Las máscaras ibéricas lucen toda su ancestralidad en el rural ourensano

Participan en esta edición más de 40 localidades de Galicia, España y Portugal con diferentes personajes | Se trata del octavo año de una celebración que gana adeptos

Cada año son más las personas que llegan de fuera de Galicia para disfrutar del evento. |   // BRAIS LORENZO

Cada año son más las personas que llegan de fuera de Galicia para disfrutar del evento. | // BRAIS LORENZO / Edith Filgueira

Edith Filgueira

Este fin de semana, Viana do Bolo y Vilariño de Conso reviven el entroido más ancestral no solo de la provincia de Ourense, sino de la Península Ibérica. A través de un festival –que este año celebra ya su octava edición– diferentes figuras desfilan por las calles de estos municipios para presumir de tradición y cultura.

En una fiesta que se resiste a dar por finalizada la época del año de mayor disfrute para los ourensanos, se pudieron escuchar, entre otros sonidos, los “esgutíos” de los felos de Maceda de nuevo. Se trata de una especie de aullido que anuncia la llegada de estos peculiares personajes del entroido y que va acompañado por el repicar de las chocas –que llevan colgadas en la cadera y que servían para ahuyentar a los animales que se podían encontrar a su paso por las montañas–.

También los felos de Esgos asistieron al encuentro para hacer sonar sus cencerros –denominados "esquilós"– que en su origen servían para ahuyentar a los lobos. Su vestimenta se diferencia notablemente de sus homónimos de Maceda porque sus trajes son blancos, adornados con cintas de colores, y sus máscaras tienen una forma alargada en cuya parte superior dibujan animales típicos de la fauna gallega. Además, los acompañan en este caso las madamas –señoras arregladas con sus mejores faldas y mantones que en ocasiones hacen sonar panderetas–.

Unas botas de fuelle –de las que se usan para trabajar la tierra–, un calzón blanco y por encima –anudado en un lateral de la cadera– un mantón de manila conforman la parte de abajo del traje de los galos de A Mezquita, otros de los asistentes al encuentro. Adornan la parte superior con seis pañoletas –dos de las cuales se atan a las muñecas, para que simulen el espolón de las aves–, varios collares –que antiguamente eran de oro– y en la mano una "caxata" –similar a un bastón– para espantar y golpear a los que intentaban montarlos.

Coronando el traje, una máscara elaborada con cintas de papel que emula la cabeza de un gallo y que necesita del buen tiempo para no estropearse con la lluvia –aunque, por norma general, se retocan cada año debido a su fragilidad–.

Estas son algunas de las figuras que ayer y hoy presumen de haber sobrevivido al olvido, pues tienen en común haber desaparecido momentáneamente –coincidiendo con los años del Franquismo– para revivir con fuerza en las últimas décadas.

Las calles de  Viana do Bolo se llenaron de curiosos que fueron a descubrir diferentes figuras del carnaval de la península. |   // BRAIS LORENZO

Las calles de Viana do Bolo se llenaron de curiosos que fueron a descubrir diferentes figuras del carnaval de la península. | // BRAIS LORENZO / Edith Filgueira

Pero también asistieron al festival del entroido las pantallas de Xinzo de Limia, los peliqueiros de Laza, los cigarróns de Verín, los follateiros de Lobios o los troteiros de Bande, así como los fulións e boteiros, de Vilariño de Conso, y los fulións, mulas y boteiros, de Viana do Bolo –estas dos últimas localidades, anfitrionas del evento que ya va por su octava edición y en cada una va ganando adeptos–.

La mitología y minería vasca, aunada en el carnaval

Los personajes del carnaval de Abanto (Bizkaia) desfilaron dejando constancia de la historia de ese pequeño municipio vasco. Un espectáculo en el que se entremezclan el fuego y el humo, que simbolizan la purificación del mal, con personajes mitológicos. Los bizkarbaltza –seres gigantes de color negro, cabeza de macho cabrío y cuerpo de serpiente que representan el mal y las enfermedades que padecían los mineros–, los zangaluzea –gigantes que personifican el hambre– o los beldarroia –gordos y con cuernos de macho cabrío que simbolizan la voracidad de la naturaleza– son algunos de los que los asistentes pudieron descubrir en la mascarada.

También danzaron, llegados de Euskadi, los joaldunak de Ortuella en representación de otro carnaval que aúna tradición y minería y representa la celebración del final del invierno.

Comedia y tradición de toda la Península

Desde Portugal también quisieron mandar una representación de lo que para ellos significa esta fiesta ancestral con los caretos de Arcas y de Parada (Braganza).

De Asturias llegaron los sidros –con vestimenta elaborada a partir de pelo de oveja, coronada en la cabeza por un rabo de zorro– y las comedies para encargarse de contar, mediante una pequeña representación teatral, todo lo que aconteció el año anterior –tanto en Valdesoto, municipio del que proceden, como en el resto del mundo–.

Castilla y León, Castilla la Mancha y Cantabria son las otras regiones que participaron en el encuentro de ayer. También hubo representación del entroido de diferentes partes de Lugo, A Coruña y Pontevedra con sus personajes más característicos.