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Sospechosos silencios de un ministro estruendoso

El ministro Óscar Puente, a la salida del Congreso de los Diputados.

El ministro Óscar Puente, a la salida del Congreso de los Diputados. / Efe

Responder a las expectativas personales, profesionales o políticas es un desafío mayor. Cuando son elevadas la línea divisoria entre la satisfacción y la decepción, el éxito o el fracaso, es demasiado fina, depende de tantos factores, muchos subjetivos o arbitrarios, que el balance está sujeto a la controversia.

Sin embargo, cuando las expectativas las genera uno mismo, sin presiones externas ni mandatos ajenos, el juicio debe ser más riguroso. Este es el caso de Óscar Puente. El flamante ministro de Transportes y Movilidad Sostenible resumió nada más tomar posesión de su cartera cuál era su misión: “Transformar España. Y eso es lo que voy a hacer”. Como se ve el listón de la expectativa no podía ser mayor. A tenor de sus palabras, la historia moderna de las infraestructuras y de las comunicaciones de España se dividiría en dos grandes etapas: antes y después de Óscar Puente.

Más allá de la boutade del ministro, achacable probablemente –aunque quizá lo dijese en serio– a la emoción del momento, el tiempo juzgará si su gestión merece el calificativo de histórica y si es así por qué lo será. Recordemos que por ese mismo ministerio han pasado otros políticos que decididamente han protagonizado una gestión indudablemente histórica respecto a Galicia: sencillamente no han hecho nada.

Aunque somos conscientes de que “transformar España” le llevará su tiempo, casi cuatro meses después de su estruendosa irrupción en la política nacional lo cierto es que la gestión del ministro Puente respecto a Galicia se ha movido entre el poco y la nada. Sin afán de agotar el catálogo de los compromisos pendientes, lo cierto es que hasta ahora ha incumplido lo poquito que había prometido, como la llegada de los trenes Avril en primavera. Ahora ya no hay fecha. Puente culpa a Talgo, la constructora de las máquinas, pero más allá de esa responsabilidad cierta, lo preocupante es cómo se puede fijar una fecha sin hablar antes con quien tiene que garantizar ese plazo. La gestión pública sigue generando una alarmante sensación de improvisación y de patada a seguir. Tú promete, sobre todo en campaña electoral, que luego ya se verá.

El intento de compensar el gatillazo de los Avril con una rebaja simbólica –por los escasos billetes a la ventadel precio de los trenes entre Galicia y Madrid suena a recochineo. Una forma cutre de intentar limpiar una chapuza.

Las infraestructuras prometidas y las asignaturas pendientes continúan en el congelador. La conexión de Vigo con Ourense por Alta Velocidad sigue el curso natural de la burocracia –informes y más informes desde hace décadas– y nadie, ni siquiera el ministro Puente, tan dado a las frases rotundas y las declaraciones tajantes ha sabido decirnos alto y claro algo tan sencillo como: esa conexión se va a hacer, sí o sí. Sorprendentemente el ministro en esta obra –al contrario que en otras que se proyectan en España y a ese sello oratorio inimitable– se abona a la prudencia y a la falta de compromiso. Si al escaso fervor de Puente por esta conexión de AVE se le une la posición contraria de los ingenieros de Adif, la conclusión es palmaria: en Madrid no se apuesta por un AVE directo Vigo-Madrid.

Esto explicaría la inmensa alegría expresada por el propio Puente cuando anunció que el tiempo en tren entre la ciudad olívica y la capital de España se acortaría con los Avril, eso sí, dando el rodeo por Santiago. El mensaje subliminal, o no tanto, era sencillo: conformaos vigueses, porque esto es lo que hay y habrá. Desde entonces, no ha habido un solo mensaje, una sola decisión, que desmintiese esta sensación instalada ya entre la ciudadanía. Sin embargo, desde FARO tenemos la obligación de advertir, una vez más, que esta línea es irrenunciable y, en palabras del alcalde Abel Caballero, recordar que el AVE no ha llegado a Galicia, “sino a una parte de Galicia”. Porque el sur, con Vigo como epicentro de un territorio de más de un millón de personas, sigue sin Alta Velocidad.

Aunque José Ramón Gómez Besteiro prometió en la campaña que si él era presidente de la Xunta la autopista AP-9 sería gratuita, hoy, un mes después de los comicios, no hay noticias de ningún movimiento en esa dirección. Si el silencio se mantiene en los próximos meses, solo caben dos lecturas, a cada cual peor: que Besteiro dijo algo que sabía que no se cumpliría; o que la gratuidad estaba condicionada a que Besteiro fuese presidente. Una vez más sobre este asunto el locuaz ministro Puente ha preferido callar.

Del nuevo trazado de la autovía entre Vigo y Porriño, salida hacia Ourense, no hay noticias. Y de la conexión de Alta Velocidad con Portugal solo se puede decir que al menos no se ha parado, como el caso de Cerdedo. Es cierto que los continuos reproches entre los gobiernos de España y Portugal sobre quién va más lento, no alimentan el optimismo. Veremos si con la victoria de la derecha portuguesa, la línea avanza a mejor ritmo, se estanca o da un giro y enfila hacia Madrid. Estaremos vigilantes.

Del Corredor Atlántico de Mercancías solo se puede decir una cosa: nada. Porque nada es lo que ha habido, lo que hay y lo que, penosamente, habrá en el futuro inmediato.

“Si en su promesa de transformar las infraestructuras de España está incluida Galicia, como es de esperar, el señor ministro de Transportes debe saber que va lento. Y respecto al sur de Galicia, muy muy lento”

Así que si en su promesa de transformar las infraestructuras de España se incluye Galicia, como es de esperar, Óscar Puente debe saber que va lento. Y respecto al sur de Galicia, muy muy lento. Aunque no tenemos por qué dudar de su capacidad para tener la cabeza en varios asuntos al mismo tiempo, sí llama la atención que en estos escasos cuatro meses de mandato el ministro haya tenido tiempo para redactar casi un millar de tuits en los que abordar asuntos tan propios de su cartera como la amnistía, Ayuso, el peligro de Vox, el 11-M, el festival de cine de Valladolid o la amenaza de la fachosfera. Y sorprende más que en la desbordante pasión tuitera de este portavoz bis del Gobierno no haya colado ningún mensaje digno de interés sobre, por ejemplo, el AVE Vigo-Cerdedo, la conexión con Portugal o la gratuidad de la AP-9.

Pero lo que no se puede negar a Puente son sus arrebatos de sinceridad, una honestidad que se transmite en sospechosos silencios y en una pasión vocinglera, rasgos que retratan a un político que está tardando en renombrar su ministerio como el de Transportes y Charcos, dada su irrefrenable querencia a meterse en todos.

Sin embargo, esta vocación por el follón permanente lejos de preocuparle, parece que le pone. Así que no es de extrañar que cuando le preguntaron qué tal su experiencia como ministro respondiese ufano: “Me lo estoy pasando muy bien”. Que se lo pase bien a los gallegos les trae al pairo. Lo que les preocupa es algo mucho más sencillo: que se cumpla lo comprometido. Con o sin hilo de X, antes llamado Twitter.