Opinión | Al azar

Milei insulta a Begoña, pero no la redime

Debería otorgarse una trascendencia limitada a los aspavientos de un personaje que se comunica desde el más acá con su perro fallecido y clonado en el más allá. Sin embargo, el Gobierno acusa a Javier Milei de desembarcar en España como virrey colonial, una curiosa inversión histórica que ha escapado a la convicción siempre enfática del ministro José Manuel Albares. Calificar de “corrupta” a la esposa del presidente del Gobierno supone, en la prosa hierofánica del titular de Exteriores, “un ataque frontal a nuestra democracia, nuestras instituciones y a España”. Tal vez las entidades citadas son más sólidas de lo que pretende el PSOE pero, si el presidente argentino ha afrentado a su Estado anfitrión con una rudeza tan similar a los independentistas catalanes, la respuesta debería provenir del jefe del Estado. De momento, Felipe VI flanqueaba orgulloso a Milei en su toma de posesión, y la masa enfervorecida de Vox se puso unánime en pie y agitó las banderas ante el chascarrillo antipatriótico de un comicastro en Vistalegre.

Queda claro que España no tiene quien la defienda, pero la identificación de un país entero con la esposa de su primer ministro explica quizás que Milei confundiera al país con una colonia. Cuesta defender a ultranza a Begoña Gómez, antes de que se aclaren muy cuidadosamente sus imprudentes visitas a empresarios desaconsejables en sus despachos, y su suscripción de documentos en apoyo de solicitudes de subvenciones públicas.

El encendido Albares no ha precisado si el comentario inicial de Óscar Puente, calificando a Milei de drogadicto, también atacaba “a nuestra democracia, a nuestras instituciones y a España”. El duelo de tuiteros procaces entre el ministro Puentes y el presidente que le susurraba a los perros fallecidos debe proseguir para general regocijo. Ahora bien, se advierte un exceso de concentración en el blindaje de la esposa de Sánchez, que no es ahora mismo la ciudadana más desprotegida del país. Milei insulta a Begoña, pero no la redime.

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