudió Enfermería Veterinaria y Magisterio. Su página web es www.adiestradoracaninapontevedra.com

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