Opinión | EDITORIAL opinion@farodevigo.es

Una Xunta con hiperliderazgo para grandes desafíos

Rueda, arropado por los conselleiros de la Xunta de la XII Legislatura, en la plaza del Obradoiro.

Rueda, arropado por los conselleiros de la Xunta de la XII Legislatura, en la plaza del Obradoiro. / Xoán Álvarez

Alfonso Rueda ya tiene nueva Xunta y Galicia también. Junto a la jornada electoral –cuando los gallegos decidimos a quién queremos como presidente–, la designación de los miembros que compondrán el equipo de gobierno es el otro gran hito. Todo lo demás –debates, proclamaciones, ceremonias de investidura y fanfarrias– no dejan de ser fuegos de artificio, con un valor más simbólico que real. Una vez conocida la identidad del nuevo ocupante del principal despacho de San Caetano, lo trascendente es poner rostro a quienes le acompañarán en una travesía, en principio, de cuatro años.

Sería una temeridad juzgar cuando apenas llevan un par de semanas en el cargo la estructura del gobierno y la idoneidad de los nuevos conselleiros y conselleiras. Es de perogrullo pensar que el primero que no quiere equivocarse es el propio Alfonso Rueda, porque él es el que se la juega. En la entrevista publicada por FARO el pasado domingo el presidente gallego explicaba con mayor detalle y precisión cuáles han sido las razones que le han llevado a reafirmar a conselleiros, a cambiar de competencias a otros y también a prescindir de unos terceros. También argumentaba por qué había decidido prescindir de las vicepresidencias, ocho meses después de que fuese precisamente él quien hubiese encumbrado a Diego Calvo y Ángeles Vázquez a esos cargos. Con toda probabilidad, sus razones habrán convencido a una parte de nuestros lectores, mientras que otros las considerarán insuficientes o incluso contraproducentes. Es natural y razonable. Pero también es obligado admitir que si alguien tiene legitimidad y autoridad moral para poner y quitar, para cambiar o degradar, esa persona es Alfonso Rueda. Porque fue él quien encabezó el proyecto político más respaldado, y a años luz de sus adversarios, por los votantes. Los gallegos le han dado las riendas de nuestra comunidad durante cuatro años y solo le han pedido que cumpla los compromisos que expuso durante la campaña. A quienes ha recurrido para hacerlo forma parte de sus atribuciones presidenciales.

Sin embargo, admitida la absoluta legitimidad que asiste a Rueda para confeccionar su gobierno, sí caben realizar varias consideraciones para centrar el tiro de lo que nos puede esperar. Quizá las más significativa es que esta es la primera Xunta cien por cien de Rueda, la que ha construido con absoluta libertad. Haber ganado con contundencia las elecciones del 18 de febrero le ha permitido deshacerse de herencias, influencias o presiones. La primera la del presidente nacional del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. Recordemos que fue el propio Feijóo quien en una entrevista reveló que cuando ya había renunciado como presidente de la Xunta recibió una llamada de Diego Calvo para decirle que creía que había llegado su momento de entrar en el Gobierno gallego. Feijóo “trasladó” esta petición a Rueda, que nombraría a Calvo vicepresidente primero. Hoy, dos años después y unas elecciones autonómicas por medio, Calvo es un conselleiro más. Una significativa marcha atrás para que tomen nota los navegantes.

La segunda consideración apunta, como ya adelantamos, a la supresión de las vicepresidencias. Rueda las justifica para dar horizontalidad a la Xunta y, entendemos, mayor eficiencia y eficacia a la gestión pública. Si alguien tiene un conocimiento cierto de lo que dieron de sí las dos vicepresidencias estos dos últimos años ha sido el propio Rueda. Además, él mismo fue vicepresidente varias legislaturas. Así que si las suprime de un plumazo es porque entiende que sin ellas se puede trabajar mejor. Si es así, el enfoque resulta llamativo.

“Rueda asegura que tiene las ideas y las prioridades claras y que su nuevo equipo mejora al anterior. Gozar de una confortable mayoría absoluta le da la garantía de poder sacar adelante todo aquello que se proponga”

Ese adiós a las vicepresidencias despeja, de forma colateral, otra incógnita: en la Xunta de Rueda no hay delfines ni herederos ni sucesores. No hay ni se les espera, al menos en los próximos doce años. Las ambiciones de uno/as y otro/as tendrán que aguardar mucho tiempo, si se cumplen los cálculos del presidente. Ese frenazo se combina con un acelerón: el presidente es ahora más presidente, acaparará todos los focos y asumirá más responsabilidades incluso que las que atesoró el propio Feijóo.

Rueda, además, de esa horizontalidad del gobierno –que en román paladino se traduce en nadie es más que nadie, salvo él– pondrá en marcha una Oficina del Presidente, un grupo que se encargará de verificiar que los grandes proyectos estratégicos –fundamentalmente de naturaleza industrial o energética– avanzan al ritmo y en las condiciones adecuadas. Ese control presidencial somete a una presión adicional a los conselleiros, que se sentirán vigilados o auditados de forma constante, si la Oficina cuenta con el poder y los medios que en principio se anunciaron. La Oficina reportará directamente al presidente que será quien, a falta de vicepresidentes, ejercerá la coordinación. En resumen, Rueda concentra más poder –en realidad todo el poder– y en consecuencia también corre más riesgos. Algunos afirmarán que es una decisión valiente; otros creerán que es tan innecesaria como temeraria. El tiempo dirá.

Galicia ya tiene quien la gobierne, así que ahora se trata de hacerlo. Alfonso Rueda asegura que tiene las ideas y las prioridades claras y que su nuevo equipo mejora al anterior. Gozar de una confortable mayoría absoluta le da la garantía de poder sacar adelante todo aquello que se proponga. El flamante presidente de la Xunta tiene la pista libre para despegar, un avión con el depósito a tope de confianza –los votos de los gallegos– y una tripulación que ha elegido con total libertad. El viaje es de cuatro años. El destino, según se recoge en su programa electoral está claro: más prosperidad económica y bienestar social; más energías limpias e industrialización y menos paro y precariedad; más vivienda, cultura y ciencia, menos desigualdad. En 2028 veremos si estos grandes retos se han cumplido. Desde FARO le deseamos suerte al nuevo gobierno, porque su fortuna será la de todos los gallegos. Pero, mientras tanto, estaremos, como nos exigen nuestros lectores, atentos y vigilantes para contar qué se ha hecho y qué se ha dejado de hacer. Para dar cuenta de los éxitos y también de los olvidos.